miércoles, 20 de diciembre de 2017

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Mensaje espiritual

En el momento propicio.
El demonio es muy astuto, y si bien siempre está alrededor nuestro buscando devorarnos, es cierto también que él prefiere atacar en los momentos en que nos sentimos débiles y desanimados.
Esto mismo fue lo que hizo con Jesús, que en el desierto lo tentó justamente cuando el Señor, después de los cuarenta días de ayuno, sintió hambre, y es ahí mismo que se aparece el tentador y hace su obra.
También, al final de la vida terrena de Cristo, en el Huerto de Getsemaní, cuando Jesús tenía miedo por lo que le esperaba, fue ahí cuando Satanás lo tentó con todas sus fuerzas.
Y es bueno que tengamos esto presente, esta gran verdad, pues el demonio no nos tentará tanto cuando estamos perfectamente bien de salud y con mucho ánimo y esperanza, sino que lo hará cuando estemos enfermos, abatidos, desanimados, asustados. Porque hay que saber que el demonio es muy cobarde, y como dice San Ignacio de Loyola, hay que enfrentarlo y ponerse firme y no tenerle miedo, porque si le tenemos miedo él se envalentona, pero si lo enfrentamos, huye.
Un arma que utiliza muy a menudo el demonio es el arma del desaliento. ¡Cuántas veces habrá tratado de desalentar y desanimar a Jesús en su misión, mostrándole para cuántas almas sería inútil todo su sacrificio! Y Satanás no cambia en sus artes y sigue utilizando esta táctica, que tantas victorias le ha hecho obtener.
Entonces estemos en guardia y defendámonos de estos ataques del enemigo del alma, mediante la oración, los sacramentos, los sacramentales y, sobre todo, una confianza ilimitada en Dios y en María Santísima.
El demonio nos pinta el presente y el futuro de negro y quiere desanimarnos y descorazonarnos. No le demos el gusto y sigamos adelante con esperanza y más perseverancia. Pero esto solo lo podremos lograr con la oración frecuente, porque es a través de la oración que recibimos toda la fuerza y gracia de Dios para seguir en el combate y no sucumbir a sus maldades.