lunes, 26 de marzo de 2018

Materialismo...

Matar el error, amar al que yerra

El materialismo.
El hombre busca la felicidad, y el mundo de hoy, detrás del cual está Satanás, le hace creer al hombre que la felicidad la encontrará en las cosas materiales, en el tener más artefactos y cosas, en el tener más dinero y propiedades, y así se produce como una carrera por tener cada vez más y quedar atrapados en esta vorágine del tener.
¿Pero el hombre es solo materia? ¡No! Es también espíritu, es alma, y por ende necesita también el bienestar espiritual, que solo lo alcanza quien está en paz con Dios, con una conciencia tranquila y con el alma en gracia de Dios.
Esto nadie lo dice hoy en día y así la humanidad está corriendo tras las cosas materiales, tratando de hacer un paraíso en la tierra, y no se da cuenta de que está siendo guiada por el Maligno hacia un abismo del que no se sale.
Nos puede pasar a cualquiera de nosotros, porque la tentación es muy grande y son muchas las cosas que hoy la tecnología nos ofrece, y a veces suele pasar que en lugar de que la técnica esté al servicio del hombre, pasa el hombre a ser un esclavo de la técnica y de los avances tecnológicos.
¿Cómo hacer para resistir, para usar las cosas pero con la mirada puesta en el Cielo? Simplemente con la oración, que no debemos dejarla jamás, por ningún motivo, porque este es el primer paso para quedar envueltos en el materialismo, que es el error de Satanás.
Si rezamos, especialmente el Santo Rosario, entonces tendremos una mente clara y una visión justa de la realidad, y pondremos las cosas espirituales por encima de todo.
Si no rezamos caeremos en el materialismo, en el querer ser felices en las cosas que tenemos. Y si miramos televisión peor todavía, porque a través de este poderoso medio de comunicación, el demonio nos muestra la felicidad falsa del tener.
Ya lo ha dicho Cristo: “No se puede servir a dos señores opuestos: Dios y el Dinero, porque se amará a uno y se despreciará al otro.”
Así que atención con nuestro corazón, porque donde esté nuestro tesoro, allí mismo estará también nuestro corazón. Meditemos seriamente y veamos dónde tenemos puesto nuestro corazón, y si está en lugar equivocado, es tiempo de corregir el rumbo.