sábado, 17 de noviembre de 2012

Mes de la Virgen María...


DÍA ONCE (17/NOV)
Las distracciones permitidas
CONSIDERACIÓN. – La Santa Escritura, nos invita a recrearnos bajo los ojos del Señor.
Nos es permitido pues, buscar honestas distracciones y cuando hemos llevado el peso del día y del
calor, reposar en paz en el seno de nuestra familia; mas es necesario comprar esta satisfacción con el
trabajo.
Una buena lectura, un paseo al campo, algunos instantes de dulce conversación entre personas que
se convienen, son cosas que se permiten y no hay duda que los santos habitantes de Nazaret descansaban
así de las fatigas de sus trabajos.
Huyamos, en esas horas reparadoras, de todo lo que pueda alejarnos del Señor: las conversaciones
poco cristianas, una disipación muy grande, un gozo inmoderado contrario a la dignidad de los hijos de
Dios, los propósitos ligeros y bromistas que hieren la modestia. Huyamos también de las lecturas
perniciosas y malsanas, que, con el pretexto de divertirnos un instante, llevan el veneno hasta el fondo de
las almas.
En fin, pensemos entonces que nos hallamos bajo los ojos del Señor y que nada, en nuestra
conducta, en nuestras palabras y en nuestros pensamientos pueda herirlo.
EJEMPLO. – El gran sabio cardenal Bellardino, visitando un día a los alumnos del colegio Romano,
durante el recreo, preguntó a algunos que se hallaban agrupados a su alrededor: -¿Qué haríais si un Ángel
del Cielo viniera, de parte de Dios, a comunicaros que vais a morir?
Uno respondió: -Yo iría en seguida a confesarme.
Otro: -Yo me prosternaría delante del Santísimo Sacramento.
Un tercero: -Yo continuaría recreándome.
El cardenal fijó sobre este niño, que se llamaba Luis de Gonzaga, una mirada de emoción y
abrazándolo con ternura, le dijo: -Amigo, vuestra respuesta es la mejor.
El joven escolar tenía razón: los honestos recreos están en la voluntad de Dios y santifican cuando
suceden al trabajo.
PLEGARIA DE SAN EFRÉN. - ¡Oh Madre llena de gracia! interceded por mí ante vuestro divino
Hijo, y por vuestra intercesión aclarad mi entendimiento, abrazad mi corazón y desligad mi lengua, a fin
de que yo pueda cantar vuestras alabanzas. Así sea.
RESOLUCIÓN. – No me permitiré jamás, ningún placer en medio del cual no desearía que la
muerte viniera a sorprenderme.
JACULATORIA. – María, causa de nuestra alegría, rogad por nosotros