domingo, 31 de diciembre de 2017

Amor...

Amar a todos.

El Señor nos ha enseñado en su Evangelio que debemos amar a todos, comenzando por Dios, a quien debemos amar con todo nuestro ser y por encima de todas las cosas, y también amar a todo hombre en Dios.
Toda nuestra vida será una lucha entre el amar y el odiar, pues efectivamente, según vaya pasando el tiempo, nos vamos desencantando con los hombres, y no pocas veces, por el mal que recibimos, nuestra primera reacción es el odio. Y eso es justamente un triunfo para el Maligno, pues lo que el diablo quiere es que odiemos, que no amemos, y por eso siembra el mundo de lágrimas, pleitos, desgracias y males.
Nuestra perseverancia en amar y en no odiar, es lo que nos hará santos, al igual que el Santo de los santos, Jesucristo, que amó y perdonó incluso a sus enemigos y a quienes le daban muerte.
Debemos amar a todos, ya que amar es desear el bien, y nunca el mal.
Todos los esfuerzos del Infierno van dedicados a que, antes o después, odiemos en nuestra vida. Y si llegamos a odiar, entonces ese es un triunfo para el Mal.
En cambio, si aprendemos a perdonar, si vencemos el espíritu de odio y discordia que aflora en nosotros cuando somos ofendidos, con la ayuda de la gracia ciertamente, entonces ahí es donde hemos vencido, Dios ha vencido en nosotros, y el premio es muy grande.
Nunca odiemos. Nunca deseemos el mal a ninguno, porque al odiar, los primeros que nos hacemos daño somos nosotros mismos, excluyéndonos del Paraíso y de la comunión con Dios. Y si el odio es a muerte, entonces perdemos la gracia santificante, perdemos a Dios y el Cielo, y nos espera el infierno para siempre, que es reino de odio sin fin.
Es cierto que ante algunas actitudes de nuestros prójimos, nos surge casi instintivamente el deseo de venganza, o el hacer justicia y llegar a odiar. Pero no somos sólo humanos, sino que Dios nos ha conquistado y nos ha proveído de una fuerza muy grande que es la gracia, que es el Espíritu Santo, que nos ayuda a superar todo rencor y venganza.
No dejemos que el odio se anide en nosotros. Echémoslo por la ventana de nuestra alma, y ni siquiera demos lugar a la justa ira, porque si bien nuestra ira puede ser justa, quizás sea el puntapié inicial para hacernos iracundos y llenos de odio con nuestros hermanos.
Dios es Amor. Satanás es Odio. Si amamos, estamos con Dios y tendemos a Él. Si odiamos, estamos con el demonio, que nos tiene atrapados, y somos como demonios.
Toda la historia de la vida humana y de la Humanidad entera es este tire y afloje entre el amor y el odio.
No odiemos a nadie y por ningún motivo, y pidamos la ayuda a Dios para que nos enseñe a amar y a perdonar.