martes, 6 de octubre de 2015

Valores...

Fragmento del Diario de Santa Faustina Kowalska, "La Divina Misericordia en mi alma", con comentario

Valor de las cosas.
587 Una vez, vi de repente al Señor Jesús en una gran Majestad y me dijo estas palabras: Hija Mía, si quieres, en este momento creo un mundo nuevo más bello que éste y pasarás en él el resto de tus días. Contesté: No quiero ningún mundo, yo Te deseo a Ti, oh Jesús, deseo amarte con el amor con que Tú me amas; Te ruego una cosa: Haz mi corazón capaz de amarte. Me sorprende mucho, Jesús mío, que hagas tal pregunta, porque en realidad ¿qué haría yo con estos mundos aunque me los des por millares? ¿Qué provecho tendría? Tú sabes bien, Jesús, que mi corazón muere de nostalgia por Ti; todo lo que está fuera de Ti, para mí no es nada. En aquel momento no vi nada más, pero una fuerza envolvió mi alma y un extraño fuego se incendió en mi corazón, y entré en una especia de agonía por Él; entonces oí estas palabras: A ningún alma Me uno tan estrechamente y de este modo como a ti y esto por la profunda humildad y el amor ardiente que tienes por Mí.
Comentario:
Este texto del diario se podría comparar con aquella máxima de Jesús en el Evangelio, que dice “¿de qué le servirá al hombre ganar el mundo entero, si al final pierde su alma?”.
Sor Faustina no quiere ni este mundo ni otros mundos que Dios le pudiera crear, sino que quiere al Autor de los mundos, a Dios, a Jesús.
En cambio ¡cuántos hay en el mundo que por un poco de oro, una parte de honor, dejan de lado a Dios, y van corriendo tras los espejismos sembrados por el demonio!
Pero Dios sabe premiar a quien Le ama por sobre todas las cosas, y se une estrechamente a esa alma, de modo que la hace casi omnipotente, pues se le comunica en todo su poder, y así esa alma llega a ser muy semejante a Dios por gracia.
Es lo que le sucedió a Sor Faustina, que por su gran humildad llegó a unirse estrechamente a Dios.
Pero también esto es para nosotros. Pensemos en qué gastamos el tiempo y las fuerzas en este mundo. ¿Queremos tener cada vez más bienes materiales, u honores o placeres? Pensemos que sólo Dios merece nuestro amor total y completo.
Estamos a tiempo todavía. Porque aunque ganáramos el mundo entero, ¿de qué nos serviría si perdiéramos la gracia santificante y perdiéramos para siempre a Dios?
Jesús, en Vos confío.