jueves, 9 de mayo de 2013


The vine and the branches

I. I am the true vine, and you are the branches: He that abideth in me, and I in him, bears much fruit, we read in the Gospel of the Mass. (John 15: 1-8). Christ is the true vine, connecting his life to the branches, is the life of grace that flows from Him and communicated to all members of his Body which is the Church. Without new blood that produce no fruit because they are dead, dry.

It makes us partakers of the very life of God! The man, at the time of baptism, is transformed into the very depths of his being, makes us children of God, brothers of Christ, members of His body, which is the church. This life is eternal, if not lose by mortal sin.

II. Every branch in me that bears no fruit he takes away, and every branch that bears fruit he prunes so that it bears more fruit. (John 15, 2). The Christian who breaks the channels through which you get grace, prayer and the sacraments, ends up dying at the hands of mortal sin, you die because you run out of life. And if the channels of grace we are expedited because a mountain of negligence, laziness, comfort, human respect, environmental influences, and other chores rush obstructs, then the life of the soul will languish until they eventually die.

The will of the Lord, however, is that we bear fruit and give in abundance. So pruning the branch for more fruit: we honestly tell the Lord that we are willing to let it boot everything in us is an obstacle to their action. The Lord cleanses us and purifies us differently. Sometimes allows failures, disease, defamation ... also left us the sacrament of Penance, to purify our frequent faults and sins.

III. From the life of union with God Apostolic wealth flows as an overabundance of the inner life. Are we giving the fruits that the Lord expected of us? Through our deal will our friends have come to God? Do we give the fruits of peace and joy? Take the hand of Mary, She is the short way by which we come to Jesus, that fills us with divine life.


La vid y los sarmientos...


La vid y los sarmientos
I. Yo soy la verdadera vid, y vosotros los sarmientos; el que permanece en mí, y yo en él, ése da fruto abundante, leemos en el Evangelio de la Misa. (Juan 15, 1-8). Cristo es la verdadera vid, que comunica su propia vida a los sarmientos, es la vida de la gracia que fluye de Él y se comunica a todos los miembros de su Cuerpo, que es la Iglesia. Sin esa savia nueva no producen ningún fruto porque están muertos, secos.
¡Nos hace partícipes de la misma vida de Dios! El hombre, en el momento del Bautismo, es transformado en lo más profundo de su ser, nos hace hijos de Dios, hermanos de Cristo, miembros de su cuerpo, que es la iglesia. Esta vida es eterna, si no la perdemos por el pecado mortal.
II. Todo sarmiento que en mí no da fruto lo corta, y todo el que da fruto lo poda para que dé más fruto. (Juan 15, 2). El cristiano que rompe con los canales por los que le llega la gracia –la oración y los sacramentos- acaba muriendo a manos del pecado mortal, se muere porque se le acaba la vida. Y si los canales de la gracia nos están expeditos porque una montaña de negligencia, pereza, comodidad, respetos humanos, influencias del ambiente, prisas y otros quehaceres los obstruye, entonces la vida del alma va languideciendo hasta que acaba por morir.
La voluntad del Señor, sin embargo, es que demos fruto y lo demos en abundancia. Por eso poda el sarmiento para que de más fruto: hemos de decirle con sinceridad al Señor que estamos dispuestos a dejar que arranque todo lo que en nosotros es un obstáculo a su acción. El Señor nos limpia y nos purifica de diferente manera. En ocasiones permite fracasos, enfermedades, difamaciones...También nos ha dejado el sacramento de la Penitencia, para que purifiquemos nuestras frecuentes faltas y pecados.
III. De la vida de unión con el Señor brota la riqueza apostólica como una sobreabundancia de la vida interior. ¿Estamos dando los frutos que el Señor esperaba de nosotros? A través de nuestro trato ¿nuestros amigos se han acercado a Dios? ¿Damos frutos de paz y de alegría? Tomemos la mano de María, Ella es el camino corto por el que llegamos a Jesús, que nos llena de su vida divina.