lunes, 15 de abril de 2013


¡Por tu nombre, Señor!

Echaré las redes de mi vida,
para que otros tengan savia y en abundancia.
Esperaré a que el sol se imponga sobre las tinieblas,
y comprender que, no hay noche que dure una eternidad.
Miraré al fondo de los acontecimientos
y confiare en que, Tú y sólo Tú,
eres quien iluminas las sombras de la existencia humana.

¡Por tu nombre, Señor!
Me desgastaré, en cuerpo y  alma,
para llevar almas y  corazones a tu encuentro
para que, el mundo, tan colapsado de cosas,
como vacío de sentido, recupere la alegría
que nos ofrece tu ser resucitado.

¡Por tu nombre, Señor!
Mantendré firme mi amor y fe en Ti
para, luego, ser ardiente antorcha
que irradie luz y paz allá donde me encuentre.
Mantendré firme mi esperanza en Ti,
para que, el hombre que  busca y no encuentra,
sepa que en Ti encontrará  siempre una respuesta.

¡Por tu nombre, Señor!
Te amaré hasta el final y, amándote como Tú mereces,
sembraré de fraternidad y de perdón mis caminos,
de alegría y de belleza los corazones de los que te anhelan,
de regocijo y de seguridad,
los rostros cansados de  tantos caminos retorcidos.
Amén.

P. Javier Leoz


La Ssma Virgen...


La Santísima Virgen en la Biblia
La Mujer vestida de Sol. 
Vemos en el Apocalipsis que aparece un signo grande en el Cielo, una Mujer vestida de Sol, con la luna bajo sus pies y una corona de doce estrellas sobre su cabeza. Esta Mujer es la Santísima Virgen, que combate contra el Gran Dragón rojo, a saber, el demonio y el ateísmo. Pero la Virgen es quien triunfa, y al final baja del Cielo un ángel que atará al Dragón y cerrará la puerta del Abismo.
Desde el Génesis hasta el Apocalipsis está la Mujer, es decir, María. Porque por la mujer entró el pecado en el mundo, y era necesario que por la mujer entrara también la gracia. Sobre la mujer pesaba una condena mayor, y así como el demonio se valió de la mujer para hacer pecar al hombre; así también el Señor, aceptando el desafío del demonio, hizo que una Mujer venciera la Tentación en todas sus formas, aplastara su cabeza orgullosa e hiciera que el hombre recuperara la gracia.
Es cierto que Jesús es el Redentor, pero a Jesús no lo tendríamos si no hubiera sido por María. Y si bien Dios podía encarnarse de otra mujer o bajar a la tierra ya hecho hombre; sin embargo Dios quiso utilizar este canal que es la Virgen, y como Dios no cambia nunca ni puede cambiar, pensamos que seguirá obrando de la misma manera y cada triunfo de Dios y de la Iglesia, vendrá siempre de la mano de María, la Vencedora eterna de Satanás y de todos los demonios.