miércoles, 9 de diciembre de 2015

Prédica...

Sangre y odio.


Para aparecer, el Anticristo necesita de un cimiento hecho de sangre y de odio. Por eso cuando más trabajemos por la paz y amemos, tanto más alejaremos el tiempo de la manifestación del Impío.
No odiemos a nadie, ni siquiera a los enemigos, porque es un mandato del Señor que amemos a todos.
Es cierto que ante algunas manifestaciones de los hombres, surge espontáneamente el odio a nuestro pensamiento. Pero debemos superarlo con la ayuda de Dios, porque Cristo ha muerto en la cruz para obtenernos toda clase de ayudas para nuestra vida espiritual, moral y material.
No odiemos, y trabajemos para que el amor reine en el mundo, comenzando porque reine primero en nuestro corazón, y luego en nuestra familia.
El fuego que el Señor ha venido a traer al mundo es la Caridad, es el Amor. Por eso debe haber un nuevo Pentecostés que incendie el mundo con el Fuego de la Caridad. Pero debemos preparar el terreno para que el Espíritu Santo, al venir sobre la Iglesia y sobre la humanidad, encuentre corazones preparados para secundarle y extender el Reino de Dios por todo el mundo.
Ya lo dice Jesús en el Evangelio, que quienes trabajen por la paz serán llamados hijos de Dios. Seamos entonces instrumentos de paz en todas partes, comenzando por poner en paz nuestra alma por medio de una sincera y completa confesión sacramental con el sacerdote católico, porque un alma que vive en pecado, no puede tener paz pues no está en paz con Dios, y es lógico que sea causa de discordia en todas partes.
Pensando en estas cosas entonces nos damos cuenta que la crisis del mundo es una crisis de Gracia, porque el pecado reina en el mundo. Reina el odio. Reina el mal.
En el mismo Apocalipsis, dicen los estudiosos, que parecería haber un período de relativa paz, quizás un par de generaciones. ¿Y por qué no pueden ser estos tiempos en que estamos viviendo? ¿Por qué no podemos ser nosotros parte de este “frenado” de los tiempos? Lo haremos posible con el amor y el perdón y la misericordia.
Basta de odio. Quien odia y fomenta el odio, no es de Dios. Odiar, sólo debemos odiar al pecado.
Meditemos en estas cosas y comencemos a encender fuegos de amor por todas partes, que si después triunfa el Mal, Dios proveerá, porque los planes de Dios se cumplirán a su debido tiempo, y el Reino de Dios debe venir al mundo.