miércoles, 3 de agosto de 2016

Santo Evangelio...

† Lectura del santo Evangelio según san Mateo 15, 21-28
Gloria a ti, Señor.

En aquel tiempo, Jesús se fue de allí y se retiró a las región de Tiro y Sidón. En esto, una mujer cananea procedente de aquellos lugares se puso a gritar:
"Ten piedad de mí, Señor, Hijo de David; mi hija vive maltratada por un demonio".
Jesús no le respondió nada. Pero sus discípulos se acercaron y le decían:
"Atiéndela, porque viene gritando detrás de nosotros".
El respondió:
"Dios me ha enviado sólo a las ovejas perdidas del pueblo de Israel".
Pero ella fue, se postró ante Jesús le suplicó:
"¡Señor, socórreme!"
El respondió:
"No está bien tomar el pan de los hijos para echárselo a los perros".
Ella contestó:
"Es cierto, Señor, pero también los perros comen las migajas que caen de la mesa de sus amos".
Entonces Jesús le dijo:
"¡Mujer, qué grande es tu fe! Que te suceda lo que pides".
Y desde aquel momento quedó sana su hija.
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.

Lectura Espiritual...

Lectura espiritual

Un “extraviado” que volvió a Dios

Un misionero, Párroco de Cuzco (Perú), escribe:

En mi extensa Parroquia, y con la colaboración de un grupo de Catequistas, estoy haciendo campaña de difusión del rezo de las tres Avemarías. Y el éxito es grande porque Dios hace derroche de sus gracias mediante su Madre Santísima...

“En junio de 1969 pasé por una ‘hacienda’ muy alejada de los caseríos y aldeas. El dueño de la finca ya era de edad avanzada; había sido seminarista, y luego, sin contraer matrimonio canónico, se unió a una mujer con la que tuvo varios hijos. Aproveché mi visita para dejarle una estampa sobre la devoción de las tres Avemarías, recomendándole que no dejara de rezarlas todos los días, y siempre que sintiese preocupación por cualquier problema.

A fines del mes de octubre vinieron a buscarme de parte del dueño de aquella ‘hacienda’ para pedirme con insistencia que, no obstante la distancia, fuera a aquella casa, porque dicho señor estaba muy grave y deseaba recibir los últimos Sacramentos.

Allí fui acompañado de dos Catequistas, y al vernos el enfermo, llorando amargamente y con voces entrecortadas, pidió confesar.

A continuación declaró que había rezado las tres Avemarías desde que se las había aconsejado y que a poco de rezarlas se sintió movido a ‘regularizar su vida’ y volver a la gracia de Dios.

Tanto le ayudaba la Santísima Virgen a su cambio espiritual, que hasta empezó a rezar el Santo Rosario durante su enfermedad.

Como apremiaba su gravísimo estado, sin pérdida de tiempo contrajo matrimonio, recibió la comunión juntamente con su esposa y los hijos legitimados, y le administré la Extremaunción.

Media hora, exactamente, después de esto, descansó en la paz del Señor.”

La Madre de Dios había acreditado una vez más su especial patrocinio respecto de quienes la invocan con las tres Avemarías.
(P. Braulio Ascarza Sotelo. –7 de noviembre de 1969.– Perú).