miércoles, 16 de enero de 2013

El atardecer...


El atardecer de la vida

El sol se despedía del Imperio Tré.
El vasallo caminaba junto a la anciana del molino amarillo.
Iban conversando sobre la vida.
- ¿Qué cosa es lo que más te gusta de la vida, anciana?

La viejecilla del molino amarillo se entretenía en lanzar los ojos
hacia el ocaso.
- Los atardeceres– respondió.

El vasallo preguntó, confundido:
- ¿No te gustan más los amaneceres?
Mira que no he visto cosa más hermosa que el nacimiento
del sol allá, detrás de las verdes colinas de Tré.
Y reafirmándose, exclamó:
- ¿Sabes? Yo prefiero los amaneceres.

La anciana dejó sobre el piso la canastilla de espigas
que sus arrugadas manos llevaban.
Dirigiéndose hacia el vasallo, con tono de voz dulce
y conciliador, dijo:
- Los amaneceres son bellos, sí.
Pero las puestas de sol me dicen más.
 
Son momentos en los que me gusta reflexionar y pensar mucho.
Son momentos que me dicen cosas de mí misma.
 
- ¿Cosas? ¿De ti misma...? – inquirió el vasallo.
No sabía a qué se refería la viejecilla con aquella frase.

Antes de cerrar la puerta del molino amarillo, la anciana añadió:
- Claro. La vida es como un amanecer para los jóvenes como tú.
Para los ancianos, como yo, es un bello atardecer.
Lo que al inicio es precioso, al final llega a ser plenamente hermoso.
Por eso prefiero los atardeceres... - ¡mira!

La anciana apuntó con su mano hacia el horizonte.
El sol se ocultó y un cálido color rosado se extendió
por todo el cielo del Imperio Tré.
El vasallo guardó silencio. Quedó absorto ante tanta belleza.

La vida es un instante que pasa y no vuelve.
Comienza con un fresco amanecer; y como un atardecer
sereno se nos va. De nosotros depende que el sol de nuestra vida,
cuando se despida del cielo llamado “historia”, coloreé con hermosos
colores su despedida. Colores que sean los recuerdos bonitos
que guarden de nosotros las personas que vivieron a nuestro lado.


Rayos de Fé...


Rayos de Fe

La fe sin obras está muerta. 
Dice el apóstol: “Muéstrame tu fe sin obras, que yo por mis obras te mostraré mi fe”. Y es una gran verdad que siempre debemos tener presente.
¿Y cuáles son esas obras por las que demostramos a todos, y a Dios mismo, nuestra fe? En primer lugar es la obra de cumplir los Diez Mandamientos y todas las enseñanzas de Jesús en el Evangelio y lo que nos enseña la Iglesia Católica. Porque muchos a veces dicen que tienenmucha fe en Dios, en Jesús, pero no cumplen sus palabras, no cumplen los Mandamientos. ¿Tienen fe éstos? ¡No! Su fe es una parodia y están engañados por el espíritu del mal, que les hace creer que poseen lo que no poseen, es decir, la fe.
Y las obras que además tenemos que realizar, si nuestra fe es viva y operante, son las obras de misericordia, de piedad, de apostolado y oración, puesto que la fe no es sólo conocimiento intelectual, sino principalmente forma de vida, obrar de acuerdo a lo que se cree.
Hoy hay muchos ateos teóricos. Pero hay más ateos prácticos, es decir, que creen con la cabeza, pero su obrar en la práctica no condice con lo que dicen creer. Éste es el ateísmo práctico, del que son víctimas millones de católicos, que están bautizados pero no viven de acuerdo a los Mandamientos.
Ya el Señor nos ha dicho que si no construimos la casa sobre roca, es decir, que si no ponemos por obra lo que escuchamos de Dios, lo que creemos, entonces nuestra construcción se desmoronará cuando vengan las pruebas que sobrevienen a todos los hombres en su vida.
El ejemplo claro de ello lo tenemos en los fariseos del tiempo de Jesús, que aparentaban cumplir muchas cosas, pero no las cumplían, eran falsos, y así es falsa la fe de quien no practica su catolicismo.
Es el error protestante de que uno se puede salvar sólo con la fe, sin hacer buenas obras, sin cumplir los Mandamientos.
Estemos atentos a ver cómo estamos creyendo, y sobre todo, cómo estamos actuando, porque Dios pagará a cada uno según sus obras.