martes, 19 de marzo de 2013

Mandamientos...


Los diez mandamientos de la pareja cristiana

 

I. Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma,

con toda tu mente (Mt 22, 37).Ésta es la razón última por la que está el hombre sobre la faz de la tierra.

Por tanto, Dios, su Amor y la Redención que nos concedió graciosamente

mediante la muerte de su Hijo único debe ser el objeto, principio y fin de

todas nuestras actividades, puesto que de ello dependen nuestra felicidad

o nuestra desdicha, nuestra vida o nuestra muerte.

II. Por encima de todo está el amor 
(Col 3, 14-15).Poner el Amor por encima de todo consiste en adaptar el primer mandamiento

a nuestra vida de pareja. La vida de pareja es una larga y difícil muerte

de uno mismo, dándose todo al otro. Cuanto más se sacrifica uno por el otro,

más muere a sí mismo y más vive Dios en él. En la vida de pareja hay que poner

el Amor por encima de todas las cosas, y sobre todo por encima de uno mismo.
III. Ese Amor no puede desaparecer, porque viene de Dios 
(cfr. I Jn 4, 7).
Mediante su Hijo Unigénito, Dios nos ha salvado de nosotros mismos para abrirnos

al Amor, que es Él mismo. Justo porque ha elegido para nosotros el destino del Amor,

este destino es eterno, y por tanto indestructible. Si el Amor parece faltar, o perderse,

o cambiar, somos nosotros quienes lo percibimos así, pero no es Él en realidad.

Él es incorruptible, mientras que nosotros somos corruptibles y cambiantes.

Cualquier cosa que emprendamos, hay que hacerlo con la convicción inquebrantable

de que el Amor existirá siempre en la pareja. Por tanto no se debe formular ni como

hipótesis que todo pueda terminar algún día. Todo pensamiento de ese tipo viene

del demonio, quien intenta siempre dividir y confundir los corazones.
IV. En y por ese Amor, formaremos una sola carne 
(Gn 2, 24).Como el Amor es el principio de la cohesión de la pareja, dos partes que fuera

del Amor son distintas, en Él forman un único principio, un único ser, con todo lo que

eso implica: esencialmente, una única voluntad, y por consiguiente la supresión

de toda voluntad propia. Lo que uno quiere por su propia cuenta, sin el aval

del otro o sin dárselo a conocer, no vale nada.
V. El principio de vid de nuestro matrimonio será el de la vida trinitaria de Dios.
Hay que vivir uno del otro, y el otro del uno, siendo cada uno la imagen más brillante

posible de lo que hay de más brillante en el otro: una procesión única, ininterrumpida

y eterna de Amor. Uno solo ser en tres personas: el marido, la mujer y su vida divina.
VI. Seremos como dioses el uno para el otro 
(cfr. Jn 10, 34).No consiste en idolatrar al otro, sino en respetarlo en cuanto hemos elegido llegar

a Cristo a través suyo. Considerar al otro como un dios es considerarse a sí mismo

como inferior, más débil, esclavo. En cada incomprensión, considerarse causa

de la incomprensión, considerar que los errores vienen de uno mismo y ver al otro

como puro e inmaculado. En ese sentido, cada aparición del otro será un momento

sagrado, y por eso e la familia la relación entre ambos seres será también sagrada.
VII. Ninguna palabra, pensamiento o acción quedará oculta 
(cfr. Mt 6, 6).Vivir en una única voluntad significa ya no vivir nunca solo. Es imposible ocultarse

algo a sí mismo. Tampoco en la pareja. Desde el momento en el que pensamos

no abrir nuestro corazón al otro sobre algo, viene el demonio y es un anuncio

de grandes males. Los sentimientos y las pasiones sugieren constantemente miles

de cosas que uno teme confiar a la otra parte. Pero no hay que confundir el Amor

con la vida sentimental y pasional, y el mejor modo de no perderse en estas últimas

es sacrificarlas por completo, con sufrimiento pero sin vergüenza, ofreciéndolas

por Amor al otro. A Dios no se le puede ocultar nada, y si hacemos del otro

nuestro camino para llegar a Dios, sería contradictorio ocultarle algo.
VIII. La desgracia de uno lo será de los dos, la alegría de uno lo será

de los dos (Suma Teológica I-II, 28, 2).Dos seres, cada uno con su personalidad, pero viviendo en una sola carne

y una sola voluntad, viven el doble de cosas y con intensidad doble. Vivir

el doble de alegrías es vivir el doble de Dios, compartir un hecho o una pasión

lo hace más intenso. Muertos a sí mismos, los dos seres de una pareja viven

la misma viva divina bajo la misma modalidad, no pueden por tanto vivir una

misma cosa de forma diferente.
IX. El alejamiento sólo puede ser temporal y material 
(cfr. Ps 138).Una misma carne, una misma vida divina y una misma voluntad en dos seres

no puede separarse, aunque ambos seres puedan estar alejados temporal

y materialmente. Viven una misma vida divina, pero esa vida divina es frágil

y el demonio de este mundo es fuerte. No conviene alejarse demasiado tiempo

ni demasiado a menudo, y es bueno que, estando separados, sólo piensen

el uno en el otro.
X. Sólo Dios juzga nuestros esfuerzos comunes y unidos hacia Él 
(cfr. Ps 138).San Pablo nos dice que los sufrimientos del tiempo presente no son nada

comparados con la gloria prometida. Pero a veces, durante ese largo y difícil

camino, Dios, en su infinita bondad, se permite visitarnos, y una sola de esas

visitas convierte toda desdicha en un capricho infantil. Así que en el camino

que quienes se aman han escogido, tanto para su misión familiar como para

apostolado en el mundo, tendrán que ser santos, pero no a los ojos del mundo,

sino a los ojos de Dios.

 

Vivien Hoch