miércoles, 1 de febrero de 2017

Oraciones...

¡Qué importante es la oración!

JuanPabloII y misericordia
Si Dios es importante en nuestras vidas, también lo es la oración, pues por medio de la oración tenemos la ayuda de Dios y de todo el Cielo.
No dejemos por nada del mundo la oración frecuente, diaria, abundante, porque todos los bienes fluyen por medio de la oración, y, dejándola, nos vemos enredados en problemas y males de todas clases.
Por supuesto que hay alguien que tiene muchísimo interés en que abandonemos la oración, o que al menos seamos muy tibios en ella: el demonio. Sí, efectivamente el diablo es el más interesado para que claudiquemos en nuestra oración diaria.
Y no es de extrañar que cuando comenzamos a dejar de lado la oración, el diablo no nos moleste, pues justamente eso es lo que él quiere, que nos entibiemos en la oración, y así, poco a poco, vayamos descendiendo por el camino que conduce al pecado.
En cambio cuando nos disponemos a rezar, notaremos que frecuentemente surgen inconvenientes o molestias provocadas por el Infierno para que abandonemos la oración.
Los apóstoles fueron vencidos en la tentación y en la prueba porque no siguieron el consejo del Señor: “Velad y orad para que no caigáis en tentación, porque el espíritu está dispuesto pero la carne es débil”. Así les dijo Jesús en el Huerto de los Olivos, pero ellos no obedecieron y fueron vencidos por la tentación.
Nosotros no somos más fuertes que ellos, que incluso estuvieron al lado de Jesús durante sus tres años de vida pública. Así y todo, fueron lastimosamente vencidos porque no rezaron. Y nosotros seremos también miserablemente vencidos por el Mal, si dejamos la oración, si no hacemos de la oración un compromiso diario, constante, ardoroso.
Rezando es como se solucionarán todos nuestros problemas. Porque a veces creemos que la solución a nuestras dificultades nos vendrán de los hombres, de las cosas. Sin embargo los problemas se solucionan de rodillas, es decir, rezando. Porque así le damos lugar a Dios para que intervenga poderosamente, y además, alejamos al diablo de nuestra vida y de las vidas de quienes amamos.
Éste es un tiempo de oración. Dejemos de lado tantas cosas inútiles con las que perdemos valiosos momentos, y dediquemos más tiempo a la oración, y veremos lo que son milagros en todos los órdenes de nuestras vidas y de las vidas de quienes amamos entrañablemente.
Todos se benefician si rezamos, en primer lugar nosotros mismos. Y todos se perjudican si dejamos la oración, primero nosotros mismos.