jueves, 15 de agosto de 2013

Catecismo...

Repasando el Catecismo

67. ¿Para qué fin ha creado Dios al hombre?
358-359
Dios ha creado todo para el hombre, pero el hombre ha sido creado para conocer, servir y amar a Dios, para ofrecer en este mundo toda la Creación a Dios en acción de gracias, y para ser elevado a la vida con Dios en el cielo. Solamente en el misterio del Verbo encarnado encuentra verdadera luz el misterio del hombre, predestinado a reproducir la imagen del Hijo de Dios hecho hombre, que es la perfecta «imagen de Dios invisible» (Col 1, 15).
 (Del Compendio del Catecismo de la Iglesia Católica)

Comentario:

Esta pregunta es de capital importancia, porque de su respuesta, depende cómo se encare la propia vida. Si no sabemos para qué hemos sido creados, seguramente no sabremos de dónde venimos, ni hacia dónde vamos, ni para qué estamos aquí o qué función cumplimos.
El mundo está muy equivocado en la concepción de la vida, creyendo que esta tierra es lo único que existe. Pero esto es lógico que sea así, ya que el príncipe de este mundo es el diablo.
Lo extraño es que a veces dentro de la misma Iglesia haya gente que piense como los mundanos, y vivan para la carne y para el mundo, sin tener en cuenta el más allá.
Y esto nos pasa incluso un poco a todos, porque es tal la vorágine del mundo moderno, con sus tecnologías y “encantos”, que constantemente nos está haciendo poner la mirada en el aquí y ahora, haciéndonos olvidar de lo permanente, que vendrá después de la muerte.
Dios nos ha creado para que seamos felices, pero para llegar a serlo tenemos que llevar la cruz en esta vida y luego en el Cielo nos esperará la Felicidad con mayúscula.
En cambio el demonio nos dice que tenemos que ser felices en este mundo, y para lograrlo hay que pisotear los Mandamientos, que no nos dejan desarrollar y “realizarnos”. Es la misma tentación que usó para Adán y Eva, y le viene dando buenos resultados: “Si coméis seréis como dioses”, y nosotros comemos y así somos infelices en esta vida, porque el pecado deja un sabor amargo; y seremos infelices también en la otra vida. Ésa es la dádiva que nos da el demonio y el pecado.
¡Alabado sea Dios!