sábado, 16 de agosto de 2014

Rezar...

TERMINANDO EL DÍA

Recemos de noche.

Es en la noche cuando se cometen más pecados, y es en la noche cuando hay que rezar para reparar por tanta maldad.
Quien pueda rezar algo después de la cena, tanto mejor, porque contribuirá a reparar por los pecados de los hombres. También Cristo rezaba especialmente a la noche hasta la madrugada. Nosotros quizás no podemos hacerlo, pero al menos cuando nos despertemos en la noche, elevemos una sencilla oración a Dios, hasta que nos volvamos a dormir. Y quien se anime, o sufra de un poco de insomnio, que aproveche la noche para rezar, que es la mejor reparación que se ofrece a Dios.
Si hacemos así, con nuestras oraciones nocturnas tal vez obtengamos la enmienda de muchos pecadores que, al levantarse al día siguiente, harán el propósito de enmendarse y comenzar una nueva vida.
Recemos cuando podamos, ya sea en el día o durante la noche, pero sepamos que nuestra oración es muy valiosa a los ojos de Dios y nos obtiene muchísimas gracias y favores celestiales y materiales a nosotros, a quienes amamos, y también al mundo entero.

Tibieza...

MEDITACIÓN DE HOY
Salir de la tibieza. 
Esto significa aquella amenaza del Señor a los tibios: ¡Ojalá fueras frío o caliente! Así, puesto que eres tibio, y no caliente ni frío, estoy para vomitarte de mi boca. Cosa chocante; dice: ¡Ojalá fueras frío!; pues ¿qué? ¿Vale más ser frío, es decir, privado de la gracia, que tibio? Sí; en cierta manera, es preferible estar frío, porque el frío puede fácilmente enmendarse, aguijoneado por la conciencia, en tanto que en la tibieza se hacen las paces con los pecados, sin cuidarse ni pensar siquiera en mudar de vida, y por esto se da casi por desesperada su cura. “El que cayó del fervor en la tibieza – dice San Gregorio- está desesperado”. Decía el venerable P. Luis de la Puente que él podía haber cometido innumerables faltas en su vida pero que nunca había pactado con ellas. Hay personas, al contrario, que se capitulan con sus faltas, de donde procede su ruina, especialmente cuando se trata del amor propio, de honras vanas, del exceso de allegar riquezas, de rencor o faltas de caridad, de aficiones menos honestas con personas de diferente sexo. Grande riesgo corren estas almas, según expresión de San Francisco de Asís, de que los cabellos se les truequen en cadenas que los arrastren al Infierno. En todo caso, no se santificarán y perderán la corona que Dios les tenía preparada de haber sido fieles a la gracia. El pajarillo, libre del lazo que lo sujetaba, presto toma vuelo y se remonta por los aires; igual acontece al alma libre de todo apego a las cosas terrenas; vuela hacia Dios, en tanto que un solo hilillo que la sujeta a la Tierra bastará para estorbarla para subir al cielo. ¡Cuántas personas espirituales no llegan a la santidad por no esforzarse en dar de mano a ciertas aficiones!  
“Práctica de amor a Jesucristo” – San Alfonso María de Ligorio