martes, 11 de agosto de 2015

Mensaje...

Mensaje sobre la reparación

La salvación de la Iglesia
El Salvador me pidió que rezara por aquellos que trabajaban incansablemente para Él. Cuando la gran obra de la reparación comenzó a florecer, Jesús me dijo con gran alegría:
– ¿Ves estas almas? Una sola alma, una sola fuerza, un solo corazón trabajan en ellos, y soy Yo. Mis sacerdotes le pusieron obstáculo al plan de la reparación, y sin embargo, sólo esta obra es la que ha impedido que Yo aniquile al mundo. En mi misericordia Yo no dejo fuera ni siquiera a los pecadores.
Y a las almas víctimas dijo:
–Amadas mías, no se escandalicen cuando vean la ingratitud del mundo y cuando Me ridiculicen y desprecien. No se desanimen. No hay resurrección sin crucifixión; pero mi victoria, mi reino y consuelo no demorarán.
(“La Victoriosa Reina del Mundo” - Sor Magdolna)
Comentario:
La balanza de la Justicia de Dios está muy inclinada hacia el mal, ya que el peso de los pecados del mundo es casi imposible de sostener. Entonces es necesario que los cristianos hagamos más sacrificios, porque siempre será una gran verdad que la cruz es lo que salva, es el sufrimiento lo que redime a las almas, aunque el mundo no lo quiera comprender.
Por eso nosotros, almas reparadoras, tenemos que tomar a pecho todo el pecado que hay en el mundo y que ofende mucho a nuestro Dios, y ofrecernos para aplacar la ira divina, y así este mundo sea salvado de la hecatombe.
Hay tiempo de gracia todavía, que Dios nos concede para que hagamos el bien, para que recemos y nos sacrifiquemos por nuestros hermanos, ya que ayer, como hoy, como siempre, son la oración y el sufrimiento lo que impiden las desgracias sobre la humanidad.
No quiere decir esto que debamos ofrecernos como almas víctimas, porque muchos de nosotros somos muy débiles para hacerlo. Pero sí podemos tachonar nuestra vida cotidiana de pequeños sacrificios, pequeñas renuncias a gustos y caprichos, y entonces así iremos ayudando a completar los sufrimientos que faltan a la pasión del Señor, y que Él, misericordiosamente, nos ha dejado a nosotros para que lo padezcamos y así como sufrimos con Él, también triunfemos con Él.