miércoles, 18 de enero de 2017

Fadellin Daraa...


Hablar...

Cómo hablar con los difuntos...

¡El duelo es fundamental! Pero de ningún modo duelo equivale a olvidar a alguien amado, y mucho menos a desconectar el dialogo de alma a alma, de corazón a corazón. Ese dialogo, cuando bien realizado, sin ser algo enfermizo o que altere lo normal de nuestra vida, es un acto de sanación que nos permite seguir viviendo en la esperanza del encuentro definitivo con ese ser amado.

El nombre de un ser amado no pasa jamás, porque nuestra alma perdura por toda la eternidad,  sin restricciones. Mi padre no era Juan, es Juan. Y así todos nosotros debemos comprender que nunca dejamos de ser quienes somos, y mucho menos al pasar a la eternidad. Así, el nombre de un ser amado no era, es. Ese ser amado está hoy más presente que nunca, más atento que nunca, abierto y despierto en todo momento a nuestras oraciones, porque las almas pueden responder a nuestras oraciones intercediendo ante Dios por nuestras necesidades. Nuestro dialogo y suplicas llegan así directo al Corazón de Dios a través de la intercesión de los santos y los ángeles, y de Maria en modo particularmente efectivo.

Madre mía, Reina del Cielo y de la Tierra, hoy cierro los ojos y siento claramente la esperanza del encuentro con mi ser amado, y allí se desvanecen las limitaciones del tiempo y del espacio, para poder así unirme en un abrazo que es anticipo de la promesa que nos espera, a ambos. Sin miedos, sin desesperanza, sin separarnos más, por siempre y para siempre.