domingo, 4 de enero de 2015

Diario vivir...

Diario vivir

Separaciones. 
No estamos en el Cielo todavía, y por eso aquí en la vida de la tierra hay separaciones. Los hijos que se marchan de junto a sus padres, los hermanos que van cada cual por su camino. Y esa es la ley de la vida. No podemos estar siempre juntos, como cuando éramos pequeños y nos reuníamos todos alrededor de nuestros padres y nuestros abuelos y tíos. Pero nos queda el consuelo de que alguna vez estaremos reunidos ya para siempre en el Cielo, si hacemos las cosas bien y cumplimos los Mandamientos.
¡Qué grandísima alegría tendremos aquel día, cuando ya nada ni nadie, nos podrá volver a separar jamás! Para siempre unidos a quienes amamos entrañablemente.
Pensemos en ese momento, suspiremos por ese encuentro anhelado, porque para eso nos ha creado Dios, y si Él permite las separaciones aquí en la tierra, es porque sabe que un día no muy lejano nos dará la verdadera unión y comunión con nuestros seres queridos, amigos, parientes, vecinos, etc.
La muerte también nos arrebata a quienes amamos, pero recemos para que esa muerte no sea definitiva, sino que sea sólo una separación transitoria para que después, en la eternidad, nos volvamos a encontrar unidos para siempre.
Jesús, que es Dios, también quiso pasar, Él más que ninguno, el dolor de las separaciones. Primero y principal se tuvo que separar de Dios Padre. El Verbo eterno tuvo que dejar el Cielo para venir a la Tierra a sufrir y a morir de la muerte más atroz.
También el Señor, al comenzar su vida pública tuvo que dejar a su Madre sola. Y antes padeció la pérdida de su Padre adoptivo, San José, que murió antes de que Jesús se manifestara al mundo.
Y así, quienes vamos viviendo y hemos pasado ya la adolescencia y la juventud, vamos cayendo en la cuenta de que esta vida terrena es una sucesión de separaciones. Pero ¡tengamos ánimo!, porque esto no quedará así, sino que Dios nos tiene preparado el banquete eterno, las vacaciones para siempre, donde ya no habrá llanto, ni luto, ni tristeza alguna, y todo será felicidad y alegría por los siglos de los siglos.
En el Nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.