martes, 22 de enero de 2013

Verdades...


Verdades olvidadas

Se muere una sola vez. 
Pero lo más serio del caso, señores, es que moriremos una sola vez. Lo dice la Sagrada Escritura y lo estamos viendo todos los días con nuestros ojos. Nadie muere más que una sola vez. Es cierto que ha habido alguna excepción en el mundo. Ha habido quienes han muerto dos veces. En el Evangelio, por ejemplo, tenemos tres casos, correspondientes a los tres muertos que resucitó Nuestro Señor Jesucristo. Santo Domingo de Guzmán, el glorioso fundador de la Orden a la que tengo la dicha de pertenecer, resucitó también tres muertos. San Vicente Ferrer y otros muchos Santos hicieron también este milagro estupendo. Pero estas excepciones milagrosas son tan raras, que no pueden tenerse en consideración ante la ley universal de la muerte única. Moriremos una sola vez. Y en esa muerte única se decidirán, irrevocablemente, nuestros destinos eternos. Nos lo jugamos todo a una sola carta. El que acierte esa sola vez, acertó para siempre; pero el que se equivoque esa sola vez, está perdido para toda la eternidad. Vale la pena pensarlo bien y tomar toda clase de medidas y precauciones para asegurarnos el acierto en esa única y suprema ocasión. Yo quisiera, señores, haceros reflexionar un poco en torno a la preparación para la muerte.
Podemos distinguir dos clases de preparación: una, remota, y otra, próxima.
Llamo yo preparación remota la de aquel que vive siempre en gracia de Dios. Al que tiene sus cuentas arregladas ante Dios, al que vive habitualmente en gracia, puede importarle muy poco cuáles sean las circunstancias y la hora de su muerte, porque en cualquier forma que se produzca tiene completamente asegurada la salvación eterna de su alma. Esta es la preparación remota.
Preparación próxima es la de aquel que tiene la dicha de recibir en los últimos momentos de su vida los Santos Sacramentos de la Iglesia: Penitencia, Eucaristía por Viático. Extremaunción, e, incluso, los demás auxilios espirituales: la bendición Papal, la indulgencia plenaria y la recomendación del alma. Esta es la preparación próxima.
Combinando y barajando estas dos clases de preparación podemos encontrar hasta cuatro tipos distintos de muerte: sin preparación próxima ni remota; con preparación remota, pero no próxima; con preparación próxima, pero no remota, y con las dos preparaciones.
Vamos a examinarlas una por una. 


Un amigo...


Un buen amigo

Si mueres antes que yo, pregunta si puedes
llevar contigo a un amigo.
Si vives cien días, yo quiero vivir 100 menos uno,
para no tener que vivir sin tí.
Los verdaderos amigos son como la salud;
nunca conoces su gran valor hasta que la pierdes.

Un verdadero amigo es quien entra
Cuando el resto del mundo sale.
Mi padre solía decir que, cuando uno muere,
si tienes 5 verdaderos amigos,
entonces has tenido una vida grandiosa.

Si todos mis amigos fueran a saltar
desde un puente, yo no saltaría con ellos,
sino que iría abajo a esperarlos.

Sostén a un buen amigo con ambas manos.
Sostente en mí, yo me sostendré en ti
y estaremos bien.

La amistad en una mente en dos cuerpos.

No camines frente a mí, que tal vez no te siga.
No camines detrás mío, que tal vez no te guie.
Camina siempre a mi lado y sé mi amigo.

Todos escuchan lo que dices.
Los amigos escuchan todo lo que tú dices.
Los mejores amigos escuchan lo que tú no dices.

Un amigo es alguien que conoce la canción
que retumba en tu corazón, y puede cantarla
cuando tú no recuerdas la letra.

Todos tomamos diferentes caminos en la vida
pero no interesa a dónde vayamos, porque
siempre llevamos con nosotros un poco
de cada persona, de cada amigo.

Los amigos son la manera en que Dios
cuida de cada uno de nosotros.

Los extraños son amigos en potencia,
esperando por suceder.
Los amigos son esas mordidas de jamón
delicioso dentro de la ensalada de la vida.