sábado, 15 de abril de 2017

Solos...

Más vale solos…

El dicho popular dice: “Más vale solos, que mal acompañados”. Y en estos tiempos debido a una extensión de los errores y a entender mal el amor a Dios y al prójimo, se nos quiere hacer creer que no debemos discriminar, sino juntarnos con todos, sean buenos o malos, justos a pecadores, sanos o enfermos.
Y si efectivamente no hay que discriminar injustamente ni hacer acepción de personas al igual que lo hace Dios, lo que quiere decir discriminar es justamente elegir, hacer elección. Y en un cajón de manzanas, si el verdulero no discrimina la manzana podrida, pues muy pronto tendrá el cajón de manzanas completamente podrido.
Ahora se nos dice que tenemos que juntarnos con todos, porque somos cristianos y Cristo comía y compartía con los pecadores. Pero Cristo era Cristo, y nosotros somos débiles. Aparte el Señor lo hacía porque quería salvar a los pecadores y veía en el interior de ellos el deseo de conversión. Y además Él era Dios, y podía muy bien exponerse al mal porque el mal no lo puede dañar.
En cambio a nosotros, pobres mortales, el mal no nos deja indiferentes, y si nos exponemos a juntarnos con los malos, con los pecadores, con los impuros, terminaremos también nosotros siendo como ellos.
Con el pretexto de que no hay que discriminar, y enseñando equivocadamente desde los púlpitos que hay que amar a todos, resulta que se nos pone en camino para que juntándonos con los malos, perdamos la gracia y la fe.
¿Nunca nos ponemos a pensar por qué el Señor envió al principio a sus apóstoles sólo a la tierra de Israel y no a los samaritanos o paganos? Sencillamente lo hizo porque los apóstoles no estaban preparados y habrían sucumbido.
Nosotros, la gran mayoría de nosotros, no estamos preparados para “meternos” entre los malos, porque no sólo que no los convertiremos, sino que terminaremos nosotros siendo peores que ellos, o al menos con gran peligro de ello.
El mundo se va haciendo cada vez más malvado, y las cinco jóvenes prudentes de la parábola de las diez vírgenes, no quisieron dar de su aceite a las necias, porque no alcanzaría para todas. Y no fueron egoístas.
Llega el momento de que hay que custodiar lo que uno tiene, la fe que tenemos que es como una llama, y que el viento de la maldad del mundo quiere apagar. No alcanzará el aceite para todos. Que los demás lo vayan a comprar a otra parte. Nosotros tratemos de cuidar lo que tenemos, porque no somos fuertes, sino que estamos debilitados, y quizás baste un pequeño empujón para caer miserablemente.
El dicho: “Dime con quién andas y te diré quién eres”, no es un invento moderno sino que es una gran verdad. Pensemos en estas cosas.