lunes, 26 de noviembre de 2012

Mes de la Virgen María...


DÍA VEINTE (26/NOV)
De la confesión
CONSIDERACIÓN. – Cuando se ha tenido la desgracia de ofender a Dios, no se está
absolutamente, condenado sin remedio. Mientras tengamos un soplo de vida, nos es posible obtener el
perdón por la confesión humilde de nuestras faltas, un arrepentimiento sincero de haberlas cometido y la
firme resolución de no recaer en ellas; porque si hay, en el umbral de la otra vida, el temible tribunal
donde sede la justicia misma, tenemos otro, aquí abajo, presidido por la misericordia y María, refugio de
los pecadores, parece conducir Ella misma a sus hijos culpables a los pies del sacerdote, que ha recibido
del Divino Maestro el poder de absolvernos.
La confesión es, en efecto, un verdadero juicio. Nos acusamos nosotros mismos al Ministro del
Señor. Si nuestras disposiciones son suficientes, de parte de Dios, él nos absuelve y por los méritos de la
preciosa sangre del Salvador, nuestra alma encuentra la pureza que había perdido.
¿Por que, pues, todos los hombres no comprenden nada la inmensa gracia que se nos ha acordado
por el sacramento de la penitencia? ¿De dónde puede venir la repulsión y el miedo que tantos pecadores
experimentan, cuando les sería tan ventajoso aproximarse al confesionario, sino de los esfuerzos del
demonio, de ese enemigo de todo bien, que quiere impedir a esas almas culpables escapársele? Y sin
embargo ¡qué paz, qué calma, se extienden en ellas después de una buena confesión!
EJEMPLO. – Escuchemos a un oficial del ejército de Luis XV, quien, tocado por la gracia, oyendo
al célebre Padre Bridaine, predicar durante una misión, resolvió convertirse. Se confesó con el más
sincero arrepentimiento. Le parecía, saliendo del confesionario, que había sacado de sobre su corazón, un
peso insoportable.
Lloraba de alegría: “Yo, no he gustado en mi vida, decía, de un placer tan puro, tan dulce, que aquel
que pruebo desde que he entrado en gracia de mi Dios. No creo que nuestro rey pueda ser más feliz que
yo, no, en todo el resplandor que rodea su trono, en medio de todos los placeres que lo rodean, él no está
tan contento ni tan gozoso como yo lo estoy, después que he dejado el horrible fardo de mis pecados.
No cambiaría mi suerte por todos los placeres, el fausto, las riquezas, de todos los monarcas del
mundo”.
PLEGARIA DE SANTO TOMÁS DE AQUINO. - ¡Oh Madre mía! Vos, la Abogada de los
pecadores, venid en mi auxilio, defendedme de los malignos espíritus y como la gloriosa pasión de
vuestro Hijo bendito y vuestra propia intercesión me han dado la esperanza, obtenedme el perdón de mis
pecados y la gracia de morir en vuestro amor y en el de Jesús. Conducidme también por el camino de la
salvación y de la felicidad eterna. Así sea.
RESOLUCIÓN. – Me confesaré la víspera de las grandes fiestas de la Iglesia y para ello me
prepararé con gran cuidado.
JACULATORIA. – Virgen clemente, rogad por nosotros.