viernes, 22 de enero de 2016

Misericordia...

Entrañas de misericordia.

El Verbo de Dios ha querido encarnarse y hacerse hombre en Jesucristo para compadecerse de los hombres. 
Efectivamente Dios conoce todas las cosas, pero quiso hacerse hombre para experimentar el sufrimiento y las tentaciones y miserias de la condición humana, no para condenarlas, sino para tener misericordia de nosotros los hombres que las padecemos. 
Así que no tengamos miedo de que Dios sea un Dios castigador, porque el atributo más grande de Dios es la Misericordia. Dios sólo castiga cuando se ve obligado a ello, pero de lo contrario usa siempre de infinita Misericordia para todas sus criaturas. 
No tengamos miedo de Dios, hayamos hecho lo que hayamos hecho, el Señor siempre nos comprenderá y compadecerá, y estará dispuesto a perdonarnos si nos arrepentimos y tenemos la voluntad de no pecar más. 
Cristo bien sabe qué fácil es para el hombre quedar encantado por la serpiente infernal, por el Seductor, y sabe tener compasión por las almas. 
Jesús ha muerto con los brazos abiertos para demostrarnos que esos brazos están dispuestos a recibir a cualquiera, a todos, sin distinción. 
Verdaderamente los hombres no conocemos a Dios, o le conocemos muy mal, porque es fácil para nosotros considerar su Justicia, pero desconfiamos de su Bondad infinita. 
Y justamente nuestra salvación está en confiar en la Bondad y Misericordia divinas, porque de ellas tenemos absoluta necesidad para salvarnos y vivir felices en la vida, y marchar a la muerte con paz en el alma. 
Jesucristo sufrió las mismas tentaciones que nosotros, y sabe muy bien la lucha que se desarrolla entre cada alma y el Maligno. Jesucristo venció todas las asechanzas del Infierno, pero sabe tener piedad por los débiles que caen bajo el yugo del demonio. 
Así que no desconfiemos de Dios y de su bondad, aunque hayamos cometido los pecados más graves, hay perdón para nosotros, si nos arrepentimos y pedimos perdón a Dios, con el propósito de confesarnos con el sacerdote. 
Recordemos que la Misericordia de Dios puede hacer de un gran pecador un gran santo. 
Estamos a tiempo todavía, pues si vivimos en este mundo, es aún el tiempo de la Misericordia, y Dios nos está esperando con los brazos abiertos. No dilatemos más este encuentro entre nuestra alma y Dios, que nos traerá paz y alegría a nuestra alma, y felicidad a Dios y a sus ángeles, porque hay gran fiesta en el Cielo por un pecador que se arrepiente. 
Y luego que Dios nos perdone, tengamos también nosotros para con los demás, entrañas de misericordia, perdonando a todos y no juzgando ni condenando a ninguno.