jueves, 16 de noviembre de 2017

Felicidad...

Es tan grande la felicidad…

Es tan grande la felicidad que nos espera en el Cielo, que todos los sufrimientos y contrariedades de esta vida, no tienen comparación con la alegría y felicidad que nos tiene preparadas el Señor para toda la eternidad.
Los Santos veían estas cosas y saltaban de gozo cuando les llegaba alguna cruz o padecimiento, pues sabían que esa prueba no quedaría sin premio en el más allá. ¡Y es para siempre!
Efectivamente sería muy bueno para nuestro ánimo el considerar frecuentemente el pensamiento del Cielo, para avivar nuestra esperanza y tener coraje y valor para enfrentar y sobrellevar las cruces de nuestras vidas.
Pensemos siempre en el Paraíso que nos espera, que pronto lo poseeremos, pues esta vida terrena, aunque sea larga, es una nada comparada con la eternidad de gozo que Dios nos tiene preparada.
Así que si estamos bien, demos gracias a Dios; y si estamos mal o sufriendo, demos también mayores gracias a Dios, puesto que ese dolor nos acarrea un mayor grado de gloria en el más allá, y será para siempre, por los siglos de los siglos estaremos sumergidos en una felicidad que ni ojo vio, ni oído oyó, ni vino jamás a la mente del hombre, la grandísima felicidad que Dios tiene preparada para los que lo aman y cumplen sus mandamientos.
Ante tanta tristeza como nos causa el mundo, con sus noticias funestas y con las amargas acciones de los hombres, elevemos la mirada y posémosla en el lugar de delicias que nos espera al final de nuestra vida. Así viviremos ya pregustando ese sabor de Paraíso, y tendremos fuerzas para arrostrar los sinsabores y dolores de este mundo.
Recordemos que Cristo ha resucitado y está en medio de nosotros, acompañándonos y alentándonos para que sigamos en la buena senda, y que al final nos espera para darnos el premio eterno por haber combatido valerosamente.
En estos tiempos tan malos y amargos, es necesario elevar frecuentemente la mirada a aquel lugar de delicias que nos espera en el Cielo, porque tenemos necesidad de consuelo y valor para continuar en la prueba de la vida.