domingo, 17 de marzo de 2013

Reflexiones del Evangelio...


El Señor levanta del polvo al desvalorizado, alza de la basura al pobre[1] [Salmo 112113.7] 
                                                                                                             
Entonces el Señor Dios modeló al hombre con polvo del suelo y sopló en sus narices un aliento de vida. Y el hombre se convirtió en un ser viviente
Tantas veces, cansado, desalentado, te habrás dicho a ti mismo o se lo habrás confidenciado a quien te quiere: “no doy más, estoy hecho polvo”.
En otros momentos, lleno de bronca y con ganas de revancha, exclamas: “me la vas a pagar, te voy a aplastar, te voy a hacer polvo”.
Lo bueno y lindo que has logrado en la vida, ¿dónde quieres que quede consignado para eterna memoria?, ¿cincelado sobre piedra?, ¿en el mármol?, ¿en el bronce?, ¡ciertamente no en el polvo de las calles y plazas que todos pisotean y que al menor viento queda borrado y, por ende, olvidado!
Eso que llevas escondido en lo más secreto de tu alma: traiciones, agachadastrastadas, miserias,…, esas cosas que nte animas a decírselas a nadie, esas que te avergüenzan tan profundamente y que,- ¡de saberse  y publicarse! -, harían polvo tu buen nombre, ¿Dónde quieres que queden consignadas?, ¿en el suelo o en el cielo?
¡Preferible caer en manos de Dios que en manos de los hombres!
En plena explanada del Templo de Jerusalén y muy de mañanita, Jesús, ya cercanísimo a su Pasión y a su Pascua (¡se nos habla del Monte de los Olivos!), viene a enseñarnos las enseñanzas de Dios… Y los humanos pretendemos enseñarle a aplicar sin atenuantes la Ley, ¡la de Dios!, ¿la de Dios?, ¿la de qué Dios?, ¿la del Señor-Dios que cuando Moisés quiso mirarlo de frente, escuchó de espaldas: El Señor es… clemente y misericordioso, lento a la cólera y rico en piedad; el Señor es bueno con todos, es cariñoso con todas sus criaturas?
Señalamos, y con saña nos ensañamos con los y las que son como esos, como esas y se los llevamos al Rabí de Galilea, tendiéndole una trampa; son aquellos que hemos descubierto en falta, y cuya maldad nos encanta desnudar, para que quede bien patente.
Ojos inquisidores que indagan, espían, ven y descubren, manos que ya tienen la sentencia lista y preparada: las piedras hablarán su lapidario lenguaje pulverizando al culpable, aplastando a aquellos que previamente nuestros corazones de piedra habían hecho polvo….
¡Te agarramos Rabí, no tienes escapatoria! ¡Te hicimos polvo! ¿Dónde queda ahora tu antigua misericordia, tú que perdonas y comes con los pecadores y hablas siempre de tu Padre…?    
      Cuando apuntas a otro con el dedo, recuerda que tres dedos de tu propia mano apuntan hacia ti [proverbio inglés].
            Jesús se inclina y escribe en el polvo. ¿Qué es lo que escribe? ¿Y tú que preferirías? ¿Dónde quisieras que escribiera mis pecados?, ¿y,…, los tuyos?, ¿los míos en el suelo y los tuyos en el cielo?, ¿o a la inversa?
Jesús no mira a la mujer, no mira a nadie, está inclinado hasta tocar el polvo con el dedo; cuando se levante su mirada nos taladrará hasta lo más recóndito, hasta nuestros escondites más secretos: el que entre ustedes no tenga pecado, que tire la primera piedra. El taladro de su palabra penetró hasta nuestros corazones de piedra y las piedras se nos van cayendo de las manos y uno a uno nos vamos yendo, habiendo descubierto en nuestras propias conciencias los tres dedos que señalan hacia nosotros, dedos que Dios bien conoce.
E inclinándose, siguió escribiendo con el dedo en el polvo. Jesús se abaja, está a nuestros pies, amándonos hasta la exageración, como cada Jueves santo, como en cada eucaristía,  lavándonos los pies, lavándonos el alma, diluyendo nuestros pecados al escribirlos en el polvo, dispuesto él a hacerse pecado, a hacerse polvo en la Pasión, en la Cruz, para que nuestros nombres,- ¡no nuestros pecados! -, queden para siempre indeleblemente escritos en el corazón de Dios, su Padre y nuestro Padre.
quedan solos la mujer y Jesús. Jesús se levanta, se pone en pie, como subrayando la dignidad de quien tiene en frente. Nadie es para Jesús una de esas, el Maestro cubre su desnudez,- había sido atrapada en flagrante adulterio -, con esa mirada suya que es mejor que el mejor de los mantos; mirada llena de luz y de amor que te devuelve tu dignidad de hijo, de hija, de hermana, de mujer y de madre. ¡La llama MUJER!  En el Evangelio de Juan,- ¡en el que providencialmente aterrizó esta perla entre las perlas del Evangelio! -,  Jesús llama así a María su madre… La toda santa e inmaculada recibe ese mismo nombre: ¡Mujer! 
No, no estoy blasfemando: estoy atisbando ese inmenso amor pascual de Jesús, capaz de transformar a la humanidad pecadora, que en la Escritura tantas veces tiene la figura de una mujer adúltera, en santa e inmaculada…, transformación de la que es anticipo, prenda y garantía María inmaculada: Bendito sea Dios, el Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos ha bendecido en Cristo con toda clase de bienes espirituales en el cielo, y nos ha elegido en él, antes de la creación del mundo, para que fuéramos santos e inmaculados en su presencia, por el amor.


[1] Elevación sobre la Palabra del 5º Domingo de Cuaresma: 17 de marzo 2013.
P. Max Alexander
Que tengas un buen fin de semana
                                                                         Saludos