miércoles, 11 de enero de 2017

Dificultades...

A pesar de todo.

Con las dificultades de la vida puede sucedernos a veces que perdamos un poco la confianza en Dios. Es entonces el momento de tomar fuerzas y decirle al Señor: “A pesar de todo, creo. A pesar de todo, espero. Te amo a pesar de todo”.
Si hacemos así, entonces una veta de dulzura y consuelo se depositará en nuestro corazón, y descubriremos que Dios nos ama y sólo quiere nuestro bien.
No es Dios quien nos hace sufrir ni quien nos pone pruebas en la vida. Sino que los sufrimientos y pruebas vienen del Maligno, que quiere que lleguemos a odiar a Dios, a maldecirle, como lo vemos muy claramente en el libro de Job en la Biblia.
Debemos tener en claro que Dios nos ama infinitamente. Y si alguna vez nos vinieran dudas de ello, no tenemos más que mirar la Cruz de Jesús, y al pie de la Cruz a su Madre, la Santísima Virgen. ¿Qué injusticia fue mayor que la crucifixión de Jesús? ¿Y qué dolor y abandono fue mayor que el de María en el Calvario? Sin embargo no hay criaturas a las que Dios ame más que a Jesús y a María. Y además, Jesús es Dios mismo. El Padre eterno ama a su Hijo Unigénito como amor infinito, y sin embargo vemos cómo sufre el Señor, infinitamente.
Entonces tenemos que saber que cuando más somos elegidos de Dios, y cuando más amamos al Señor, suele ser entonces que más debemos sufrir, porque el Infierno nos tiene celos y trata por todos los medios de hacernos claudicar.
Pero debemos saber que el sufrimiento, ofrecido y aceptado, es semillero de buenas obras, de lluvia de gracias para muchos, entre los cuales están aquellos a quienes más queremos.
Aprendamos del justo Job a no maldecir a Dios por lo que nos sucede, sino todo lo contrario, hacer un acto de fe, esperanza y caridad diciéndole al Señor que creemos, esperamos y Lo amamos a pesar de todo. Y entonces preparémonos para cuando suene la hora de Dios, porque este acto heroico que hacemos, a veces derramando lágrimas y hasta sangre, no quedará sin premio en el Corazón de Dios, que sabrá darnos la victoria en el momento oportuno.
¡Felices nosotros si comprendemos estas cosas, y aunque el mundo se burle de nuestra tozudez en seguir confiando en Dios a pesar de todo, el premio que obtendremos será maravilloso!
Si alabamos a Dios a pesar de lo malo que nos pueda pasar, entonces estamos muy adelantados en el camino de la perfección, y Dios tomará eso en cuenta, y nos dará un alivio oportuno. Porque también Jesús y María, dentro del dolor y soledad, tuvieron un alivio. El saber que hacían la voluntad de Dios, era uno de esos alivios. Y pequeños detalles que sólo conoceremos en el Cielo, detalles con que Dios Padre consoló a las Víctimas del Calvario.
Confiemos en Dios y adelante siempre. Si no podemos volar, corramos. Si no podemos correr, caminemos o arrastrémonos. Y si tampoco podemos arrastrarnos, al menos señalemos con el dedo índice el Cielo, meta a la que estamos llamados, y que lograremos después de la prueba que es la vida sobre la tierra.
¡Ave María Purísima!
¡Sin pecado concebida!