viernes, 10 de enero de 2014

Comenzando el día...

COMENZANDO EL DÍA

Ni poco ni mucho.

En el día que comenzamos no tendremos que hacer ni poco ni mucho, sino más bien deberemos hacer lo que Dios quiere que hagamos, es decir, su voluntad. Porque como bien dice San Juan Bosco: “Hace mucho el que hace poco, pero hace lo que debe. No hace nada el que hace mucho, pero no hace lo que debe hacer”.

Y para conocer y saber qué es lo que debemos hacer hoy, es necesario que seamos hombres y mujeres de oración, porque es a través de la oración que el Señor nos va iluminando y dando a conocer su Voluntad.

Entonces dediquemos un tiempo en el día a la oración, especialmente a la mañana, al levantarnos, hagamos un momento de oración, para que el Señor nos ilumine en lo que debemos hacer, y lo que tenemos que evitar.

Mirando la realidad y anclados en ella, iremos haciendo lo que Dios quiere en cada momento.

Dios los bendiga, amén...

Friday and weekend...

hola, les deseo muy buenos días a todas mis amistades...
un felíz viernes y un hermoso fin de semana...
recordándoles de que todo tiempo...
es bueno para amar y dejarse amar...
Dios los bendiga, amén...

Hello, I wish very good morning to all my friends ...
a happy Friday and a beautiful weekend ...
reminding them that every time ...
is good to love and be loved ...
God bless you, Amen ...

Mensaje...

Mensaje sobre la misericordia
Todos podemos cambiar. 
9-10-84                                                                                                         320 
El Señor que formó el universo, ¡cómo no podría reformar vuestra manera de pensar! ¡Cómo no agrandaría esa pequeña luz que tenéis encendida en vuestro ser! El lo puede hacer.
Si un hijo se asfixia no le negará el aire, si tiene sed, no le negará el agua, la misericordia del Señor os llega a todos y todos la necesitáis. Gloria al Señor.
 (Mensaje de María del Rosario de San Nicolás)  
Comentario: 
Un grave error que cometemos a veces es el creer que ya no podemos cambiar más, pues somos mayores o ancianos, y nos parece que ya es imposible modificar ciertos hábitos y practicar la virtud. Pero esto es una astucia del enemigo, que nos quiere dejar anclados en el pecado. Nosotros debemos recordar que para Dios no hay imposibles. Y para quien cree en Dios y confía en Él, tampoco hay imposibles.
San Agustín dice que hay que hacer lo que uno buenamente pueda, y que lo que no pueda hacer, se lo pida al Señor. Y así tenemos que actuar nosotros, porque la santificación depende más de Dios que de nosotros mismos.
Hasta el último momento de nuestras vidas podemos cambiar. Es más, muchas, muchísimas almas sólo cambian y se vuelven a Dios en el momento final, justo antes de la muerte. Y éstos son los salvados por la Misericordia de Dios, y alabarán a Dios por los siglos de los siglos, porque fueron doblemente salvados: por Justicia, cuando Cristo murió por ellos; y por Misericordia, cuando los perdonó y los hizo volver a Él.
Pero esto también nos debe ayudar a nosotros, que más o menos estamos en el camino correcto, y que tal vez, por gracia de Dios, ya no cometemos pecados graves; ya que a veces nos sucede que rezamos por alguien y vemos que nunca cambia, que siempre sigue igual, con los mismos defectos, o aún peores. No desmayemos, porque Dios tiene sus tiempos y las almas también. Basta que antes de la muerte esa alma se vuelva a Dios, y habremos triunfado.

No nos descorazonemos por los aparentes escasos frutos de nuestro apostolado y oración, porque no sabemos cómo terminará todo. En cuanto a nosotros tratemos de ser fieles hasta el fin, y recordemos que Dios premia, no por los frutos, sino por el trabajo y el esfuerzo realizado.