martes, 24 de octubre de 2017

Hacer...

Todo lo que hicisteis a mis hermanos…

Todo lo que hicisteis a mis hermanos, a Mí me lo hicisteis, dice el Señor.
Por eso qué cuidadoso debe ser todo nuestro obrar. Cómo debemos hacer el bien y a ninguno el mal, pues lo que hacemos al prójimo, se lo hacemos al mismo Cristo.
Recordemos que todas nuestras obras serán llevadas a juicio, y nada escapará a los ojos de Dios: ni el bien realizado, ni el mal. Como así también será pesado en la balanza lo que no hicimos pudiendo hacerlo, y lo que dejamos de hacer.
Si recordáramos a cada instante que Dios nos mira continuamente, ¡qué santo sería todo nuestro obrar, nuestras miradas, nuestros pensamientos y palabras! Pero a veces nos olvidamos de ello y es ahí donde prestamos oídos a la seducción, al tentador, que nos induce a cometer el mal, a pecar.
Dios no quiere que olvidemos que seremos premiados o castigados por nuestra conducta. Efectivamente Dios pagará a cada uno según sus obras.
¡Ay del que haya hecho daño al prójimo! ¡Y mucho peor castigo merecerá, si ese prójimo era débil, pobre, niño, enfermo, necesitado!
En cambio ¡qué gran premio tendrá quien haya hecho bien a su hermano, incluso a sus enemigos! No sólo en el Cielo Dios se lo premiará, sino que ya aquí en la tierra ese tal gozará de una gran paz y consuelo, sabiendo que Dios lo mira complacido, y que la mirada benigna de Dios está sobre él y le bendice.
Estamos a tiempo todavía. Aún no hemos muerto y no hemos sido juzgados. Si hemos obrado mal en el pasado, es tiempo de empezar a obrar bien, con todos, y reparar por el mal cometido haciendo buenas obras.
Dios nos espera en el Cielo y tiene preparado un lugar de delicias para nosotros. No lo perdamos con una vida de pecado y de maldad. Tomemos el aceite del consuelo y el vino que medica, y consolemos a todo el que sufre en el cuerpo o en el alma, recordando aquella promesa y bienaventuranza del Señor: “¡Felices los misericordiosos, porque obtendrán misericordia!”. ¿Y quién no necesita, en este mundo, de la misericordia de Dios y del prójimo?
Hagamos el propósito de ser buenos, de obrar bien, de ser compasivos, porque ésa es la voluntad de Dios: que empleemos nuestra vida para ganarnos el Cielo, siendo misericordiosos con todos y haciendo el bien. Que Dios nos dé su fuerza para llevarlo a cabo.