domingo, 13 de enero de 2013

Reflexiones del Evangelio...


Los Padres de la Iglesia nos iluminan

Dios en la tierra, Dios entre los hombres. Ya no es aquel que proclama su ley en medio de relámpagos, al son de trompetas sobre la montaña humeante, desde el interior de la oscuridad de una terrible tormenta, sino el que con dulzura y bondad en cuerpo humano conversa con sus hermanos de raza. ¡Dios en la carne! Ya no es el que actúa en ocasiones, como con los profetas, sino el que asume plenamente la naturaleza humana y, por medio de su carne que es la de nuestra raza, eleva así a toda la humanidad.
                                                                                                                                                                  Dirás: ¿Cómo ha venido la luz a todos por medio de uno solo? ¿De qué manera está la divinidad en la carne? Como el fuego en el hierro: no desplazándose sino comunicándose. En efecto, el fuego no se lanza hacia el hierro, sino que, permaneciendo en su lugar, le comunica su propia fuerza. Con lo cual él no ha quedado disminuido en nada sino que llena enteramente al hierro que se comunica. De la misma manera, Dios, el Verbo, que puso su morada entre nosotros, no salió fuera de sí mismo; el Verbo que se hizo carne no quedó sometido al cambio; el cielo no se vio privado de aquel que lo contenía y la tierra recibió en su propio seno al que está en los cielos...                                                                  
Penétrate de este misterio: Dios vino en carne para matar a la muerte que se oculta en ella. De la misma manera que los remedios y las medicinas triunfan de los factores de corrupción, cuando son asimilados por el cuerpo, y de la misma manera que la oscuridad que reina en una casa se disipa con la entrada de la luz, así la muerte que tenía en su poder a la naturaleza humana fue aniquilada con la llegada de la divinidad. Lo mismo que en el agua el hielo se forma a costa de ella mientras es de noche y se extiende la oscuridad, pero se disuelve al salir el sol, por el calor de sus rayos: así la muerte reinó hasta la llegada de Cristo; pero cuando apareció la gracia salvadora de Dios y se elevó el Sol de justicia, la muerte fue absorbida por esta victoria, no habiendo podido soportar la coexistencia con la vida verdadera. ¡Oh profundidad de la bondad de Dios y de su amor a los hombres!...
Cantemos gloria con los pastores, bailemos a coro con los ángeles porque hoy nos ha nacido un Salvador, que es Cristo Señor. Es el Señor que se nos apareció, no en su condición divina, para no espantar nuestra debilidad, sino en la condición de esclavo, para liberar al que estaba reducido a servidumbre. ¿Quién tendrá un corazón tan bajo y tan ingrato como para no gozar y saltar de alegría por lo que sucede? Es una fiesta común de toda la creación... Nosotros también proclamamos nuestra alegría; a nuestra fiesta le damos el nombre de teofanía. Festejemos la salvación del mundo, el día en que nace la humanidad. Hoy ha quedado eliminada la condenación de Adán. Ya no se dirá en adelante: Eres polvo y en polvo te convertirás, sino: “Unido al qué está en los cielos, serás elevado al cielo”

P. Max Alexander


Que tengas un buen fin de semana
Saludos


sábado, 12 de enero de 2013

Tema de hoy...


Tema de hoy

Secundar a Dios. 
Dios no suele hacer violencia a la criatura, sino que Él invita a seguirle, pero depende de la criatura el aceptar esa invitación. Por eso nosotros debemos estar atentos al llamado de Dios, a las inspiraciones del Espíritu Santo, que nos motivan a dejar la vida fácil y adentrarnos en la vida de santidad.
Si hacemos así, entonces muy pronto estaremos recorriendo el camino que lleva al Cielo, y nuestra carrera a la santidad será vertiginosa cuanto mayor sea nuestra correspondencia a la gracia de Dios.
Dios quiere hacer maravillas en cada uno de nosotros, pero Él pide nuestra colaboración y voluntad para actuar. Si le cerramos las puertas, entonces nos quedaremos estancados, y hasta peligra nuestra simple salvación. En cambio, si nos proponemos secundar los planes de Dios, encontraremos la felicidad ya en este mundo, porque en medio de las pruebas presentes tendremos la alegría que nadie nos puede quitar, de hacer siempre la voluntad de Dios, y eso da mucha paz y felicidad al alma.
Dios tiene un plan para cada uno de nosotros. Su plan es hacernos gloriosos en el Cielo, hacernos una estrella de su Paraíso. Pero para eso tenemos que corresponder a Dios, seguir sus instrucciones, que nos da a través de sus inspiraciones, de las directivas de nuestros superiores y también por los acontecimientos de nuestra vida y del mundo.
Escuchemos a Dios porque los primeros beneficiados seremos nosotros, y por medio de nosotros, otros muchos hermanos encontrarán el buen camino que lleva a la salvación.
¡Ave María purísima!
¡Sin pecado concebida!


Ese lugar...


A muchos les gusta estar en tu lugar
 
¿Estás triste? ¿Crees que sufres demasiado?
¿Eres la persona más infeliz del mundo?
Mira a tu alrededor: mira cuánta gente está
en peor situación, pasando dolores
y problemas mucho más graves.

Piensa bien: tu vida no es tan desgraciada.
Sé más optimista, no te lamentes de las oportunidades
perdidas si no dejaras pasar las que están llegando.

Por favor, da una miradita al siguiente mensaje,
que ya ayudó a mucha gente a enfrentar
la vida de una forma diferente.

"Si tú estás triste porque perdiste tu amor,
recuerda aquél que no tuvo un amor que perder;
si te decepcionó con alguna cosa,
recuerda aquél cuyo nacimiento ya fue una decepción;
si estás cansado de trabajar,
recuerda aquel que, angustiado, perdió su empleo;
si tú te quejas de una comida mal hecha,
recuerda aquél que murió hambriento, sin tener pan;
si se te deshace un sueño,
recuerda aquél que vive en una pesadilla constante;
si andas aburrido,
recuerda aquél que espera una sonrisa tuya.
Si tuviste que perder un amor,
que cansarte en el trabajo,
un sueño deshecho,
que sentir una tristeza,
que quejarte de una comida...
recuerda agradecer a Dios,
porque existen muchos que darían
todo por estar en tu lugar".

¡Nunca es tarde para recomenzar una vida!

P. Juca


viernes, 11 de enero de 2013

Reflexión...


Vivir católico

Vencer el respeto humano. 
A veces estamos muy convencidos de que creemos en Dios y en su Iglesia, y estamos dispuestos a hacer sacrificios, oraciones y hasta entregar nuestros bienes para hacer apostolado. Pero el Señor nos podría decir como al joven rico: sólo te falta una cosa. Y esa cosa que nos falta a veces es vencer el respeto humano.
Efectivamente cuando tenemos que dar un valiente testimonio ante personas importantes, nuestros jefes, patrones, profesores, empleadores, o simplemente ante nuestros amigos y parientes, es allí donde flaqueamos y nos acobardamos, queriendo quedar bien con todos, sonriendo para no chocar con nadie y “haciendo la vista gorda” ante muchos desórdenes, cuando en realidad tendríamos que reaccionar valientemente y decir las cosas como son, con caridad, pero también con valor y verdad. Porque debemos saber que Dios es Amor, pero también es Verdad. Y no es más Amor que Verdad, sino ambos: Amor y Verdad. Y nosotros, que queremos ser imitadores de Dios, también tenemos que decir con amor la verdad, aunque esto nos traiga inconvenientes, pérdida de puestos de trabajo, desprecios; aunque dejemos de ser estimados por los hombres, porque lo importante es que Dios nos estime. ¿De qué valen la honra, la estima, la fama, si luego uno termina condescendiendo con el mundo y con los mundanos, y al final finaliza su vida lejos de Dios? Porque Cristo tendrá vergüenza de nosotros ante su Padre celestial, si nosotros tuvimos vergüenza de Él ante los hombres.
Entonces pensemos un poco en esto del respeto humano, porque nunca está vencido del todo, sino que siempre aflora, ya sea por miedo al qué dirán, por miedo a ser castigados de alguna forma, en fin, por miedo a parecer anticuados o ridículos, etc.
Y se trata de cumplir bien el primer mandamiento, que es amar a Dios sobre todas las cosas, y sobre todas las personas, cualesquiera que ellas sean.
Trabajemos sobre este defecto y pidamos al Espíritu Santo el Don de la Fortaleza, para animarnos a dar la cara por la Verdad, por Dios.


jueves, 10 de enero de 2013

Definiciones...


Grandes definiciones

"Deficiente" es aquel que no consigue modificar
su vida, aceptando las imposiciones de otras personas
o de la sociedad en que vive, sin tener conciencia
de que es dueño de su destino.

"Loco" es quien no procura ser feliz con lo que posee.

"Ciego" es aquel que no ve a su prójimo morir de frio,
de hambre, de miseria. Él sólo tiene ojos para sus
míseros problemas y pequeños dolores.

"Sordo" es aquel que no tiene tiempo de oír el grito
de un amigo, o el pedido de un hermano.
Pues está siempre apresado en el trabajo y quiere
garantizar sus distracciones a fin del mes.

"Mudo" es aquel que no consigue hablar o que siente
y se esconde  tras de la máscara de la hipocresía.

"Paralítico" es quien no consigue andar en la dirección
de aquellos que precisan de su ayuda.

"Diabético" es quien no consigue ser dulce.

"Anciano" es quien no sabe dejar al amor crecer.

Y, finalmente, la peor de las deficiencias es
ser miserable, pues "Miserables" son todos
los que no consiguen hablar con Dios.

"La amistad es un amor que nunca muere."

Mário Quintana


Dios es bueno...


Dios es bueno y nos ama

Dios provee. 
Dios es providente y debemos tener mucha confianza en su Providencia paterna, porque Él incluso hará milagros cuando sea necesario, para socorrernos. Lo que pasa es que a veces somos nosotros quienes tenemos poca confianza en Él y en su Providencia.
Leamos las vidas de los Santos y comprobaremos que a ninguno le faltó lo necesario y que, por el contrario, tuvieron grandes gracias, dones y regalos de parte de Dios, no sólo espirituales sino también a veces materiales, cuando esto no era obstáculo para su salvación y santificación.
Si confiáramos más en Dios, seríamos los seres más felices de la tierra, porque estaríamos convencidos de que por encima de Dios no hay nadie, y nadie puede arrebatar nada de sus benditas manos.
Tendríamos que ser como esos pajarillos que se acurrucan en el hueco de las manos de un hombre fuerte. Así también nosotros, como pajaritos de Dios, debemos refugiarnos en las manos benditas y amorosísimas del Padre, que nos cuida y nos quiere, y que no dejará que nos pase nada que sea realmente malo, sino que todo lo que nos vaya sucediendo lo irá encauzando para nuestro propio bien y el bien de muchas almas, porque siempre será cierto que las almas se salvan con el padecer, y nosotros tenemos que completar lo que falta a la pasión del Señor.
Cuando tengamos alguna necesidad, vayamos confiados a pedirle a Dios, a exponerle nuestra urgencia, y esperemos, porque antes fallarán el cielo y la tierra, pero no se podrá decir que Dios ha decepcionado a quien depositó toda su confianza en Él.
¡Bendito sea Dios!


miércoles, 9 de enero de 2013

Correr a Dios...


Correr a Dios

Hay en nuestro mundo una costumbre
que se va agudizando cada vez más.
Y es la costumbre, incluso diría yo la manía,
de ir corriendo a Dios de nuestro mundo.
Correrlo de la familia, porque no nos sirve,
porque estorba, porque es molesto.
Correrlo de la sociedad, correrlo del mundo cultural,
correrlo incluso de las iglesias.
No queremos saber nada de Él.

¿Por qué? Porque nos estorba,
nos fastidia, nos molesta.
Porque no lo necesitamos ya,
más aún, hay gente que presume
de haber logrado este gran triunfo:
ya hemos puesto al hombre en su lugar.
No necesitamos de Dios.

Pero, ¿qué es lo que realmente sucede?
El que pierde no es Él,
el que pierde es el hombre.
Y, así, podemos constatar estadísticamente
que los lugares donde Dios está ya casi fuera,
el hombre se ha vuelto contra sí mismo.
Hay, casualmente, más suicidios,
casualmente más egoísmo.
Hay, casualmente también,
más guerras, más violencia.

¿Por qué en nuestro siglo ha habido
tantas guerras, hay tantos desastres,
hay tantos suicidios?
¿No será por esa manía de darle
un puntapié a Dios y correrlo de nuestro mundo?

Repito que el que pierde no es Él,
porque Él está tranquilo. Él nos ve, Él dice:
a ver que puede hacer el hombre solo, sin Mí.
Y el resultado es trágico.
Por eso, hay todavía algunos
que le queremos decir a Él:
no te vayas, por favor, porque entonces
nos va a ir muy mal.

¡Pobre hombre!
Has corrido a Dios de tu mundo,
y te estás muriendo.
¿A quién vas a recurrir ahora?

P. Mariano de Blas, L.C.