miércoles, 5 de junio de 2013

Papa Francisco ‏@Pontifex_es
El cuidado de la creación no es sólo un mandato divino al principio de la historia; es también para nosotros, es parte del proyecto de Dios.

Salmos...

Partículas de Salmos

Poder de la oración. 
Ellos se doblegarán y caerán; mas nosotros estaremos erguidos, y nos mantendremos. Oh Yahvé, salva al rey y escúchanos en este día en que apelamos a Ti. (Salmo 19, 9-10). 
Comentario: 
Dios siempre quiere socorrernos, pero ha dispuesto que las gracias que concede se obtengan por medio de la oración. Así, si rezamos, entonces recibiremos gracias y auxilios divinos. Pero si no rezamos, entonces bien poco recibiremos del Señor.
Así se cumple la enseñanza del Evangelio de que quien pide, recibe. No sabemos si recibiremos de Dios lo que hemos pedido en la oración, pero seguramente recibiremos algo, y recibiremos lo más conforme a nuestra necesidad.
Dios es bueno pero quiere que de nuestra parte pongamos nuestra voluntad, pues Quien nos ha creado sin nosotros, no nos salvará sin nosotros.
Dios nos ha creado sin preguntarnos. Pero para salvarnos espera nuestra cooperación a su voluntad, y entonces el hombre tiene también mérito, que es necesario para salvarse.
Recemos mucho, porque todos los auxilios nos vienen a través de la oración. Y si Jesús quiso orar, a pesar de que en justicia no necesitaba de la oración por ser Dios; entonces quiénes somos nosotros o qué nos creemos, para dejar de lado la oración o ser tan indolentes en rezar todos los días.
Pidamos ayuda a Dios, que Él no nos defraudará. Pero pidamos, de lo contrario no recibiremos nada.
¡Bendito sea Dios!

martes, 4 de junio de 2013

Works of Mercy

A severe poverty.
Today there is much talk of poverty and the poor, but not infrequently poverty is taken only material poverty, forgetting the worst kind of poverty that is spiritual, when souls are devoid of God, without sanctifying grace.Now there's poverty should be a priority in our ministry, but we also need material poverty relief!
Because Jesus was helping material poverty, to announce to the poor to God. And if succor to the poor but do not give them the truth, then we are just workers of philanthropy, we have no true Christian charity.
The Church was founded by Christ to deal only with the materially poor, but mainly for the salvation of souls, to proclaim to all people the Good News of salvation, and so all become and stop sinning.
What kind of church is one that speaks of the poor, but that does not condemn the sin and see it as an evil, the true and only evil, all the misfortunes that come to the world?
Watch for, and help them graciously to the poor, both materially poor, and poor spiritual, and so shall we in Truth.
Jesus, I trust in You.


lunes, 3 de junio de 2013

Exámen...


El examen particular
I. San Pedro se refiere a veces a Jesús como la piedra que, rechazada por vosotros los constructores, ha llegado a ser piedra angular (Hechos 4, 10-11). Jesucristo es la piedra esencial de la iglesia, y de cada hombre: sin ella el edificio se viene abajo. La piedra angular afecta a toda la construcción, a toda la vida: negocios, intereses, amores, tiempo...; nada queda fuera de las exigencias de la fe en la vida del cristiano. Seguir a Cristo influye en el núcleo más íntimo de la personalidad. Ser cristianos es la característica más importante de nuestra existencia, y ha de influir incomparablemente más en nuestra vida que el amor humano en la persona más enamorada. Jesucristo es el centro al que hacen referencia nuestro ser y nuestra vida. Con relación a Él queremos construir nuestra existencia.
II. Cristo determina esencialmente el pensamiento y la vida de sus discípulos. Por eso, sería una gran incoherencia dejar nuestra condición de cristianos a un lado a la hora de enjuiciar una obra de arte o un programa político, en el momento de realizar un negocio o de planear las vacaciones. Si en esos planes, en ese acontecimiento o en esa obra no se guarda la debida subordinación a Dios, su calificación no puede ser más que una, negativa, cualquiera que sean sus acertados valores parciales.
El error se presenta frecuentemente vestido con nobles ropajes de arte, de ciencia, de libertad... Pero la fuerza de la fe ha de ser mayor: es la poderosa luz que nos hace ver que detrás de aquella apariencia de bien hay en realidad un mal. Cristo ha de ser la piedra angular de todo edificio. Pidamos al Señor su gracia para vivir coherentemente nuestra vocación cristiana; así la fe no será nunca limitación. Para tener un criterio formado, además de poner los medios, es preciso tener una voluntad recta que quiera llevar a cabo, ante todo, el querer de Dios.
III. El cristiano –por haber fundamentado su vida en esa piedra angular que es Cristo- tiene su propia personalidad, su modo de ver el mundo y los acontecimientos, y una escala de valores bien distinta al hombre pagano que no vive la fe y tiene una concepción puramente terrena de las cosas. Por eso, a la vez que está metido en medio de las tareas seculares, necesita estar "metido en Dios", a través de la oración, de los sacramentos y de la santificación de sus quehaceres. Jesús sigue siendo la piedra angular en todo hombre. El edificio construido a espaldas de Cristo está levantado en falso. Hoy podemos preguntarnos: ¿La fe que profesamos influye cada vez más en nuestra propia existencia?

domingo, 2 de junio de 2013

Evangelio y reflexión...

domingo 2/JUN/13

Evangelio del día 

Lc 9, 11-17. 
Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo. 
Jesús habló a la multitud acerca del Reino de Dios y devolvió la salud a los que tenían necesidad de ser sanados. Al caer la tarde, se acercaron los Doce y le dijeron: “Despide a la multitud, para que vayan a los pueblos y caseríos de los alrededores en busca de albergue y alimento, porque estamos en un lugar desierto”. Él les respondió: “Denles de comer ustedes mismos”. Pero ellos dijeron “No tenemos más que cinco panes y dos pescados, a no ser que vayamos nosotros a comprar alimentos para toda esta gente”. Porque eran alrededor de cinco mil hombres. Entonces Jesús les dijo a sus discípulos: “Háganlos sentar en grupos de alrededor cincuenta personas”. Y ellos hicieron sentar a todos. Jesús tomó los cinco panes y los dos pescados y, levantando los ojos al cielo, pronunció sobre ellos la bendición, los partió y los fue entregando a sus discípulos para que se los sirvieran a la multitud. Todos comieron hasta saciarse y con lo que sobró se llenaron doce canastas. 
Reflexión: 
A veces lamentamos no haber estado en tiempos de Jesús para ver semejante prodigio de la multiplicación de los panes, pero no caemos en la cuenta de que hoy mismo el Señor hace un prodigio muchísimo mayor, y es el de multiplicar, por manos del sacerdote, las hostias consagradas, en que está el mismo Dios, Jesucristo hombre y Dios verdadero.
Es que estamos tan acostumbrados a este misterio y este milagro infinito, que no nos damos cuenta de su belleza y grandeza, y muchas veces comulgamos con muy poca devoción y fe, y así hacemos infructuoso en nosotros tanta maravilla.
Hoy es el día en que la Iglesia celebra la Solemnidad del Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo, de la Eucaristía, y es el día ideal para meditar cómo es nuestro trato con Jesús Sacramentado, cómo lo recibimos, si vamos a visitarlo al sagrario en la Iglesia, si hacemos comuniones espirituales durante el día, llamando a Jesús para que venga a unirse a nosotros que no podemos recibirlo sacramentado pero que queremos recibirlo espiritualmente.
Del trato que reciba la Eucaristía, dependerá el destino del mundo y del universo, porque no se puede despreciar ni ultrajar impunemente este augusto sacramento, y Dios enviará muchos castigos a esta pobre humanidad si cada vez se desprecia más este Don.
Por eso es necesario que los que somos conscientes de la grandiosidad del Santísimo Sacramento, reparemos por todos los que lo ultrajan y ofenden. Y esto lo logramos dando amor a Jesús Sacramentado, porque solo el amor es el que puede cambiar el mundo y los corazones de los hombres.
Nuestra vida debe girar en torno al tabernáculo donde está Jesús Eucaristía, porque solo allí tomaremos fuerzas para realizar la segunda evangelización y solo allí nos haremos fuertes contra todas las tentaciones y astucias del Maligno.

Pidamos a la Santísima Virgen la gracia de tener un corazón semejante al suyo, para recibir a Jesús con todos los honores posibles y, sobre todo, con mucho amor y fe.

Verdades olvidadas...


Verdades olvidadas

Término del combate. 
¡Morir cristianamente! ¿Sabéis lo que eso significa?
En primer lugar, es el término del combate. En este mundo estamos librando todos una tremenda batalla –lo dice la Sagrada Escritura– contra los tres enemigos del alma: mundo, demonio y carne. Estamos librando un combate. Pero llega la hora de la muerte, y si tenemos la dicha de morir cristianamente, nos convertimos en el soldado que termina victorioso la batalla y se ciñe para siempre el laurel de la victoria. En el labrador, que después de haber regado tantas veces la tierra con el sudor de su frente, recoge los frutos de la espléndida y ubérrima cosecha. En el enfermo, que ve terminados para siempre sus sufrimientos y entra para siempre en la región de la salud y de la vida. ¡Qué bien lo sabe decir la Iglesia Católica cuando pronuncia sobre el cristiano que acaba de expirar aquella fórmula sublime: Requiescat in pace: “Descansa en paz”!
En segundo lugar, la muerte cristiana es la arribada al puerto de seguridad.
En este mundo no podemos estar seguros. Absolutamente nadie. Ni el Soberano Pontífice, ni los mismos Santos mientras vivían acá en la tierra: nadie puede estar seguro de que morirá cristianamente. Dice el Concilio de Trento que, a menos de una revelación especial de Dios, nadie puede saber con seguridad si se salvará o si se condenará; si recibirá de Dios el don sublime de la perseverancia final, o si lo dejará de recibir. No lo podemos saber. Es un interrogante angustioso que está suspendido sobre nuestras cabezas. Ni los Santos estaban seguros de sí mismos. Porque, aunque ahora seamos buenos, aunque estemos ahora en gracia de Dios, ¿qué será de nosotros dentro de diez años, dentro de veinte, y, sobre todo, a la hora de nuestra muerte? Es un misterio, no lo podemos saber.
¡Ah!, pero cuando se muere cristianamente, es el ruiseñor que rompe para siempre los hierros de su jaula y vuela jubiloso a la enramada. Es el náufrago, que después de haber luchado contra las olas embravecidas que amenazaban tragarle hasta el fondo del océano, salta por fin a las playas eternas. Es la caravana, que después de haber atravesado las arenas abrasadoras del desierto, llega por fin al risueño y fresco oasis. Es la nave que llega al puerto después de peligrosa travesía. Es emerger de la penumbra del valle y bañarse para siempre en océanos de clarísima luz en lo alto de la montaña. El alma del que muere cristianamente queda confirmada en gracia, ya no puede perder a Dios, ya tiene asegurada para siempre la felicidad eterna.
Por eso la muerte cristiana es la entrada en la vida verdadera. ¡Cuánta pobre gente equivocada, que ha vivido y respirado el ambiente del mundo y está completamente convencida de que esta vida es la vida verdadera, la que hay que conservar a todo trance! ¡Qué tremenda equivocación!
¡Esta vida no es la vida! Un filósofo pagano exclamaba con angustia: “Ningún sabio satisface – esta duda que me hiere–: ¿es el que muere el que nace –o es el que nace el que muere–?”
No sabía contestar esa pregunta porque carecía de las luces de la fe. Pero a su brillo deslumbrante, ¡qué fácil es contestar a ella!
Que se lo pregunten a San Pablo y les dirá: “Estoy deseando morir para unirme con Cristo”.
Pregúntenlo a Santa Teresa de Jesús y les contestará con sublime inspiración: “Aquella vida de arriba, que es la vida verdadera –hasta que esta vida muera–, no se alcanza estando viva...” O quizá de esta otra forma: “Vivo sin vivir en mí –y tan alta vida espero– que muero porque no muero”.
Que se lo digan a Santa Teresita de Lisieux, la Santa más grande de los tiempos modernos, en frase del inmortal Pontífice San Pío X. Cuando la angelical florecilla del Carmelo estaba para exhalar su último suspiro, el médico que la asistía le preguntó: “¿Está vuestra caridad resignada para morir?” Y la santita, abriendo desmesuradamente sus ojos, llena de asombro, le contestó: “¿Resignada para morir? Resignación se necesita para vivir, pero ¡para morir! Lo que tengo es una alegría inmensa”.
Los Santos, señores, tenían razón. No estaban locos. Veían, sencillamente, las cosas tal como son en realidad. La inmensa mayoría de los hombres no las ven así. No se dan cuenta de que están haciendo un viaje en ferrocarril y no se preocupan más que del vagón en el que están haciendo la travesía: el negocio, el porvenir humano, el aumento del capital. Todo eso que tendrán que dejar dentro de unos años, acaso dentro de unos cuantos días nada más. No se dan cuenta de que el ferrocarril de la vida va devorando kilómetros y más kilómetros, y en el momento en que menos lo esperen, el silbato estridente de la locomotora les dará la terrible noticia: estación de llegada. Y al instante, sin un momento de tregua, tendrán que apearse del ferrocarril de la vida y comparecer delante de Dios. Entonces caerán en la cuenta de que esta vida no es la vida. Ojalá lo adviertan antes de que su error no tenga ya remedio para toda la eternidad. 
(De “El Misterio del más allá” – P. Royo Marín)

sábado, 1 de junio de 2013

La oración...

Mensaje sobre la oración 

Ayuda de Dios. 
La razón de esto es clarísima. Sin el socorro de la divina gracia no podemos hacer bien alguno: Sin mí nada podéis hacer, dice Jesucristo. Sobre estas cosas escribe acertadamente San Agustín y advierte que no dice el Señor que nada podemos terminar, sino que nada podemos hacer. Con ello nos quiso dar a entender nuestro Salvador que sin su gracia no podemos realizar el bien. Y el Apóstol parece que va más allá, pues escribe que sin la oración ni siquiera podemos tener el deseo de hacerlo. Por lo que podemos sacar esta lógica consecuencia: que si ni siquiera podemos pensar en el bien, tampoco podemos desearlo ... Y lo mismo testifican otros muchos pasajes de la Sagrada Escritura. Recordemos algunos, Dios obra todas las cosas en nosotros ... Yo haré que caminéis por la senda de mis mandamientos y guardéis mis leyes y obréis según ellas. De aquí concluye San León Papa que nosotros no podemos hacer más obras buenas que aquellas que Dios nos ayuda a hacer con su gracia.
Así lo declaró solemnemente el Concilio de Trento: Si alguno dijere que el hombre sin la previniente inspiración del Espíritu Santo y sin su ayuda puede creer, esperar, amar y arrepentirse como es debido para que se le confiera la gracia de la justificación, sea anatema.
“El gran medio de la oración” - San Alfonso María de Ligorio. 
Comentario: 
Por eso si tenemos la gracia de estar en la verdadera fe, y si hacemos buenas obras, no es por mérito nuestro, sino que es gracias a la ayuda de Dios, pues sin su ayuda divina no podríamos hacer absolutamente nada.
Y la ayuda de Dios se obtiene por medio de la oración. Siendo las cosas así, no parece sensato descuidar la oración ni un solo día, porque nos ponemos en peligro de “cerrar la canilla” por donde nos vienen las gracias del Cielo, y así nos vamos enfriando y terminamos esclavos del pecado, y por ende del demonio.
Hay que rezar cueste lo que cueste, haciéndonos el tiempo suficiente. Porque los Santos fueron santos porque dedicaban la mayor parte del tiempo a la oración, y por eso recibían tantos auxilios divinos que les hacían realizar obras maravillosas, imposibles para las solas fuerzas humanas.
Si dejamos la oración, pasará como con esas frutas que parecen que se dejan pasar en la planta, y parecen que están maduras, pero al tocarlas, caen podridas al suelo. Así también sucede con las almas que dejan la oración. Podrá parecer a simple vista que todo marcha bien, pero pronto terminarán en el estercolero, es decir, en el pecado, y más allá de la vida, en el abismo infernal.

No dejemos la oración. Si la hemos dejado, recomencémosla, al menos con las tres avemarías cada día, luego un misterio del Rosario y después los cinco misterios. Si ya rezamos bastante, recemos más y con más fervor, porque TODO depende de la oración, es decir, Dios ha hecho depender TODO de la oración de sus hijos, y en especial de su Madre Santísima, a la cual nos debemos unir cada vez que rezamos, para que nuestra oración tenga eficacia y obtenga lo que necesitamos.