jueves, 14 de agosto de 2014

Sto Rosario.-

Potencia del Santo Rosario
(Mensajes a Monseñor Ottavio Michelini)

14 de octubre de 1975 
Dice Jesús:
No son muchos los que hacen penitencia, los que rezan como se debe rezar.
Mortificación interior y exterior, penitencia... ¿pero quién adiestra hoy a los soldados, los confirmados míos para la lucha?
¿Si no se tiene ni siquiera el valor de decir que el Enemigo existe, que el Enemigo es la más tremenda realidad, que al Enemigo hay que combatirlo con determinadas armas, por ejemplo el Rosario?... El Rosario hoy tan perseguido, es un arma formidable. 

8 de septiembre de 1976 
Dice María:
La derrota de Satanás y de sus legiones, marcará el fin de las locuras del orgullo humano. El ateísmo, arma formidable de Satanás, será borrado de la faz de la tierra. Si muchísimos perecerán material y espiritualmente, será sólo porque lo habrán querido.
Hijo: ¡Rosario, Rosario, Rosario!
Yo, Reina de las Victorias, protegeré a todos aquellos que, sensibles a mis llamadas, me hayan invocado la oración amada por Mí en la intimidad del hogar doméstico, y hayan divulgado de algún modo la devoción, el amor al Rosario.
Protegeré también a aquellos que no se avergüencen de recitarlo en público, dando a los tibios y a los débiles un ejemplo de valerosa piedad cristiana.
Yo vigilaré en el momento de la prueba sobre las familias y sobre las personas que me hayan permanecido fieles.
Hijo, propagar el Rosario quiere decir el empeño de buscar ardientemente la Gloria de Dios y la salvación de las almas.
Un día veréis la potencia y la eficacia de esta oración, veréis los maravillosos frutos de ella en la Casa del Padre.
Hijo, te bendigo y quiero que esta bendición se extienda a todos mis devotos y a todos aquellos que tienen celo por el Santo Rosario 

7 de diciembre de 1976 
Dice María:
La hora no está lejana; preparaos con confianza, Yo, la Inmaculada no abandonaré a las fauces salvajes de las potencias del mal y salvaré a quien me haya honrado con la fe, la fidelidad y con la oración del Santo Rosario.
¡Rezadlo todos los días con perseverancia y Yo vuestra Madre, os salvaré!
Hijo, te bendigo; tú sabes que con mi Esposo José estamos a tu lado; los hijos no temen, sino que aman a la Madre. 

14 de marzo de 1977 
Dice Jesús:
Hijo, la Santa Misa, ¿no es tal vez el exorcismo más eficaz? El Santo Rosario ¿no es, después de la Santa Misa el arma más mortífera para derrotar y echar por la ventana a los enemigos míos, enemigos de la Iglesia y enemigos vuestros?
¿No ha sido siempre el Rosario el remedio seguro contra todos los males del espíritu y del cuerpo, de los males personales y sociales? ¿No ha confirmado todo esto mi Madre en el curso de los siglos con hechos indiscutibles que han confundido a la necedad humana y que han cambiado el curso de la historia y el destino de los pueblos y de las naciones?
Todo esto no podía, no debía, ser ignorado, y no puede ser ignorado por mis Pastores ni por mis ministros que tenían y ¡tienen el deber de recordarlo a los cristianos! 

25 de marzo de 1977 
Dice María:
Hijos míos, junto a Mí y Conmigo apresuraremos el advenimiento del reino de Jesús, Mío y vuestro, a la tierra para una Iglesia regenerada a vida nueva; seréis vosotros, hijos míos, levadura y fermento de una nueva vida, seréis vosotros junto a Mí, que he dado la Luz al mundo, lámparas que resplandecen en las tinieblas.
Aquí, hijos míos, os he llamado, aquí os he querido para que como Gabriel, embajador celeste me hizo a Mí la gran Embajada que reconcilió cielo y tierra, así vosotros, embajadores de Dios y de su Madre, Conmigo reconciliaréis a las almas arrancadas de Dios y de Su Madre con la oración y el ofrecimiento a Dios y a Mí, Madre de Dios.
Ruge el trueno, presagio de tempestad, pero vosotros no temáis, junto a Mí de nada debéis temer. Prudencia hijos, pero no miedo.
A vosotros os ha sido dada un arma formidable; si esta arma fuera usada en Mi Iglesia, todo peligro desaparecería; la he recomendado en Lourdes, en Fátima y en tantos otros lugares, hoy de nuevo la señalo a vosotros: ¡Rosario, Rosario, Rosario!
Os bendigo, hijos amadísimos, y con vosotros bendigo a vuestras familias, a vuestros hijos, a vuestros seres queridos. Estoy con Vosotros en el tiempo y en la eternidad.

miércoles, 13 de agosto de 2014

Mensaje...

Santuario de Tindari (Sicilia), 14 de mayo 1989
Fiesta de Pentecostés
El enorme Dragón rojo
“Hijos predilectos, hoy adoráis e invocáis al Espíritu Santo, que descendió en Pentecostés sobre los Apóstoles y los discípulos, reunidos Conmigo en el Cenáculo de Jerusalén.
Lo seguís invocando en estos vuestros tiempos, con confianza y con perseverancia, reunidos conmigo en los muchos Cenáculos de oración que ya se encuentran difundidos por toda la tierra.
Con mi Movimiento Sacerdotal Mariano invito hoy a todos los hijos de la Iglesia a reunirse en un Cenáculo perenne de oración Conmigo, vuestra Madre Celeste.
Invito a todos los Obispos, Sacerdotes, Religiosos y Fieles.
Mi Corazón Inmaculado es el lugar de este nuevo, espiritual y universal Cenáculo.
En él debéis entrar con vuestro acto de consagración, que os confía para siempre a Mí, a fin de que Yo pueda unir mi voz a las vuestras en la invocación del Don de un segundo Pentecostés sobre la Iglesia y sobre toda la Humanidad.
Sólo el Espíritu del Señor puede volver a llevar a la humanidad a la perfecta glorificación de Dios.
Sólo el Espíritu del Señor puede renovar la Iglesia con el esplendor de su unidad y de su santidad.
Sólo el Espíritu del Señor puede vencer la potencia y la fuerza victoriosa del enorme Dragón Rojo, que, en este vuestro siglo, se ha desencadenado por doquier, de una manera terrible, para seducir y engañar a toda la humanidad.
El enorme Dragón Rojo es el comunismo ateo que ha difundido por todas partes el error de la negación y del obstinado rechazo de Dios.
El enorme Dragón Rojo es el ateísmo marxista, que se presenta con diez cuernos, es decir con la potencia de sus medios de comunicación, para conducir a la humanidad a desobedecer los diez Mandamientos de Dios, y con siete cabezas, sobre cada una de las cuales hay una diadema, signo de poder y de realeza, las cabezas coronadas indican las Naciones en las que el comunismo ateo se ha establecido y domina con la fuerza de su poder ideológico, político y militar.
La enormidad del Dragón manifiesta claramente la gran extensión de la tierra ocupada por el dominio incontrastado del ateísmo comunista.
Su color es rojo porque usa la guerra y la sangre como instrumentos de sus numerosas conquistas.
El enorme Dragón Rojo en estos años ha logrado conquistar la humanidad con el error del ateísmo teórico o práctico, que ya ha seducido a todas las naciones de la tierra.
De ese modo se ha logrado construir una nueva civilización sin Dios, materialista, egoísta, hedonista, árida y fría, que lleva en sí los gérmenes de la corrupción y de la muerte.
El enorme Dragón Rojo tiene el objetivo diabólico de sustraer toda la humanidad al dominio de Dios, a la glorificación de la Santísima Trinidad, a la plena actuación del Designio del Padre que, por medio del Hijo, la ha creado para su Gloria.
El Señor me ha revestido con su Luz y el Espíritu Santo con su Divina Potencia; así Yo aparezco como un gran signo en el Cielo, Mujer vestida de Sol, porque tengo la misión de sustraer la humanidad al dominio del enorme Dragón Rojo y de reconducir a toda ella a la perfecta glorificación de la Santísima Trinidad.
Por eso me formo el ejército de mis más pequeños hijos, en todas partes del mundo, y les pido a ellos que se consagren a mi Corazón Inmaculado. De ese modo los conduzco a vivir sólo para la Gloria de Dios, por medio de la fe y de la caridad, y los cultivo, Yo misma, celosamente en mi celestial jardín.
Entonces, cada día Yo me presento ante el trono de mi Señor en acto de profunda adoración, abro la puerta de oro de mi Corazón Inmaculado y ofrezco entre mis brazos a todos estos mis pequeños hijos diciendo:
“Santísima y Divina Trinidad, en el momento de Tu universal negación Yo te presento el homenaje de mi maternal reparación, por medio de todos estos mis pequeños, que cada día formo para tu mayor glorificación.”
De este modo, también hoy, el Señor recibe por boca de los pequeños y de los niños de pecho su perfecta alabanza.”
(Mensaje de la Santísima Virgen al Padre Gobbi)

martes, 12 de agosto de 2014

Perseverar...

Perseverar es la contraseña

Pidámosla. 
Los Santos pedían a Dios la perseverancia final, es decir, que se encontraran en gracia de Dios en el momento de la muerte.
Y nosotros debemos imitar a los Santos y pedir a Dios la perseverancia final y la perseverancia en el buen obrar, porque si queremos valernos por nosotros mismos, estamos en un grave error, pues nadie se salva por su cuenta, sino que es Dios quien nos salva, con  nuestra ayuda.
Perseverar en el bien es una gran gracia, y debe pedirse en la oración. Pero como nadie alcanza favores cuando no persevera en la oración; entonces nos damos cuenta de que hay como una retroalimentación entre la oración y la perseverancia, porque debemos perseverar en la oración, para obtener la perseverancia en el bien.
Es decir, que no sólo se necesita poner de nuestra parte el esfuerzo, sino que hay que recibir de Dios las ayudas oportunas para seguir por el camino del bien.
El mundo se vuelve cada vez más hostil y malvado. Es una profecía de Nuestro Señor, cuando avisó que en estos tiempos la caridad se enfriaría en muchos. Pero también ha dicho Cristo que quien lograra perseverar en continuar siendo bueno a pesar de todo lo malo que ve y que le sucede, se salvaría.
Porque en definitiva se trata de continuar siendo buenos y amorosos, aunque todos odien, aunque tengamos pruebas, dolores y traiciones. Tenemos que seguir siendo trigo de Dios, y no volvernos cizaña por ningún motivo.
Eso es lo que le debemos pedir a Dios en la oración, y poner de nuestra parte toda la voluntad para lograrlo. O sea que debemos hacer como si todo dependiera de nosotros, pero sabiendo que en definitiva todo depende de Dios.

lunes, 11 de agosto de 2014

Mensaje...

Rubbio (Vicenza), 31 de diciembre de 1992
Última noche del año
El fin de los tiempos
“Dejaos instruir dócilmente por Mí, hijos predilectos. En esta última noche del año, recogeos en la oración y en la escucha de la palabra de vuestra Madre Celestial, Profetisa de estos últimos tiempos.
No paséis estas horas en el estrépito y en la disipación, sino en el silencio, en el recogimiento, en la contemplación.
Os he anunciado varias veces que se aproxima el fin de los tiempos y la venida de Jesús en gloria. Ahora quiero ayudaros a  comprender los signos descritos en la Divina Escritura, que indican que ya está próximo su retorno glorioso.
Estos signos están claramente indicados por los Evangelios, y las Epístolas de San Pedro y San Pablo, y se están realizando en estos años.
El primer signo es la difusión de los errores que llevan a la pérdida de la fe y a la apostasía.
Estos errores son propagados por falsos maestros, y por célebres teólogos que ya no enseñan la Verdad del Evangelio, sino perniciosas herejías, basadas en errados y humanos razonamientos.
Y es a causa de la enseñanza del error, que se pierde la verdadera fe y se difunde por todas partes la gran apostasía.
“Estad atentos y no os dejéis engañar. Porque muchos tratarán de engañar a una multitud. Vendrán falsos profetas y engañarán a muchísimos”. (Mt. 25,5-9)
“El día del Señor no vendrá antes de que se haya producido la gran apostasía”. (“Ts. 2,3)
“Habrá entre vosotros falsos maestros. Intentarán difundir herejías desastrosas y se pondrán, incluso, en contra del Señor que les ha salvado. Muchos los escucharán y vivirán como ellos una vida inmoral. Por su culpa, la fe cristiana será despreciada. Por el deseo de riqueza os engañarán con razonamientos equivocados”. (Pt. 2,1-3)
–El segundo signo es el estallido de guerras y luchas fratricidas que llevan al predominio de la violencia y del odio y a un general enfriamiento de la caridad, mientras se hacen cada vez más frecuentes las catástrofes naturales como epidemias, carestías, inundaciones y terremotos.
“Cuando oigáis hablar de guerras, próximas o lejanas, no tengáis miedo; es necesario que esto ocurra.
Los pueblos combatirán los unos contra los otros, un reino contra otro reino. Habrá carestías y terremotos en muchas regiones. Todo esto será sólo el inicio de sufrimientos mayores.
El mal estará tan difundido que el amor de muchos se enfriará. Pero Dios salvará al que persevere hasta el fin”. (Mt. 24,6-12).
–El tercer signo es la persecución sangrienta de aquellos que se mantengan fieles a Jesús y a su Evangelio y permanezcan firmes en la verdadera fe. Entretanto, el Evangelio será predicado en todas partes del mundo.
Pensad, hijos predilectos, en las grandes persecuciones a que viene sometida la Iglesia y en el celo apostólico de los últimos Papas, sobre todo, de mi Papa Juan Pablo II llevando a todas las naciones de la tierra el anuncio del Evangelio.
“Seréis encarcelados, perseguidos y matados. Seréis odiados por todos por Mi causa. Entonces muchos abandonarán la fe; se odiarán y se  traicionarán el uno al otro. Entretanto será predicado el Evangelio del Reino de Dios en todo el mundo; todos los pueblos lo escucharán.
Y entonces vendrá el fin”. (Mt. 24,9-10).
El cuarto signo es el horrible sacrilegio, realizado por aquél que se opone a Cristo, esto es por el Anticristo. Entrará en el templo santo de Dios y se sentará sobre su trono haciéndose adorar a sí mismo como Dios.
“Éste vendrá a oponerse contra todo lo que los hombres adoran y llaman Dios. El malvado vendrá con la potencia de Satanás, con toda la fuerza de falsos milagros y de falsos prodigios. Hará uso de todo género de engaño maligno para hacer el mal”. (2Ts. 2,4-9)
“Un día veréis en el lugar santo a aquél que comete el horrible sacrilegio. El profeta Daniel ha hablado de él. El que lee, que entienda”. (Mt. 24,15).
Hijos predilectos, para comprender en qué consiste este horrible sacrilegio, leed cuanto está predicho por el profeta Daniel.
“Anda Daniel, estas palabras deben permanecer ocultas y selladas hasta el tiempo del fin. Muchos serán purificados, blanqueados y acrisolados; pero los impíos continuarán obrando impíamente. Ninguno de los impíos entenderá estas cosas, pero los sabios comprenderán.
Ahora bien, desde el tiempo en que será abolido el sacrificio perpetuo y será erigida la abominación de la desolación, pasarán mil doscientos noventa días. Dichoso el que espere con paciencia y llegue a mil trescientos treinta y cinco días”. (Dn. 12,9-12).
La Santa Misa es el sacrificio perpetuo, la oblación pura que es ofrecida al Señor en todas partes desde la salida del sol hasta el ocaso.
El sacrificio de la Misa renueva el llevado a cabo por Jesús en el Calvario. Acogiendo la doctrina protestante, se dirá que la Misa no es un sacrificio, sino tan sólo la santa cena, esto es, el recuerdo de lo que Jesús hizo en su última cena. Y así será suprimida la celebración de la Santa Misa. En esta abolición del sacrificio perpetuo consiste el horrible sacrilegio, llevado a cabo por el Anticristo, el cual durará tres años y medio, es decir, mil doscientos noventa días.
–El quinto signo está constituido por los fenómenos extraordinarios, que se suceden en el firmamento del cielo.
“El sol se oscurecerá, la luna perderá su resplandor, las estrellas caerán del cielo y las fuerzas del cielo se conmoverán”. (Mt. 24,29)
El milagro del sol, acaecido en Fátima durante mi última aparición, quiere indicaros que ya habéis entrado en los tiempos en los que se cumplirán estos acontecimientos, que os preparan al retorno de Jesús en gloria.
“Entonces se verá en el cielo la señal del Hijo del Hombre. Todos los pueblos de la tierra se lamentarán, y los hombres verán al Hijo del Hombre venir sobre las nubes del cielo con gran poder y majestad”. (Mt. 24, 30-31)
Mis predilectos e hijos consagrados a mi Corazón Inmaculado, os he querido instruir sobre estos signos, que Jesús en su Evangelio os ha indicado, para prepararos al fin de los tiempos, porque éstos se están realizando en vuestros días.
El año que acaba y el que empieza, forman parte del tiempo de la gran tribulación, durante la cual, se difunde la apostasía, se multiplican las guerras, suceden en muchos lugares catástrofes naturales, se intensifican las persecuciones, el anuncio del Evangelio es llevado a todos los pueblos, ocurren fenómenos extraordinarios en el cielo y se hace cada vez más próximo el momento de la plena manifestación del Anticristo.
Ahora os invito a permanecer fuertes en la fe, seguros en la esperanza y ardientes en la caridad.
Dejaos llevar por Mí y recogeos todos en el seguro refugio de mi Corazón Inmaculado que Yo os he preparado precisamente para estos últimos tiempos.
Leed Conmigo los signos de vuestro tiempo y vivid en la paz del corazón y en la confianza.
Yo estoy siempre con vosotros, para deciros que la realización de estos signos os indica con seguridad que está próximo el fin de los tiempos, con el retorno de Jesús en gloria.
“De la higuera aprended esta parábola: Cuando ya sus ramas se ponen tiernas y brotan las primeras hojas conocéis que está cerca el verano. Del mismo modo cuando veáis suceder estas cosas sabed que vuestra liberación está cerca”. (Mt. 24,32-33).”
(Mensaje de la Santísima Virgen al Padre Gobbi, del Movimiento Sacerdotal Mariano)

domingo, 10 de agosto de 2014

Sunday...

Felíz domingo para todos mis contactos...
les deseo una hermosa jornada de amor y paz...
Dios los bendiga, besos...
amén...

Happy Sunday to all my contacts ...
I wish you a beautiful journey of love and peace ...
God bless you, kisses ...
Amen ...

Acudir a María Ssma...

...sobre la necesidad de acudir a la Stma. Virgen:

Si se levanta la tempestad de las tentaciones, si caes en el escollo de las tristezas, eleva tus ojos a la Estrella del Mar: invoca a María!
Si te golpean las olas de la soberbia, de la maledicencia, de la envidia, mira a la estrella, invoca a María!
Si la cólera, la avaricia, la sensualidad de tus sentidos quieren hundir la barca de tu espíritu, que tus ojos vayan a esa estrella: invoca a María!
Si ante el recuerdo desconsolador de tus muchos pecados y de la severidad de Dios, te sientes ir hacia el abismo del desaliento o de la desesperación, lánzale una mirada a la estrella, e invoca a la Madre de Dios.
En medio de tus peligros, de tus angustias, de tus dudas, piensa en María, invoca a María!
El pensar en Ella y el invocarla, sean dos cosas que no se aparten nunca ni de tu corazón ni de tus labios. Y para estar más seguro de su protección no te olvides de imitar sus ejemplos.
Siguiéndola no te pierdes en el camino!
¡Implorándola no te desesperarás!  ¡Pensando en Ella no te descarriarás!
Si Ella te tiene de la mano no te puedes hundir.  Bajo su manto nada hay que temer.
¡Bajo su guía no habrá cansancio, y con su favor llegarás felizmente al Puerto de la Patria Celestial!
¡Amén!
(San Bernardo)

sábado, 9 de agosto de 2014

Verdades olvidadas...

Verdades olvidadas

Sentencia definitiva. 
Pero todavía concretó mucho más Nuestro Señor Jesucristo en el anuncio y descripción del juicio final. Se dignó revelarnos, con todo detalle, la sentencia misma que pronunciará en aquella tremenda asamblea mundial. Hela aquí, tomada textualmente del Evangelio:
“Entonces dirá el Rey a los que estén a su derecha: “Venid, benditos de mi Padre, tomad posesión del reino preparado para vosotros desde la creación del mundo. Porque tuve hambre y me disteis de comer; tuve sed y me disteis de beber; peregriné y me acogisteis; estaba desnudo y me vestisteis; enfermo y me visitasteis; preso y vinisteis a verme”.
Y le responderán los justos: “Señor, ¿cuándo te vimos hambriento y te alimentamos, sediento y te dimos de beber? ¿Cuándo te vimos peregrino y te acogimos, desnudo y te vestimos? ¿Cuándo te vimos enfermo o en la cárcel y fuimos a verte?”
Y el Rey les dirá: “En verdad os digo que cuantas veces hicisteis eso a uno de estos mis hermanos menores, a Mí me lo hicisteis”.
Y dirá a los de la izquierda: “Apartaos de Mí, malditos, al fuego eterno, preparado para el diablo y sus ángeles. Porque tuve hambre y no me disteis de comer; tuve sed y no me disteis de beber; fui peregrino y no me alojasteis; estuve desnudo y no me vestisteis; enfermo y en la cárcel y no me visitasteis”.
Entonces, ellos responderán, diciendo: “Señor, ¿cuándo te vimos hambriento, o sediento, o peregrino, o desnudo, o enfermo, o en prisión y no te socorrimos?” Él les contestará diciendo: “En verdad os digo que cuando dejasteis de hacer eso con uno de estos pequeñuelos, conmigo lo hicisteis”.
E irán al suplicio eterno, y los justos, a la vida eterna”. (Mt 25, 34-46).
Señores: esto es dogma de fe, son palabras de Cristo, no son opiniones inventadas por los teólogos, no son “cosas de curas y de frailes”, como dicen insensatamente los incrédulos. Son cosas de Cristo, están en el Evangelio, se cumplirán al pie de la letra.
Es conveniente, señores, que meditemos un poco en el verdadero significado y alcance de esa fórmula divina del juicio universal.
Sería un error pensar que en el juicio final se nos examinará exclusivamente sobre la práctica de las obras de caridad. Es cosa clara e indiscutible, que tanto en nuestro juicio particular, como en el juicio universal, se nos juzgará acerca de todo el conjunto de la Ley de Dios, sin excluir ninguno de sus mandamientos. Pero no olvidemos que, en cierta ocasión, los escribas y fariseos preguntaron al mismo Cristo: “Maestro, dinos: ¿Cuál es el primero y más importante de los preceptos de la Ley? Y Jesucristo contestó, sin vacilar: Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente. Este es el más grande y el primer mandamiento. El segundo, semejante a éste, es: Amarás al prójimo como a ti mismo. De estos dos preceptos penden toda la ley y los profetas” (Mt 22, 35-40).
Con esta respuesta, Cristo quiso poner de manifiesto que, ante todo y sobre todo, la ley evangélica es una ley de caridad. Por eso aludirá a ella especialísimamente en la fórmula del juicio universal. Se nos examinará, sin duda alguna, de toda la ley y los profetas; pero, ante todo, y sobre todo, de la caridad, que es su resumen y compendio.
Se nos preguntará, principalmente, si hemos dado de comer al hambriento y de beber al sediento; si hemos visitado a los enfermos y presos; si hemos vestido al desnudo y hospedado a los peregrinos; si hemos enseñado al que no sabe, corregido al que yerra y dado buenos consejos al que los necesitaba; si hemos consolado al triste y hemos sufrido con paciencia los defectos de nuestros prójimos.
Señores, ante todo, y sobre todo, la caridad. Hay mucha gente que está completamente equivocada; son legión los que han falsificado el cristianismo. No sin alguna razón nos echan en cara por esos mundos de Dios a los católicos españoles que hemos falsificado el catolicismo, que lo hemos transformado en una serie de cofradías y capillitas, de procesiones y desfiles espectaculares, y nos hemos olvidado de la verdad, de la justicia y de la caridad. Esto es lo que habría que hacer, sin omitir aquello, como dice el Señor en el Evangelio. Todo aquello está muy bien. Benditas cofradías, benditas procesiones, benditos escapularios y medallas. Pero esto sólo, ¡no! Esto sólo, no es el catolicismo.
El catolicismo es, ante todo, y sobre todo, caridad, amor, compenetración íntima en Cristo de los de arriba y de los de abajo y de los del medio: “Ya no hay judío ni griego; ya no hay esclavo ni libre; ya no hay hombre ni mujer; todos sois uno en Cristo” (Gal 3, 28).
Este es el verdadero cristianismo. Ante todo, y sobre todo, caridad. Que hay muchos cristianos, señores, que pertenecen a todas las cofradías, que andan cargados de escapularios y de medallas y no tienen caridad. Y cometen con ello un gravísimo escándalo, porque hacen odiosa la religión a los fríos e indiferentes y esterilizan la sangre de Cristo sobre tantos y tantos desgraciados.
Señores: ante todo, y sobre todo, la caridad. La salvación del mundo, la salvación de esta sociedad pagana y alejada de Dios, no podrá venir de otra manera que por una auténtica y desbordada inundación de caridad por parte de todos los católicos del mundo. Mientras no practiquemos la caridad no seremos auténticamente cristianos, no podremos llevar al mundo el auténtico mensaje de Cristo. La caridad por encima de todo.
¡Ah!, pero no olvidemos que la caridad, la reina de todas las virtudes, no puede venir en suplencia de la justicia, otra virtud fundamentalísima. La caridad no puede ser el paliativo que encubra los fraudes de la justicia, sobre todo de la social; tiene que venir a completarla, a darle su último toque, su esplendor y su brillo cristiano. Hay que practicar la justicia social en la forma proclamada en estos últimos tiempos por los grandes Papas, Vicarios de Cristo en la tierra. El obrero, el trabajador tiene derecho a comer, no en plan de limosna, no en plan de caridad: en plan de estricta justicia social. El obrero, señores, por su mera condición de persona humana, por el solo hecho de haber nacido, tiene derecho a percibir –a base de su trabajo– el jornal suficiente para vivir él, su mujer y sus hijos.
La doctrina social de la Iglesia está bien clara: salario familiar, participación en los beneficios de la empresa, introducción progresiva en el contrato de trabajo de elementos del contrato de sociedad. Y el empresario, el patrono, que pudiendo incorporar esta doctrina a su empresa o negocio –aunque sea, naturalmente, disminuyendo sus pingües ganancias– no lo hace, es un mal católico y está quebrantando uno de sus más gravísimos deberes.
Claro está que el obrero tiene, por su parte, la obligación de trabajar. Porque es preciso reconocer que se está abusando demasiado al proclamar exclusivamente los derechos de los obreros, sin hablarles jamás de sus deberes. Es preciso proclamar bien alto que los obreros tienen derechos indiscutibles por exigencia de la ley natural: tienen derecho al salario suficiente, tienen derecho a comer. ¡Pero tienen también obligación de trabajar! No es lícito boicotear a la empresa, dejar de trabajar y exigir un salario individual o familiar que no se ha ganado honradamente con el trabajo estipulado. ¡Que trabaje el obrero y que el patrono le dé el salario que necesita para atender a sus necesidades! Los dos tienen que cumplir sus deberes para que puedan reclamar sus derechos. Eso es lo que pide y exige la justicia más elemental y hasta la verdadera caridad cristiana.
¡Ah, si practicáramos todos la verdadera justicia social, completada por la más entrañable caridad cristiana! ¡Qué pronto cambiaría la faz del mundo! Serían imposibles los conflictos sociales, los cataclismos internacionales, la amenaza continua de la guerra.
Cumplidas todas las exigencias de la justicia social, todavía queda un amplio margen para la caridad cristiana. ¡Cuántos sufrimientos y dolores se pueden aliviar, cuántas lágrimas enjugar con el pañuelo de la caridad cristiana!
¡Ricos que me escucháis! Tenéis en vuestras manos un gran instrumento de salvación. Utilizad esas riquezas para granjearos amigos en el cielo, como dice Nuestro Señor en el Evangelio. Utilizad esas riquezas para practicar, con mano espléndida, la limosna al necesitado, como pide la caridad cristiana. Justicia social, sin duda alguna; pero ella sola no basta. La justicia puede mitigar las luchas sociales, pero nunca podrá realizar la unión de los corazones. Es preciso completar la justicia con la caridad cristiana. Y entonces, sí, señores. Cuando los de arriba y los de abajo y los del medio practiquemos la gran virtud, de la que están pendientes toda la ley y los profetas, seremos auténticamente cristianos y alcanzaremos, en el juicio final, la dicha inefable de estar a la derecha de Jesucristo para oír de sus labios divinos la sentencia suprema que habrá de hacernos felices para toda la eternidad. Así sea.
 (De “El Misterio del más allá” – P. Royo Marín)