lunes, 16 de febrero de 2015

Santidad...

MEDITACIÓN DE HOY

Todos santos.
En gravísimo error están quienes sostienen que Dios no exige que todos seamos santos, ya que San Pablo afirma: Ésta es la voluntad de Dios, vuestra santificación. Dios quiere que todos seamos santos, y cada uno según su estado: el religioso como religioso, el seglar como seglar, el sacerdote como sacerdote, el casado como casado, el mercader como mercader, el soldado como soldado, y así en los demás estados y condiciones. 
“Práctica de amor a Jesucristo” – San Alfonso María de Ligorio
Comentario:
A veces pensamos y decimos: “¡Ah, si yo fuera religioso o sacerdote, sería santo!”. Pero este es un gran engaño sugerido por Satanás, porque en cualquier estado de vida en que estemos debemos aspirar y tender a la santidad. 
Gracias a Dios estamos a tiempo todavía de modificar esta idea y, a partir de hoy mismo, comenzar una vida más acorde con la vocación a la que Dios nos llama, es decir, la santidad. 
Dios nos quiere a todos santos, y como Dios no puede pretender imposibles ni mandar cosas que no se pueden lograr, entonces debe ser relativamente fácil llegar a la santidad, porque si Dios la propone, es más, la exige de todos los hombres, es porque es algo que no es para una elite, sino que es para todos absolutamente. 
Claro está que no podemos ser santos sin utilizar los medios que el Señor nos ha dejado y que conquistó al precio de su Pasión, Muerte y Resurrección. 
Por supuesto que tenemos que ser santos, pero usando el método que Dios nos preparó, en el camino que Dios nos ha elegido y no otro. 
Si hacemos así, entonces “naturalmente” iremos escalando el monte de la santidad, y llegaremos a la perfección en corto tiempo, porque la santidad no es otra cosa que amar con todo nuestro ser a Dios y al prójimo, y entonces si sabemos amar, ya somos santos, porque Dios no busca tanto la perfección, sino el amor. Más vale un amor imperfecto, que una perfección sin amor
.

jueves, 12 de febrero de 2015

Perseverancia...

Palabras de Jesús

Perseverancia.
El que fue sembrado en pedregal, es el que oye la palabra, y al punto la recibe con alegría; pero no tiene raíz en sí mismo, sino que es inconstante y, cuando se presenta una tribulación o persecución por causa de la palabra, sucumbe enseguida. (Mt 13, 20-21).
Comentario:
Cuántas cosas debe pasar una semilla para llegar a ser planta adulta y dar flores y frutos. Así también sucede con la Palabra de Dios en nosotros, porque no basta oír la Palabra con alegría, sino que hay que perseverar en producir frutos.
En primer lugar tenemos que cuidar lo sembrado por Dios en nuestro corazón, porque si nos exponemos a malas lecturas, a programas de televisión ateos, a conversaciones de descreídos, entonces es lógico que perdamos la fe, y con ella, los frutos que podríamos producir.
También están los vientos de las pasiones, y las desventuras que vendrán a sacudir esa planta, y si no tenemos una fuerte raíz, hecha con la buena voluntad de quitar todas las piedras del terreno, para que la Palabra de Dios arraigue profundamente en nosotros, entonces es lógico que a la primera contradicción con el mundo y los mundanos, sucumbamos miserablemente.
Hay que perseverar siempre en el bien, recordando aquellas palabras del Apóstol Pablo, que decía a sus hermanos que no presumieran de su fe porque todavía no habían derramado su sangre por el Evangelio.
También nosotros trabajemos con constancia, sin ensoberbecernos si es que estamos en regla con Dios, porque el mérito es más de Dios, que nuestro.
Con humildad llegaremos lejos, en cambio sin humildad, caeremos en las espirales de Satanás, y terminaremos en el fondo del abismo infernal.
Jesús, en Vos confío.