viernes, 27 de octubre de 2017

Peticiones...

Cómo pedir favores a la Virgen de forma efectiva

San Antonio Maria Claret De San Antonio María Claret, gigante espiritual que llena todo el siglo XIX de la Iglesia española, nos cuentan sus biógrafos infinidad de anécdotas y sucesos relacionados con su ardentísima devoción a la Virgen. No olvidemos que es uno de los mayores santos marianos que han existido. Desde niño destacaba ya por su amor y piedad para con la Virgen. Nos fijamos ahora en el siguiente relato recogido en una de sus documentadas biografías:

Siendo todavía joven seglar hubo de hacer un viaje en compañía de un buen caballero, quien observó los claros signos de devoción mariana de que, tanto en sus conversaciones como en su conducta, daba muestras el joven Claret.

El señor Portellas "así se llamaba el acompañante- admirado de su piedad, le habló de esta manera: - "Paréceme, Antonio, que eres muy devoto de la Virgen".

La respuesta fue contundente: "¿Cómo no, si todo cuanto le pido me lo alcanza?"

"¿Qué me dices? Explícame el modo de pedírselo".

Claret le contestó: "Le pido lo que deseo con amor y confianza. Y si veo que no me escucha, me acerco más a Ella, la cojo del manto y le digo: si no me lo alcanzáis, a fuerza de tiraros, rasgaré el manto. Y entonces ya me escucha". Hasta aquí la anécdota narrada por el diligente biógrafo.

Moraleja: Aquí tenemos una hermosa lección sobre cómo debemos orar y suplicar a María. Se nos ofrecen tres requisitos esenciales: amor, confianza y perseverancia. Esta última condición nos falla muy a menudo, pues cuando nos dirigimos a la Virgen queremos obtener un determinado favor o gracia con la mayor prontitud, y nos ponemos impacientes si no sucede así. ¿Y qué decir del amor y la confianza, como clave del fruto de la oración?

La Iglesia nos enseña a ejercitar la oración perseverante y se muestra insistentemente repetitiva en muchas de sus plegarias. Ha aprendido el aviso del Señor en la parábola del amigo importuno (Lc 11,5-8). El Padre nuestro, que es la oración por antonomasia del cristiano, nos enseña a orar y el orden que han de seguir nuestras peticiones. Jesús nos ha recordado con encarecimiento: "Pedid y se os dará. Buscad y hallaréis. Llamad y se os abrirá". Eso mismo nos susurra la Virgen. Ella nunca desoye nuestras súplicas y las encauza hacia lo que verdaderamente nos conviene, si pedimos algo no conforme con los designios divinos.

Aprendamos de San Antonio María Claret a "tirar del manto" de María, hermosa metáfora que tanto nos dice a todos. Y sobre todo procuremos introducirnos en su Corazón Inmaculado para oír "si fuera posible- sus dulces latidos. Ninguna petición a la Virgen se perderá en el camino, aunque Ella se vea obligada a cambiar, con solicitud materna, el curso de nuestras plegarias. Supliquemos su amorosa y poderosa intercesión en todas nuestras necesidades espirituales, corporales y temporales. María se hará siempre presente con su auxilio oportuno. Pero no dejemos de insistirle, como hacía con tanto amor y confianza el joven Claret, extraordinario y ejemplar devoto de María.

jueves, 26 de octubre de 2017

Mensajes...

Mensaje espiritual

¿Para qué estamos en este mundo?
No son muchos los que hoy se hacen esta importante pregunta: “¿Para qué estamos en este mundo?”.
En realidad parece que fuera una pregunta inútil, pero de su respuesta y del valor que le dé a dicha pregunta, es lo que afectará o no nuestras vidas.
Porque hay muchísima gente que no sabe ni de dónde viene, ni hacia dónde va, y viven la vida por inercia, van andando por el mundo sin sentido y sin saber por qué están donde están.
Pero a nosotros los católicos no nos sucede eso, o por lo menos no debería sucedernos eso, ya que sabemos de dónde venimos y hacia dónde vamos.
¿De dónde venimos? Venimos de Dios, que nos ha creado por amor, porque nos ama y en su Pensamiento divino nació la idea de crearnos porque quiso que existiéramos. Y en nuestro lugar Dios habría podido crear infinitos hombres. Pero no. Él ha querido crearnos a nosotros y por eso estamos leyendo este mensaje espiritual. Así que si estamos en este mundo no es por azar ni por evolución, sino porque Dios, con un acto de su Voluntad soberana y libre, nos quiso crear, y solo por amor.
¿A dónde vamos? Vamos a gozar de Dios en el Cielo, pues para eso nos ha creado Dios. El Señor a nadie creó para el Infierno, sino que nos ha creado para el Cielo y nos tiene destinado a cada uno de nosotros un puesto en su Cielo. Pero de nosotros depende que aceptemos esta invitación y voluntad de Dios, porque si no cumplimos los Diez Mandamientos y morimos en pecado mortal, entonces perderemos ese Cielo para el cual hemos sido creados, y seremos los seres más infelices del universo.
¿Para qué estamos en este mundo? Para vivirlo de acuerdo a los mandamientos de Dios y así superar este tiempo de prueba y de espera que es la vida terrena. Muchos olvidan esto y toman esta vida en la tierra como la única vida que existe, y así pierden el sentido que debe guiar su vivir en este mundo.
Ya Jesús nos ha dicho en su Evangelio que quien va a Él, jamás tendrá hambre ni sed, porque conocerá su procedencia y su fin, y estará tranquilo, porque estará confiado en Dios que sabe que lo ama y que cuida de él en todo momento.
Entonces, ahora que sabemos estas cosas o las hemos refrescado si ya las sabíamos, vivamos de acuerdo con esto que sabemos, para no ser unos eternos fracasados, y ser así felices ya en esta tierra, y luego para siempre en el Paraíso. Porque la voluntad de Dios es que seamos felices para siempre.

miércoles, 25 de octubre de 2017

Cuentos...

CRISTO NUNCA DORMIRÍA EN EL SUELO

Acabábamos de llegar a San Miguel, de misiones. Calles y personas nos hablaban de pobreza. Casas construídas con hojalata se veían por doquier. Niños sucios y de suéter roto, remendado hasta la saciedad, de caras mal lavadas, nos acompañaron todo el camino.

Pero anchas sonrisas iluminaban esas caras. Bromas y chistes acompañaban sus juegos, a la vez que un gran respeto por las misioneras.

Sus papás no eran menos. Nos acogieron con toda solemnidad, con la mayor solemnidad de la que fueron capaces. Nos llevaron a conocer el lugar: la escuela, la parroquia, sus casas... Sorprendía ver con cuánta pobreza vivían. Un cuarto era todo su hogar: cocina, dormitorio, sala, todo en uno. Jergones en el suelo hablaban del lugar donde descansaban del trabajo del día. Unos pocos trastos eran toda su riqueza. Y la imagen de la Virgen de Guadalupe, por supuesto, con unas flores y entre cortinas.

Dios nos había traído al palacio de la de la pobreza y estábamos dispuestas a compartirla con Él.

Los señores nos llevaron a conocer nuestra casa, la que nos alojaría esa semana. Un poco más grande que las demás, nos estaba esperando. Al entrar, una visión sorprende nuestras mentes: en el suelo, en lugar de jergones, camas. Las únicas camas de todo el pueblo, encerradas todas en esa casa.

Nosotras tenemos sacos de dormir, en los que pensábamos pasar la noche. Como por un resorte, nos acercamos a los señores que tan bien nos habían tratado, para decirles:

- ¿Pero cómo nos han dejado sus camas? Llévenselas. Nosotras tenemos sacos, podemos dormir perfectamente en ellos.

- No, señorita, estas camas son para las misioneras.

- Pero si podemos dormir perfectamente en nuestros sacos...

Al final, un señor bigotudo, mucho más decidido, nos dio la explicación.

- Señorita, no depende de si tienen saco o no. Lo que importa es que ahora ustedes representan a Jesús. Y si viniera Jesús, nunca permitiríamos que durmiera en el suelo.

Dormimos en sus camas esa semana. Nos dieron lo mejor que tenían, como si se lo dieran a Dios. Su fe nos dejó aún más que esas mismas camas. Pero estoy segura de que también Dios se lo recompensó, como dice en el Evangelio: Lo que hicísteis a uno de estos mis pequeños...

martes, 24 de octubre de 2017

Hacer...

Todo lo que hicisteis a mis hermanos…

Todo lo que hicisteis a mis hermanos, a Mí me lo hicisteis, dice el Señor.
Por eso qué cuidadoso debe ser todo nuestro obrar. Cómo debemos hacer el bien y a ninguno el mal, pues lo que hacemos al prójimo, se lo hacemos al mismo Cristo.
Recordemos que todas nuestras obras serán llevadas a juicio, y nada escapará a los ojos de Dios: ni el bien realizado, ni el mal. Como así también será pesado en la balanza lo que no hicimos pudiendo hacerlo, y lo que dejamos de hacer.
Si recordáramos a cada instante que Dios nos mira continuamente, ¡qué santo sería todo nuestro obrar, nuestras miradas, nuestros pensamientos y palabras! Pero a veces nos olvidamos de ello y es ahí donde prestamos oídos a la seducción, al tentador, que nos induce a cometer el mal, a pecar.
Dios no quiere que olvidemos que seremos premiados o castigados por nuestra conducta. Efectivamente Dios pagará a cada uno según sus obras.
¡Ay del que haya hecho daño al prójimo! ¡Y mucho peor castigo merecerá, si ese prójimo era débil, pobre, niño, enfermo, necesitado!
En cambio ¡qué gran premio tendrá quien haya hecho bien a su hermano, incluso a sus enemigos! No sólo en el Cielo Dios se lo premiará, sino que ya aquí en la tierra ese tal gozará de una gran paz y consuelo, sabiendo que Dios lo mira complacido, y que la mirada benigna de Dios está sobre él y le bendice.
Estamos a tiempo todavía. Aún no hemos muerto y no hemos sido juzgados. Si hemos obrado mal en el pasado, es tiempo de empezar a obrar bien, con todos, y reparar por el mal cometido haciendo buenas obras.
Dios nos espera en el Cielo y tiene preparado un lugar de delicias para nosotros. No lo perdamos con una vida de pecado y de maldad. Tomemos el aceite del consuelo y el vino que medica, y consolemos a todo el que sufre en el cuerpo o en el alma, recordando aquella promesa y bienaventuranza del Señor: “¡Felices los misericordiosos, porque obtendrán misericordia!”. ¿Y quién no necesita, en este mundo, de la misericordia de Dios y del prójimo?
Hagamos el propósito de ser buenos, de obrar bien, de ser compasivos, porque ésa es la voluntad de Dios: que empleemos nuestra vida para ganarnos el Cielo, siendo misericordiosos con todos y haciendo el bien. Que Dios nos dé su fuerza para llevarlo a cabo.

lunes, 23 de octubre de 2017

Formación Católica...

Formación católica

Evangelio y vida.
Con el Santo Evangelio y la vida que vivimos, ya tenemos una gran riqueza para llegar a ser sabios, porque en el Evangelio hay respuestas para todo, ya que es Palabra de Dios, inspirada por Dios, para todos los tiempos, razas y lenguas.
Quien desprecia el Evangelio, desprecia a Dios mismo. Por eso en nuestra formación católica debemos poner en primer lugar el Evangelio, porque a través de Él el Verbo de Dios nos habla, nos habla Dios mismo. Y cada vez que lo leamos encontraremos nuevas aplicaciones a nuestra vida y a las circunstancias que nos toquen vivir a nosotros y a nuestros seres queridos, como también a los acontecimientos que vive el mundo.
Dios es simple y por eso ha querido darnos como guía el Evangelio que es simple y a la vez de una riqueza infinita, que sólo siendo Dios podremos comprender completamente. Pero en la medida en que dejemos al Espíritu Santo que nos lo explique, y recibamos dócilmente las enseñanzas que nos transmite la Iglesia católica para su interpretación sana, entonces iremos creciendo en sabiduría y tendremos respuestas para todo, y nuestros enemigos no tendrán forma de rebatirnos, porque Satanás odia la Palabra de Dios, y con Ella podemos enfrentar cualquier enemigo, visible o invisible.
Tengamos amor por el Santo Evangelio y leámoslo de corrido, cada día al menos un capítulo o más, y veremos muy pronto los admirables frutos de esta práctica, porque en cada hecho de nuestra vida encontraremos la enseñanza justa para nosotros y para los demás.

sábado, 21 de octubre de 2017

Tiempos...

Mensaje a los Jóvenes héroes

Tiempos de coraje.
Hay que tener coraje para enfrentarse con un león o alguna bestia salvaje. Pero más coraje hay que tener para enfrentarse con el mundo, que está en poder de Satanás, que es la peor Bestia que podamos imaginar. Y hay que tener coraje también para enfrentarnos a la propia bestia qua cada hombre lleva en su interior, es decir, la carne con todas sus pasiones desordenadas.
Estos tiempos son malos, y necesitamos de mucho coraje para enfrentar las burlas y escarnios de quienes no creen y se mofan de la religión.
Coraje también se necesita para extirpar de raíz las malas costumbres y apegos desordenados que tenemos a las criaturas, y animarnos a seguir a Cristo por el camino estrecho de la cruz y del cumplimiento del deber.
En definitiva, para ser héroes, no es necesario emprender una aventura a parajes distantes y peligrosos, sino que basta que nos decidamos a tratar de vivir en gracia de Dios, y los enemigos aparecen solos, por todas partes.
Tratemos de ser santos de verdad, y veremos cómo por todos lados surgen enemigos que con lisonjas o amenazas, querrán desalentarnos y acobardarnos. Es aquí donde necesitamos poner coraje, porque el Cielo es de los esforzados y no de los miedosos.