sábado, 18 de noviembre de 2017

Reflexiones...

A pesar de todo…

Aunque las cosas se compliquen en nuestra vida y en las vidas de quienes amamos, debemos tener el valor de decirle al Señor: “A pesar de todo creo, a pesar de todo espero, Te amo a pesar de todo”. Entonces el Señor tendrá en cuenta este acto heroico de nuestra parte y nos dará un premio desmesurado en el Cielo y, cuando lo crea conveniente nos aliviará la prueba para que no caigamos bajo su peso.
Dios es bueno y nos ama, pero las pruebas están en la vida, y debemos sobrellevarlas sin disgustarnos con Dios, que no es el causante de nuestros sufrimientos, sino que a veces los permite por altísimas razones que comprenderemos en el más allá. Basta ver cómo tuvo que vivir, sufrir y morir el mismo Dios: Jesucristo, para atisbar un poco del misterio del dolor. Ni el mismo Hijo de Dios se libró del cáliz de amargura que el mundo y el demonio le propinaron. ¿Y queremos librarnos nosotros, que somos menos inocentes que Jesús?
Entonces aunque estemos muy doloridos y apenados por lo que nos pasa a nosotros o a nuestros seres queridos, digámosle a Dios, aunque sea entre lágrimas: “A pesar de todo creo, a pesar de todo espero, Te amo a pesar de todo”. Si hacemos así, entonces todo el Cielo verá lo valeroso de nuestro acto y Dios mismo quedará admirado de nuestra constancia y valor. No otra cosa sucedió con Job, pues el diablo le causó toda suerte de desgracias para que Job maldijera a Dios. Pero Job, no sólo que no maldijo al Señor, sino que se mantuvo en la fidelidad y siendo creyente.
Así también ahora sucede con nosotros, somos probados por el dolor y las desgracias, pero debemos saber ser perseverantes en el amor a Dios, sabiendo que Él todo lo ve, y que nos tiene preparado un premio desmesuradamente grande en el Cielo, y que no permitirá que seamos probados más allá de nuestras fuerzas; y en caso de que tengamos que pasar un dolor muy grande, el Señor nos dará la fuerza para sobrellevarlo con entereza.
Sigamos confiando en Dios a pesar de todo, contra todas las apariencias, e incluso contra todas las evidencias, que esto agrada a Dios de manera tan grande, que no puede menos de admirarse de nosotros, de nuestra actitud, y nos colmará de favores de todas clases y, superando la prueba, habremos entrado muy dentro en el Corazón de Jesús, y adelantado mucho en el camino de la santidad.

viernes, 17 de noviembre de 2017

'When In Rome - The Promise (Subtitulos En Español).wmv

Venta...

Se vende casa

Un señor se encontró cierto día en la calle a su amigo el gran poeta Olavo Bilac y le dijo:

- Sr. Bilac, necesito vender mi casa, que Ud. bien conoce. ¿Podría redactar el anuncio para el periódico?

Olavo Bilac tomó lápiz y papel y escribió:

"Se vende encantadora propiedad, donde cantan los pájaros al amanecer en las extensas arboledas, rodeado por las cristalinas aguas de un lindo riachuelo. La casa, bañada por el sol naciente, ofrece la sombra tranquila de las tardes en la terraza."

Algunos meses después, el poeta se encontró con el señor y le preguntó si ya había vendido su casa.
-No pensé más en eso, dijo el hombre. Después de leer el anuncio, me dí cuenta de la maravilla que tenía.

A veces, no nos damos cuenta de las cosas buenas que tenemos y vamos tras falsos tesoros. Debemos valorar lo que tenemos y que nos fue dado gratuitamente por Dios: la salud, los amigos, el empleo, el conocimiento que adquirimos, la sonrisa de los niños y el cariño de esa persona especial. Estos sí son verdaderos tesoros.

jueves, 16 de noviembre de 2017

Felicidad...

Es tan grande la felicidad…

Es tan grande la felicidad que nos espera en el Cielo, que todos los sufrimientos y contrariedades de esta vida, no tienen comparación con la alegría y felicidad que nos tiene preparadas el Señor para toda la eternidad.
Los Santos veían estas cosas y saltaban de gozo cuando les llegaba alguna cruz o padecimiento, pues sabían que esa prueba no quedaría sin premio en el más allá. ¡Y es para siempre!
Efectivamente sería muy bueno para nuestro ánimo el considerar frecuentemente el pensamiento del Cielo, para avivar nuestra esperanza y tener coraje y valor para enfrentar y sobrellevar las cruces de nuestras vidas.
Pensemos siempre en el Paraíso que nos espera, que pronto lo poseeremos, pues esta vida terrena, aunque sea larga, es una nada comparada con la eternidad de gozo que Dios nos tiene preparada.
Así que si estamos bien, demos gracias a Dios; y si estamos mal o sufriendo, demos también mayores gracias a Dios, puesto que ese dolor nos acarrea un mayor grado de gloria en el más allá, y será para siempre, por los siglos de los siglos estaremos sumergidos en una felicidad que ni ojo vio, ni oído oyó, ni vino jamás a la mente del hombre, la grandísima felicidad que Dios tiene preparada para los que lo aman y cumplen sus mandamientos.
Ante tanta tristeza como nos causa el mundo, con sus noticias funestas y con las amargas acciones de los hombres, elevemos la mirada y posémosla en el lugar de delicias que nos espera al final de nuestra vida. Así viviremos ya pregustando ese sabor de Paraíso, y tendremos fuerzas para arrostrar los sinsabores y dolores de este mundo.
Recordemos que Cristo ha resucitado y está en medio de nosotros, acompañándonos y alentándonos para que sigamos en la buena senda, y que al final nos espera para darnos el premio eterno por haber combatido valerosamente.
En estos tiempos tan malos y amargos, es necesario elevar frecuentemente la mirada a aquel lugar de delicias que nos espera en el Cielo, porque tenemos necesidad de consuelo y valor para continuar en la prueba de la vida.

miércoles, 15 de noviembre de 2017

Estar...

Ante Dios.

Estamos siempre en la presencia de Dios y lo que importa es lo que somos y hacemos ante Dios.
A veces nos parece que si somos muy buenos nos pueden tomar por tontos, o algunos se pueden aprovechar de nosotros o incluso engañarnos y perjudicarnos. Efectivamente Dios nos manda a dar prestado, a socorrer al que pide algo. Y quizás alguna vez podemos ser traicionados por aquél a quien hacemos el bien. Pero ¿qué importa?, si con que lo vea Dios, eso nos debe bastar para saber que no quedaremos sin premio.
Pero incluso aunque perdamos el honor por las habladurías de quien se benefició con nuestros favores y buenas obras, e incluso aunque hayamos dado alojamiento a quien era peregrino, pero después terminó robándonos, dejándonos en la miseria o incluso atentando contra nuestra vida; lo que es a los ojos de Dios no cambia, y a nuestra buena obra y a nuestro acto de confianza en el prójimo, Dios añadirá el premio por el martirio y las desgracias que hemos soportado.
Es cierto que para pensar así debemos tener mucha fe, sabiendo que Dios nos mira constantemente, a nosotros y a todos, y que premiará cada buena obra, y castigará todo lo malo.
Si hemos favorecido a alguien, y ese alguien nos hace daño, en realidad ello no cambia nada ante Dios, que es justo, y nos premiará doblemente, y el malvado desmerecerá ante el Señor.
Antes de tener el corazón duro es mejor pasarse de buenos; exagerar mejor el ser buenos, que el ser rígidos y desconfiados.
Claro que como está el mundo ahora, este pensamiento es medio descabellado, porque hay tantos malandrines y delincuentes sueltos, que uno muchas veces no se puede fiar de ninguno, humanamente hablando.
Pero si alguien nos pide alojamiento o un favor en nombre de Dios, arriesguémonos y confiemos, y socorrámosle; que aunque ese tal se nos vuelva en contra y nos cause daño, Dios ve, sabe y nos premiará.
Ya lo dice la Sagrada Escritura que en los últimos tiempos el mal sería tan generalizado que en muchos la caridad, el amor se enfriará. Y es cierto que casi sin darnos cuenta nos vamos cerrando en nosotros mismos y se endurece nuestro corazón.
Sin embargo tenemos que pensar que todo está ante Dios, y Él nos premiará todo lo bueno que hayamos hecho. Pensemos en estas cosas, en estas verdades que no son otra cosa que el Evangelio vivido, pues ya nos dice el Señor que no debemos temer a quienes matan el cuerpo pero no pueden matar el alma, sino que más vale debemos temer al pecado y los vicios, que traen la enfermedad y la muerte al cuerpo, y también al alma.

martes, 14 de noviembre de 2017

Descuido...


Descuido de los mortales en aliviar a las Almas del Purgatorio

Punto Primero. - ¡Pobres almas! ¡Están padeciendo tormentos y penas inexplicables: no pueden merecer, ni esperar alivio sino de los vivos; y éstos, nosotros, ingratos, no cuidamos de ellas! Tienen ellas en el mundo tantos hermanos, parientes y amigos, y no hallan, como José, un Rubén piadoso que las saque de aquella profunda cisterna. Sus tinieblas son más dolorosas que la ceguedad de Tobías, y no encuentran un Rafael que les dé la vista deseada, para contemplar el rostro hermosísimo de Dios. Se abrasan en más ardiente sed que el criado de Abraham, y no hallan una solícita Rebeca que se la alivie. Son infinitamente más desgraciadas que el caminante de Jericó y el paralítico del Evangelio. Pero no encuentran un samaritano u otra persona compasiva que las consuele.
¡Pobres almas! ¡Qué gran tormento es para ustedes este olvido de los mortales! ¡Podrían tan fácilmente aliviarlas y libertarlas del Purgatorio; bastaría una misa, una Comunión y un Vía Crucis, una indulgencia que aplicasen; y nadie se preocupa de ofrecerlas por ustedes!
¿Y quiénes son esos ingratos? ¡Son sus mismos parientes y amigos, sus mismos hijos!. Ellos se alimentan y recrean con los bienes o posibilidades que ustedes les dejaron, y ahora, como desconocidos, no se acuerdan ya de ustedes.
¡Pobres almas! Con mucha más razón que David pueden ustedes decir: si alguien que no hubiese nunca recibido ningún favor de mi parte, si un enemigo me tratara así por doloroso que me fuera, podría soportarlo con paciencia: ¡pero tú, hijo mío, hermano, pariente, amigo, que me debes tantos beneficios; tú, hijo mío, por quien pasé tantos dolores y noches tan malas; tú, esposo; tú, esposa mía, que tantas pruebas recibiste de mi amor, siendo objeto de mis desvelos y blanco de mis incesantes favores: que tú me trates así; que, descuidando los sufragios que tanto te encargué me dejes en este fuego, sin querer socorrerme! ¡Ésta sí que es una ingratitud y crueldad superior a todo lo que podemos pensar!
Punto Segundo. - ¡Pobres almas! Pero más pobres e infelices seremos nosotros, si no las socorremos. Acuérdate, nos gritan los difuntos a nosotros, de cómo he sido yo juzgado: porque así mismo lo serás tú: A mí ayer; a ti hoy. Tú también serás del número de los difuntos, y tal vez muy pronto. Y por rico y poderoso que seas, ¿qué sacarás de este mundo? Lo que nosotros sacamos, y nada más: las obras. Si son buenas, ¡qué consuelo! Si malas, ¡qué desesperación! Como tú hayas hecho con nosotros, harán contigo.
¿Lo oyes? Si ahora eres duro e insensible con las benditas Almas del Purgatorio, duros e insensibles serán contigo los mortales, cuando tú hayas dejado de existir. Y no es éste el parecer de un sabio; es el oráculo de la Sabiduría infinita, que nos dice en San Mateo: Con la misma medida con que midiereis, seréis medidos. Sí; del mismo modo que nos hubiésemos portado con las almas de nuestros prójimos, se portarán los mortales también con nosotros. ¡Ay de aquel que no hubiese practicado misericordia, porque le espera, dice el apóstol Santiago, un juicio sin misericordia. ¿Y no tiemblas tú, insensible para con los difuntos? Si lleno de indignación, el Juez supremo arroja al infierno al que niega la limosna a un pobre, que tal vez era enemigo de Dios por el pecado, ¿con cuánta justicia y rigor condenará al que niegue a sus amadísimas esposas los sufragios de los bienes que les pertenecían?

lunes, 13 de noviembre de 2017

Reflexiones...

El bambú japonés

No hay que ser agricultor para saber que una buena cosecha requiere de buena semilla, buen abono y riego constante. También es obvio que quien cultiva la tierra no se para impaciente frente a la semilla sembrada y grita con todas sus fuerzas: "¡Crece, maldita seas!"

Hay algo muy curioso que sucede con el bambú japonés y que lo trasforma en no apto para impacientes: Siembras la semilla, la abonas, y te ocupas de regarla constantemente. Durante los primeros meses no sucede nada apreciable. En realidad no pasa nada con la semilla durante los primeros siete años, a tal punto, que un cultivador inexperto estaría convencido de haber comprado semillas infértiles. Sin embargo, durante el séptimo año, en un periodo de sólo seis semanas la planta de bambú crece más de 30 metros! ¿Tardó sólo seis semanas en crecer?

No. La verdad es que se tomó siete años y seis semanas en desarrollarse. Durante los primeros siete años de aparente inactividad, este bambú estaba generando un complejo sistema de raíces que le permitirían sostener el crecimiento que iba a tener después de siete años. Sin embargo, en la vida cotidiana muchas personas tratan de encontrar soluciones rápidas, triunfos apresurados, sin entender que el éxito es simplemente resultado del crecimiento interno y que este requiere tiempo. Quizás por la misma impaciencia, muchos de aquellos que aspiran a resultados en corto plazo, abandonan súbitamente justo cuando ya estaban a punto de conquistar la meta. Es tarea difícil convencer al impaciente que sólo llegan al éxito aquellos que luchan en forma perseverante y saben esperar el momento adecuado. De igual manera, es necesario entender que en muchas ocasiones estaremos frente a situaciones en las que creeremos que nada está sucediendo. Y esto puede ser extremadamente frustrante. En esos momentos (que todos tenemos), hay que recordar el ciclo de maduración del bambú japonés, y aceptar que en tanto no bajemos los brazos, ni abandonemos por no "ver" el resultado que esperamos, sí está sucediendo algo dentro nuestro: estamos creciendo, madurando. Quienes no se dan por vencidos, van gradual e imperceptiblemente creando los hábitos y el temple que les permitirá sostener el éxito cuando este al fin se materialice.

El triunfo no es más que un proceso que lleva tiempo y dedicación. Un proceso que exige aprender nuevos hábitos y nos obliga a descartar otros. Un proceso que exige cambios, acción y formidables dotes de paciencia.

Pídele a Dios esa paciencia y perseverancia y recuerda encomendarte cada día al Espíritu Santo para que te ilumine en los proyectos que tengas que acometer y para encontrar la mejor estrategia que te permita alcanzar tus objetivos.