domingo, 11 de febrero de 2018
Deber...
Cumplir el deber
La
tercera característica de la muerte cristiana es morir como Cristo.
¿Cómo murió Nuestro Señor Jesucristo? Mártir del cumplimiento de su
deber. Había recibido de su Eterno Padre la misión de predicar el
Evangelio a toda criatura y de morir en lo alto de una cruz para salvar a
todo el género humano, y lo cumplió perfectamente, con maravillosa
exactitud. Precisamente, cuando momentos antes de morir contempló en
sintética mirada retrospectiva el conjunto de profecías del Antiguo
Testamento que habían hablado de Él, vio que se habían cumplido todas al
pie de la letra, hasta en sus más mínimos detalles. Y fue entonces
cuando lanzó un grito de triunfo: ¡Consumatum est, todo está cumplido!
¡Qué dicha la nuestra, señores, si a la hora de la muerte podemos exclamar también: “He cumplido mi misión en este mundo, he cumplido la voluntad adorable de Dios”!
Cierto que no podremos decirlo del mismo modo que Nuestro Señor Jesucristo. Cierto que todos somos pecadores y hemos tenido, a lo largo de la vida, muchos momentos de debilidad y cobardía. Cierto que hemos ofendido a Dios y nos hemos apartado de sus divinos preceptos por seguir los antojos del mundo o el ímpetu de nuestras pasiones. Pero todo puede repararse por el arrepentimiento y la penitencia. Estamos a tiempo todavía.
¡Muchacho que me escuchas! Feliz de ti si a la hora de la muerte, acordándote de tus años mozos, puedes decir ante tu propia conciencia: “Lo cumplí. ¡Cuánto me costó resolver el problema de la pureza! Mi sangre joven me hervía en las venas, pero fui valiente y resistí. Invoqué a la Virgen, huí de los peligros, comulgué diariamente, ejercité mi voluntad, se lo pedí ardientemente a Dios... Y ahora muero tranquilo, ofreciéndole a Dios el lirio de mi pureza juvenil”.
¡Padre de familia! Me hago cargo perfectamente. Cuesta mucho el cumplimiento exacto de los deberes matrimoniales: aceptar todos los hijos que Dios mande, educarles cristianamente, guardar fidelidad inviolable al otro cónyuge, cumplir exactamente las obligaciones del propio estado. Pero recuerda que estamos en este mundo como huéspedes y peregrinos, que “no tenemos aquí ciudad permanente, sino que vamos en busca de la que está por venir” (Hebr 13, 14) ¡Levanta tus ojos al cielo! Y, aunque te cueste ahora un sacrificio, cumple íntegramente con tu deber, para poder morir tranquilo cuando te llegue la hora suprema.
¡Comerciante, financiero, industrial, hombre de negocios! El dinero es una terrible tentación para la mayoría de los hombres. Pero acuérdate de que no podrás llevarte más allá del sepulcro un solo céntimo: lo tendrás que dejar todo del lado de acá. ¡Gana, si es preciso, la mitad o la tercera parte de lo que ganas ahora, pero gánalo honradamente! Que no tengas que lamentarlo a la hora de la muerte –cuando es tan difícil reparar el daño causado y restituir el dinero mal adquirido– y puedas decir, por el contrario: “me costó mucho, pero hice ese sacrificio; muero tranquilo; he cumplido con mi deber”.
¡Qué dicha la nuestra, señores, si a la hora de la muerte podemos exclamar también: “He cumplido mi misión en este mundo, he cumplido la voluntad adorable de Dios”!
Cierto que no podremos decirlo del mismo modo que Nuestro Señor Jesucristo. Cierto que todos somos pecadores y hemos tenido, a lo largo de la vida, muchos momentos de debilidad y cobardía. Cierto que hemos ofendido a Dios y nos hemos apartado de sus divinos preceptos por seguir los antojos del mundo o el ímpetu de nuestras pasiones. Pero todo puede repararse por el arrepentimiento y la penitencia. Estamos a tiempo todavía.
¡Muchacho que me escuchas! Feliz de ti si a la hora de la muerte, acordándote de tus años mozos, puedes decir ante tu propia conciencia: “Lo cumplí. ¡Cuánto me costó resolver el problema de la pureza! Mi sangre joven me hervía en las venas, pero fui valiente y resistí. Invoqué a la Virgen, huí de los peligros, comulgué diariamente, ejercité mi voluntad, se lo pedí ardientemente a Dios... Y ahora muero tranquilo, ofreciéndole a Dios el lirio de mi pureza juvenil”.
¡Padre de familia! Me hago cargo perfectamente. Cuesta mucho el cumplimiento exacto de los deberes matrimoniales: aceptar todos los hijos que Dios mande, educarles cristianamente, guardar fidelidad inviolable al otro cónyuge, cumplir exactamente las obligaciones del propio estado. Pero recuerda que estamos en este mundo como huéspedes y peregrinos, que “no tenemos aquí ciudad permanente, sino que vamos en busca de la que está por venir” (Hebr 13, 14) ¡Levanta tus ojos al cielo! Y, aunque te cueste ahora un sacrificio, cumple íntegramente con tu deber, para poder morir tranquilo cuando te llegue la hora suprema.
¡Comerciante, financiero, industrial, hombre de negocios! El dinero es una terrible tentación para la mayoría de los hombres. Pero acuérdate de que no podrás llevarte más allá del sepulcro un solo céntimo: lo tendrás que dejar todo del lado de acá. ¡Gana, si es preciso, la mitad o la tercera parte de lo que ganas ahora, pero gánalo honradamente! Que no tengas que lamentarlo a la hora de la muerte –cuando es tan difícil reparar el daño causado y restituir el dinero mal adquirido– y puedas decir, por el contrario: “me costó mucho, pero hice ese sacrificio; muero tranquilo; he cumplido con mi deber”.
"El misterio del más allá" Royo Marin
sábado, 10 de febrero de 2018
viernes, 9 de febrero de 2018
Evangelio del día...
Evangelio del día.
viernes 9/FEB/18.
Mc 7, 31-37.
Todo lo ha hecho bien.
Cuando Jesús volvía de la región de Tiro, pasó por Sidón y fue hacia el
mar de Galilea, atravesando el territorio de la Decápolis. Entonces le
presentaron a un sordomudo y le pidieron que le impusiera las manos.
Jesús lo separó de la multitud y, llevándolo aparte, le puso los dedos
en las orejas y con su saliva le tocó la lengua. Después, levantando los
ojos al cielo, suspiró y le dijo: “Efatá”, que significa: “Ábrete”. Y
en seguida se abrieron sus oídos, se le soltó la lengua y comenzó a
hablar normalmente. Jesús les mandó insistentemente que no dijeran nada a
nadie, pero cuanto más insistía, ellos más lo proclamaban y, en el
colmo de la admiración, decían: “Todo lo ha hecho bien: hace oír a los
sordos y hablar a los mudos”.
Reflexión:
Decían de Jesús: “Todo lo ha hecho bien.” A recibir ese elogio debemos
aspirar nosotros, pero no tanto de los hombres sino de Dios. ¡Qué
hermoso que Dios esté contento con nosotros! Si Dios está contento con
nuestro actuar, ¡qué importa todo lo demás! Por lo tanto debemos obrar
conforme a la Voluntad de Dios, manifestada en los mandamientos, en los
consejos de Jesús en el Evangelio, y cumplir con fidelidad y amor los
deberes del propio estado. Si hacemos así, Dios y los hombres al final
nos podrán decir: “Todo lo ha hecho bien.”
Pidamos a la Santísima Virgen que aprovechemos las cosas simples de todos los días para ser santos.
Jesús, María, os amo, salvad las almas.
jueves, 8 de febrero de 2018
Pruebas...
Signos de los tiempos
La Fe puesta a prueba.
En estos tiempos tan difíciles la Fe es puesta a prueba duramente, los
que cumplen los mandamientos del Señor son probados a fondo y solo el
que persevere hasta el fin se salvará. Se ha dado gran libertad a los
demonios para que actúen en el mundo, y ellos atacan ya sin máscaras ni
disfraces, sino directamente con enfermedades y calamidades de todo
tipo, por eso debemos prevenirnos de sus ataques con la oración, los
sacramentales, como medallas benditas, agua bendita; los sacramentos y
la vigilancia. Y sobre todo tenemos que consagrarnos al Corazón
Inmaculado de María, ya que la Virgen en muchas de sus apariciones nos
promete que cuidará nuestra fe para que no la perdamos a pesar de las
pruebas. Es el momento de decir que Satanás ha pedido permiso a Dios
para sacudirnos como ramas al viento, ¡y cuántos quedarán en el camino!
Es tiempo de despertarnos y tomar las armas que el Señor nos ha
enseñado: oración y penitencia. Con estas armas es como se vence a
Satanás y sus demonios. También vienen en ayuda del Maligno los medios
de comunicación social, en gran parte en manos de los enemigos de Cristo
y de la Iglesia, que ayudan a crear todo este ambiente de ateísmo y
maldad.
¡Ven Señor Jesús!
miércoles, 7 de febrero de 2018
Sto Evangelio...
J†A
JMJ
Pax
Lo que mancha al hombre es lo que sale de dentro
† Lectura del santo Evangelio según san Marcos 7, 14-23
Gloria a ti, Señor.
En aquel tiempo, Jesús llamó de nuevo a la gente y les dijo:
"Escúchenme todos y entiéndan esto: Nada de lo que entra en el hombre puede mancharlo. Lo que sale de su interior es lo que mancha al hombre"
Cuando dejó a la gente entró en casa, sus discípulos le preguntaron por el sentido de la comparación.
Jesús les dijo:
"¿De modo que tampoco ustedes entienden? ¿No comprenden que nada de lo que entra en el hombre puede mancharlo, puesto que no entra en su corazón, sino en el vientre, y va a parar a la letrina?"
Así Jesús declaraba puros todos los alimentos.
Y añadió:
"Lo que sale del hombre, eso es lo que mancha al hombre. Porque es del corazón de los hombres de donde salen los malos pensamientos, fornicaciones, robos, homicidios, adulterios, codicias, perversidades, fraude, libertinaje, envidia, injuria, soberbia y necedad. Todas estas maldades salen de su interior y manchan al hombre".
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.
"Escúchenme todos y entiéndan esto: Nada de lo que entra en el hombre puede mancharlo. Lo que sale de su interior es lo que mancha al hombre"
Cuando dejó a la gente entró en casa, sus discípulos le preguntaron por el sentido de la comparación.
Jesús les dijo:
"¿De modo que tampoco ustedes entienden? ¿No comprenden que nada de lo que entra en el hombre puede mancharlo, puesto que no entra en su corazón, sino en el vientre, y va a parar a la letrina?"
Así Jesús declaraba puros todos los alimentos.
Y añadió:
"Lo que sale del hombre, eso es lo que mancha al hombre. Porque es del corazón de los hombres de donde salen los malos pensamientos, fornicaciones, robos, homicidios, adulterios, codicias, perversidades, fraude, libertinaje, envidia, injuria, soberbia y necedad. Todas estas maldades salen de su interior y manchan al hombre".
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.
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