sábado, 25 de agosto de 2018

Oraciones...

Quince minutos con el Divino Niño Jesús

Mi Redentor.
Divino Niño Jesús, tú eres mi Redentor. Te veo así tan pequeñito, pero ya te nacen las heridas de las manos y de los pies, por las que serás suspendido de la Cruz en que me salvas a mí de las manos de Lucifer. Pequeño Señor, ten misericordia de mí. Te amo con todo mi corazón y te doy gracias porque me has redimido, es decir, me has rescatado del poder del mal y me prometes el Cielo. Quiero, con tu ayuda, alcanzar la Felicidad sin fin y sin límites del Paraíso, para estar junto a ti eternamente. Niñito Jesús, te entrego mi corazón para que tú lo hagas semejante al tuyo, sencillo, bueno, manso, humilde, dulce. Quiero parecerme mucho a ti, porque sé que el Reino de los Cielos es de los niños y de los que son como ellos, como tú, que eres un Niño. Sé que tú vienes a mí en la Eucaristía, porque en ella estás realmente presente con tu Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad. En la Misa renuevas tu sacrificio y lo haces por mí, porque me amas infinitamente. Quiero darte gracias Niñito Jesús por tu amor hacia mí. Si nadie me amara en este mundo, igual estoy feliz porque sé que tú me amas y con eso me basta y soy feliz. ¡Te amo!

viernes, 24 de agosto de 2018

Tentaciones...

Vivir católico

Tentaciones.
Si estamos decididos a servir a Dios y a andar por el camino del cumplimiento de los Diez Mandamientos y de la virtud, entonces debemos saber que tendremos tentaciones.
Efectivamente cuando nos decidimos a ser buenos, enseguida aparece el demonio, que nos odia y nos envidia, para sugerirnos el mal y tentarnos para hacernos caer en pecado y que perdamos la gracia y todos los méritos que habíamos logrado hasta ese momento.
Hay que saber que tenemos un enemigo externo a nosotros que es el Maligno, pero que también tenemos un enemigo interno que somos nosotros mismos, porque después del pecado original, los hombres hemos quedado muy inclinados al mal, y a pesar del Bautismo y de los Sacramentos, siempre queda esa tendencia hacia el mal, con la cual hay que luchar cada día.
Tentaciones las tendremos, porque Dios las permite para nuestro bien, ya que combatiendo y venciendo, ganamos muchos méritos para el Cielo; el problema está cuando sucumbimos a ellas. Por eso, si queremos permanecer en pie y no caer, lo lograremos con la invocación de los Nombres sagrados de Jesús y María, con la oración frecuente, con el evitar mirar televisión y todo lo que excite nuestra sensualidad, porque hay que saber que por los ojos entran los deseos en el hombre, y eso nos lleva fácilmente al pecado.
Si Jesús fue tentado, es señal de que el demonio no perdona a nadie; y si no perdonó al mismo Hijo de Dios, ¿nos perdonará a nosotros?
Por eso tenemos que prepararnos al combate, porque habrá un combate encarnizado entre nosotros y el demonio, entre nosotros y nuestras pasiones, es decir, nuestra carne.
Lo mejor para salir airosos en esta lucha es rezar mucho, mortificar los sentidos y acudir a los sacramentos, especialmente a la Eucaristía y a la Confesión frecuente; y también hacer buen uso de los sacramentales como el agua bendita y las medallas, escapularios, etc. Porque hay que tener bien presente que del resultado de esta guerra dependerá nuestro destino eterno: Cielo o Infierno.

jueves, 23 de agosto de 2018

Dios...

Dios y nosotros.

¿Quién es Dios? Y ¿quiénes somos nosotros?
A veces olvidamos hacernos estas preguntas para poder darles una respuesta correcta.
Dios es el Ser todopoderoso que nos creó por amor, nos conserva en la existencia por amor, y nos tiene preparado el Cielo por amor.
Nosotros somos criaturas de Dios, que dependemos en todo de Él.
Siendo esto así, ¿cómo es que tenemos tan poca fe en Dios?, ¿tan poca confianza en Él?
Sencillamente porque no hemos caído en la cuenta de las respuestas a estas dos preguntas. Porque Dios es el Riquísimo, y nosotros somos los Pobrísimos. ¿Por qué entonces no pedimos lo suficiente a Dios, ya que Él se ha comprometido a escucharnos y a darnos lo que necesitamos y más todavía? Porque tenemos poca confianza y seguridad de la bondad del Señor y de su generosidad sin límites.
Dios nos quiere dar todo, pero también quiere que pidamos las cosas en su orden: primero lo espiritual, la salud del alma para vivir en amistad con Dios y alcanzar al fin el Cielo; y después también lo material y la salud del cuerpo, si es que conviene a nuestra salvación eterna.
Dios nos escucha. Así que no nos desanimemos en pedir e insistir, día y noche, porque Dios oye nuestros lamentos, nuestros ruegos, y no tiene un corazón duro sino que nos dará lo que nos hace falta. También nos dará el don que pedimos cuando ello sea conveniente a nuestra salvación y la de otros.
No creamos que Dios sea duro con nosotros, sino que Él lleva cuenta hasta del menor suspiro que damos y la más pequeña lágrima que derramamos. Pero a veces el Señor no nos quiere dar lo que pedimos, por varios motivos de los cuales algunos comprenderemos más o menos en este mundo, y otros motivos los sabremos en la eternidad. Y sepamos que siempre deberemos estar agradecidos con Dios porque todo lo hace por nuestro bien.
Si hacemos lo que Dios quiere, Él hará también lo que nosotros queremos. Porque la mejor manera de obtener gracias de Dios es hacer lo que Él quiere, es decir, siendo obedientes a sus mandamientos, a su voluntad. Pensemos si nosotros estamos haciendo lo que Dios quiere, y entonces quizás descubramos una de las razones por las que no somos atendidos favorablemente por Él.
Volvamos nuestro corazón a Dios, porque lo importante, lo único importante, es salvar la propia alma. Todo lo demás es añadidura, que también se debe pedir, pero primero la salvación del alma. Porque si perdemos el Cielo, lo habremos perdido todo para siempre, y Dios no quiere eso porque nos ha creado para el Paraíso, para que seamos felices no por una hora o unos años, sino por los siglos de los siglos.

miércoles, 22 de agosto de 2018

Salmos...

Salmo 23(22),1-3a.3b-4.5.6.

El Señor es mi pastor,
nada me puede faltar.
El me hace descansar en verdes praderas,
me conduce a las aguas tranquilas
y repara mis fuerzas;
me guía por el recto sendero,

Aunque cruce por oscuras quebradas,
no temeré ningún mal,
porque Tú estás conmigo:
tu vara y tu bastón me infunden confianza.
Tú preparas ante mí una mesa,
frente a mis enemigos;

unges con óleo mi cabeza
y mi copa rebosa.
Tu bondad y tu gracia me acompañan
a lo largo de mi vida;
y habitaré en la Casa del Señor,
por muy largo tiempo.

lunes, 20 de agosto de 2018

Galletas...

EL PAQUETE DE GALLETAS
El monstruo de las galletas
Cuando aquella tarde llegó a la vieja estación, le informaron que el tren en el que ella viajaría se retrasaría aproximadamente una hora. La elegante señora, un poco fastidiada, compró una revista, un paquete de galletas y una botella de agua. Para pasar el tiempo buscó un banco en el andén central y se sentó preparada para la espera.

Mientras hojeaba su revista, un joven se sentó a su lado y comenzó a leer un diario. Imprevistamente la señora observó como aquel muchacho sin decir una sola palabra estiraba la mano agarraba el paquete de galletas lo abría y comenzaba a comerlas una a una despreocupadamente.

La mujer se molestó por esto, no quería ser grosera pero tampoco dejar pasar aquella situación, así que con un gesto exagerado sacó una galleta, la exhibió frente al joven y se la comió mirándolo fijamente a los ojos.

Como respuesta el joven tomó otra galleta y mirándola la puso en su boca y sonrió.

La señora, ya enojada, tomó una nueva galleta y con ostensibles señales de fastidio volvió a comer otra manteniendo de nuevo la mirada en el muchacho.

El diálogo de miradas y sonrisas continuó entre galleta y galleta. La señora cada vez más irritada y el muchacho cada vez más sonriente.

Finalmente la señora se dio cuenta de que en el paquete sólo quedaba la última galleta. "No podrá ser tan descarado", pensó mientras miraba alternativamente al joven y al paquete de galletas.

Con calma el joven alargó la mano tomó la última galleta y con mucha suavidad la partió exactamente por la mitad. Así con un gesto amoroso ofreció la mitad de la última galleta a su compañera de banco.

- Gracias, dijo la mujer tomando con rudeza aquella mitad.
- De nada, contestó el joven sonriendo suavemente mientras comía su mitad.

Entonces el tren anunció su partida. La señora se levantó furiosa del banco y subió a su vagón. Al arrancar desde la ventanilla de su asiento vio al muchacho todavía sentado en el anden y pensó: "¡Qué insolente, qué mal educado ser de nuestro mundo!"

Sin dejar de mirar con resentimiento al joven sintió la boca reseca por el disgusto que aquella situación le había provocado. Abrió su bolso para sacar la botella de agua y se quedó totalmente sorprendida cuando encontró dentro de su cartera su paquete de galletas intacto.