martes, 31 de marzo de 2015

Catecismo...

Repasando el Catecismo

81. ¿Qué significa el nombre de Jesús?
430-435
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El nombre de Jesús, dado por el ángel en el momento de la Anunciación, significa «Dios salva». Expresa, a la vez, su identidad y su misión, «porque él salvará al pueblo de sus pecados» (Mt 1, 21). Pedro afirma que «bajo el cielo no se nos ha dado otro nombre que pueda salvarnos» (Hch 4, 12).
(Del Compendio del Catecismo de la Iglesia Católica)
Comentario:
Los hombres no podíamos salvarnos por nuestra propia cuenta, porque el pecado es una ofensa infinita y merece un castigo infinito. Así que por más que hiciéramos buenas obras y sacrificios, ningún hombre, ni separadamente ni colectivamente, podía saldar la deuda infinita con la Justicia de Dios.
Hacía falta que existiera un hombre cuyas obras fueran de un valor infinito, y ese hombre es Nuestro Señor Jesucristo, que por ser Hombre, nos representa a todos nosotros; y por ser Dios, sus obras y Él mismo son infinitos, y puede saldar la deuda contraída por la humanidad hacia Dios, como lo hizo por su Pasión.
Jesús, que significa “Dios salva”, es el nombre dado por Dios mismo a través del Arcángel San Gabriel a la Virgen, y designa su misión, que es salvar a los hombres, y ahora, quien quiere, puede salvarse si cree en Jesús y practica lo que Él ha enseñado.
Demos gracias a Dios que tuvo compasión del destino de desgracia para toda la humanidad, y sólo por amor ha enviado a su Hijo Único a la tierra, para salvar a los hombres.
¡Alabado sea Dios!

lunes, 30 de marzo de 2015

Conversión...

¿Qué es la conversión?

(Etim. Del Latín clásico converto, conversio, cambiar).
Conversión es la vuelta al Padre del que se había alejado por el pecado. También se aplica a los que descubren y entran en la Iglesia Católica.
La conversión es cambio de vida fruto de un encuentro con Jesucristo que nos lleva a ver la vida centrada en El y ordenada en la moral. La conversión es una gracia de Dios otorgada por los méritos de la redención de Cristo que murió en la cruz para reconciliarnos con el Padre. La conversión es esencial para ser discípulos de Cristo y salvarnos.
Según el viejo aforismo de que las ideas gobiernan el mundo, si queremos el cambio de costumbres tenemos que propiciar el cambio de ideas. "La conversión es un cambio profundo en la mentalidad, en las motivaciones, en el sentido de la vida. Derribar todo el interior ruinoso del edificio para hacer una nueva distribución."
Ese cambio de mentalidad, de motivaciones era lo que buscaban los profetas con su predicación y el mismo Jesucristo lo procuraba cuando se dirigía a las multitudes con su palabra inflamada llena de comparaciones, de ejemplos o parábolas y enseñando todo el contenido de su mensaje salvador a través de la palabra y del testimonio de su propia vida.
Ya que todos somos pecadores, todos necesitamos continua conversión.

domingo, 29 de marzo de 2015

Enfermedad...

Vuelve a empezar

Después de cada enfermedad.
Cuando estamos enfermos y luego mejoramos o sanamos del todo, es porque Dios nos está dando una oportunidad para que aprovechemos mejor el tiempo en adelante.
¡Cuántas veces, cuando estamos sanos, desperdiciamos el tiempo y lo malgastamos en cosas inútiles y hasta pecaminosas! Llega le enfermedad y caemos en la cuenta de lo valioso que es el tiempo, que esta vida es pasajera y caduca.
Por eso si Dios nos concede la gracia de mejorar y sanar de nuestra enfermedad, aunque sólo sea de un resfriado, démosle gracias y dispongámonos a aprovechar mejor nuestro tiempo de vida en adelante. Porque llegará un día en que no resurgiremos de la enfermedad o dolencia, que será la última de nuestra vida en la tierra. Entonces, mientras tenemos el tiempo a nuestra disposición, aprovechémoslo para hacer buenas obras, para ser apóstoles intrépidos del Señor, ayudando a salvar incontables almas con la oración, el sacrificio, la palabra y el buen ejemplo.
Demos gracias a Dios que, de vez en cuando, nos envía algún dolor o alguna enfermedad, para llamarnos la atención sobre cómo estamos empleando el precioso tesoro que Él nos ha confiado, que es el tiempo de vida en este mundo.
Así que si estamos saliendo de una enfermedad, hagamos el propósito de volver a empezar. Y si estamos sanos, que este mensaje nos abra los ojos para aprovechar al máximo cada segundo de vida, porque como dicen los santos: “El tiempo es gloria”, ya que en cada minuto podemos conquistar un mayor grado de gloria que disfrutaremos para siempre en el Cielo.

miércoles, 25 de marzo de 2015

Santidad...


Quince minutos con Jesús Misericordioso

Tu Santidad.
Jesús, que eres Dios como el Padre y el Espíritu Santo, Tú eres Santo. Los ángeles gritan en tu presencia constantemente: Santo, Santo, Santo. Enséñame a imitarte lo más posible, porque en este mundo que se sumerge cada vez más en el vicio y el pecado, se hace cada día más dificultoso ser santo, ser justo.
Por eso es que quiero acudir a tu Misericordia divina, Jesús mío, puesto que caigo muchas veces y necesito de tu perdón constante.
Sé que si tú no me hubieses perdonado tantas y tantas veces, yo ya estaría en lo profundo del infierno. Pero tu misericordia es infinita y a ella me acojo, y espero, algún día, llegar a ser santo, un poco más parecido a Ti, Santo de los santos, para que estés contento conmigo. Sé que tú me amas igualmente, Jesús Misericordiosísimo, pero eso no quita la obligación que tengo para contigo, de ser santo para agradarte más.
Ayúdame Señor a atraer a todos hacia tu divino corazón, para que los pobres pecadores no tengan miedo de Ti, sino que vengan todos a arrojarse a la fuente de la Misericordia. Que yo, con mis palabras de aliento y consuelo, te traiga muchas almas que andan en las periferias de la existencia, atrapadas por el Maligno, viviendo en pecado y en el desorden. Tú estarás feliz de que yo haga de apóstol, porque sabes muy bien que yo soy sólo uno de los tantos pecadores que, por misericordia tuya Señor, estoy de vuelta en el rebaño. Así también yo tendré mano suave y bondadosa para los pobres pecadores que están lejos de Ti, y los atraeré hacia Ti, para que en el Cielo haya una gran alegría entre tus ángeles.

martes, 24 de marzo de 2015

Herejía...

Matar el error, amar al que yerra

Herejía de la acción.
Debemos tener siempre presente, especialmente en estos tiempos modernos en que todo se valora por el éxito, la eficacia, la acción, que los cristianos no tenemos ese modelo, sino otro distinto, que es el punto de vista de la fe, de la Verdad, es decir, de ver las cosas como las ve Dios. Porque una obra pomposa o exitosa a los ojos del mundo, e incluso a los ojos cristianos, puede ser un verdadero fracaso para el Cielo. Y en cambio, una obra que resulta un fracaso para la tierra, es un éxito para el Cielo.
¿A qué se debe que a veces estamos tan ocupados con las “cosas de Dios” que no tenemos tiempo ni para rezar? Parece que somos como aquellos que pasaron junto al malherido de la parábola del Buen Samaritano y, ocupados con las cosas de Dios, pasaron de largo y se olvidaron del amor y la misericordia.
Recordemos que la acción apostólica, y toda acción, debe brotar de la contemplación, de la oración. Los Santos eran muy activos, pero su motor era la oración. Pasaban horas y horas en oración con Dios, y frente al Santísimo Sacramento. De allí debe brotar toda nuestra acción, desde el apostolado hasta las cosas más sencillas que hacemos.
Santa Teresita es Patrona de las Misiones y nunca salió del convento. Esto es un gran ejemplo que nos quiere poner la Iglesia para que lo tengamos en cuenta en nuestra vida.
Es que todo corre tan rápido, y se busca tanto el éxito y la eficiencia, que a todos nos puede pasar de dejarnos llevar por la vorágine de la acción desordenada, olvidándonos del gran poder que tienen la oración, la meditación, la contemplación.
Es tiempo de volver a poner cada cosa en su lugar y ver todo como lo ve Dios, para no ser engañados miserablemente y que, en el día del Juicio, creyendo presentarnos ante el Juez con las manos llenas de buenas obras, quedemos en realidad con las manos vacías, porque hemos hecho muchas obras pero sin corazón, sin amor, sin oración.
Porque como dijo San Francisco de Sales: "Es el amor lo que da precio a todas nuestras obras; no es por la grandeza y multiplicidad de nuestras obras por lo que agradamos a Dios, sino por el amor con que las hacemos".