lunes, 26 de septiembre de 2016

Pruebas...

Probados pero alegres.
Reflexionemos en una frase que nos diera San Juan Bosco (Don Bosco), que dice: “El demonio tiene miedo de la gente alegre.”
Y ésta es una gran verdad que, si nos detenemos a meditar más profundamente, nos daremos cuenta que efectivamente el demonio busca por todos los medios de que no estemos alegres. Con cosas reales o ficticias, con problemas más o menos serios, el diablo trata de mantenernos alejados de la alegría, y no pocas veces lo logra, empujándonos hacia caminos de tristeza y desesperación.
Es que el diablo quiere quitarnos la esperanza. Y no sólo la esperanza de esta vida, sino lo que es mucho peor, nos quiere quitar la esperanza de la Vida eterna, del Cielo, haciéndonos creer que el Cielo no está hecho para nosotros, y es lógico entones que no tengamos alegría.
¡Cuidado con las astucias del Maligno! No le demos el gusto a Satanás y estemos siempre contentos, basando nuestra alegría constante en que Jesús está Resucitado en medio nuestro, y es Él quien guía los acontecimientos de nuestras vidas, de las vidas de quienes amamos, y del mundo entero.
Así que no desesperemos y estemos alegres a pesar de las pruebas, porque el triunfo será de Cristo, y el demonio es un vencido, es el eterno vencido, si bien por el momento tiene cierto poder para amargarnos la vida de alguna forma.
También el diablo nos muestra el gran mal que hay en el mundo, y con ello nos quiere hacer desanimar, que bajemos los brazos y no tratemos de luchar por un mundo mejor. Satanás quiere dar la impresión de que ha conquistado ya todo, y que ahora no hay ya nada que hacer.
Sin embargo muchos profetas han anunciado –y entre ellos el gran San Juan Pablo II- que debe venir sobre el mundo una era de paz y felicidad muy grandes.
La Virgen también nos dice en algunos de sus mensajes que vivamos en el Paraíso ya desde esta tierra, porque ya hemos vencido con Cristo vencedor, y como dice el Salmo, aunque las montañas se desplomen en el mar, no temeremos.
Recordemos que los mismos Apóstoles tuvieron miedo en medio de la tormenta en el lago, pero Jesús en un instante apaciguó todo.
Así será ahora en este tiempo: se levantan grandes tormentas de todo tipo, ya sea en el mundo y también en nuestras vidas y en las vidas de quienes amamos. Pero no tengamos miedo ni nos entristezcamos, porque el triunfo será de Cristo que, en un abrir y cerrar de ojos volverá todo a los cauces normales.
Con esta gran confianza en nuestro corazón, marchemos alegres por la vida, con la alegría que nos da el tener a Dios en el alma, por la gracia santificante; y aunque estemos alejados de Dios, no desconfiemos de su Misericordia, porque Él no se olvida de nosotros y está preparando nuestro retorno a sus brazos de Padre.
Conservemos la alegría pensando en el Cielo que nos espera. Pensando en que con nuestro padecer salvamos almas y cuerpos. Que Dios piensa en nosotros y no pierde ni un gesto ni una lágrima nuestra. Así seremos felices porque viviremos como resucitados en este mundo, sabiendo que nada, realmente nada malo puede sucedernos que Dios no lo permita, y lo oriente al cumplimiento de sus maravillosos designios para nosotros
y para el mundo entero, para sacar bienes de los males que nos afligen.

sábado, 24 de septiembre de 2016

Premio...

Dios premia la fe.

Dios premia la fe y la confianza, y así como sucedió a Abrahán, que tuvo fe y confianza en Dios hasta el límite, y también a la Santísima Virgen que creyó, confió y esperó contra toda esperanza, y vio el milagro del triunfo de su Hijo Jesús; así también nosotros tendremos ocasión en este mundo de demostrarle a Dios que confiamos en Él, que creemos en Él contra toda esperanza, porque todos, en algún momento de la vida, tenemos que pasar por la prueba de la fe, de la confianza en Dios, ya que la vida del hombre sobre la tierra es un tiempo de prueba, y necesitamos la ayuda de Dios para salir airosos de dicha prueba.

La fe y la confianza en Dios debemos adquirirlas constantemente con nuestras fuerzas, pero también pedirlas al Señor, rezando, recibiendo los Sacramentos, y meditando los atributos de Dios, para darnos cuenta Quién es el Señor, qué es Él. Porque no podemos creer de verdad que Dios todo lo puede, y que todo lo que quiere lo hace, y luego no tener confianza en Él.

Dios pide fe para actuar, y con nuestra falta de fe y confianza, atamos las manos de Dios, cerramos el camino a la gracia y a los milagros grandiosos que Dios quiere hacer en nuestras vidas y en las vidas de quienes amamos.

No por nada el demonio trabaja ardientemente por hacer perder la fe al mundo, ya que sabe muy bien que el hombre sin fe, es un juguete en sus manos, que fácilmente lo puede llevar a la desesperación y al pecado.

Lo más grave de esta época es la crisis de fe, la falta de fe; o lo que es peor: el tener una fe adulterada, falsificada; y así el Señor no puede intervenir como quisiera porque los hombres no creemos ya, no confiamos ya en Dios.

Llega el tiempo en que se salvará sólo el que crea y confíe hasta el final, esperando contra toda esperanza. Y lo lograrán quienes estén entrenados en las cosas comunes de la vida, a esperar y confiar en Dios a pesar de todas las circunstancias y apariencias.

Dios no defrauda JAMÁS a quien cree y confía en Él. Dios es fiel. Pongamos nuestra confianza, esperanza y fe completas en Dios, y Él hará verdaderas “locuras” por nosotros, por quienes amamos y por el mundo entero.

viernes, 23 de septiembre de 2016

The Police - Every Breath You Take


Orgullo...

ORGULLO DE MAESTRA
Al saber que soy maestra, la gente suele preguntarme qué enseño, y mi respuesta de que doy clases de primer grado en una escuela primaria generalmente les arranca un "¡Ah!" tan desabrido, que me gustaría exclamar:
-¿En qué sitio, si no allí, me abrazaría un apuesto jovencito y me diría que me quiere?
-¿Dónde más podría atar lazos para el pelo, ajustar cinturones, ver un desfile de modas a diario, y, aunque siempre me vista de la misma manera, oír decir que mi vestido es bonito?
- ¿En qué otro lugar tendría el privilegio de mover dientes flojos y de arrancarlos cuando terminan de aflojarse?
- ¿Dónde más podría guiar en la escritura de las primeras letras una manita que quizás algún día escriba un libro importante? ¿En qué otra parte olvidaría mis penas porque tengo que atender tantas cortaduras, raspones y corazones afligidos?
- ¿Dónde conservaría el alma joven, sino en medio de un grupo cuya atención es tan efímera que siempre debo tener a mano una caja de sorpresas?
- ¿Dónde me sentiría más cerca del Creador que en un lugar donde, por un esfuerzo que yo he hecho, un niño aprende a leer?
- ¿En qué otro sitio derramaría lágrimas porque hay que dar por terminado un año más de relaciones felices?

jueves, 22 de septiembre de 2016

Frutos...

Sin cruz no damos frutos.

Es lógico que los hombres esquivemos el sufrimiento e intentemos vivir cómoda y placenteramente, huyendo del dolor. Sin embargo el Señor nos ha dicho en su Evangelio, y con toda su vida, que por la cruz se logra llegar al Paraíso.
Si nos pusiéramos a pensar un poco, descubriríamos que el sufrimiento, la cruz, es lo que produce frutos de vida eterna.
Los Santos pedían sufrimientos y hacían grandes penitencias, porque habían descubierto esta verdad: de que el padecer obtiene favores del Cielo, para nosotros y para quienes amamos.
Nosotros, que comparados con los Santos, somos menos que nada, no debemos pedir sufrimientos; pero al menos tenemos que aceptarlos con amor cuando se nos presentan en la vida, sabiendo que el padecer es semillero de gracias y dones de todas clases, para nosotros y para todos, porque Dios premia el sufrimiento.
Es el demonio el que hace sufrir. Y si estamos cerca de Dios, quizás sufriremos más, porque el diablo nos causará dolor y padecimientos. Pero Dios hará fructificar esas cruces, y seremos muy prolíficos en frutos espirituales y hasta materiales.
Algunos Santos pensaban que el día que no tenían alguna contrariedad o padecimiento, era un día perdido para ellos, porque no habían producido frutos, los frutos que se logran con el padecer. En cambio nosotros huimos de la cruz y el dolor, pero quizás es porque no sabemos el valor casi infinito de la cruz.
Es difícil sufrir. Pero cuando caemos en la cuenta de que nuestro dolor alivia los dolores de los demás, ayuda a los hermanos a curarse, a salvarse, a mejorarse, etc., entonces ya padecemos más tranquilos, incluso con un cierto gozo, porque sabemos que nuestra cruz tiene un fin, tiene un objetivo.
No caigamos en la tentación de querer un cristianismo sin cruz, porque el camino que nos ha trazado el Señor es el de la cruz, y por ese camino regio es que somos útiles para el Reino, porque ganaremos nosotros el Cielo, y se lo haremos ganar a innumerables almas.
Recordemos que debemos completar lo que falta a la Pasión del Señor, y así somos pequeños corredentores con Cristo Redentor. Participamos aquí abajo en Su dolor, para disfrutar en el Cielo –e incluso ya desde la tierra- el premio merecido de la Gloria eterna.
 

 
 

martes, 20 de septiembre de 2016

Oraciones...

Quince minutos con Jesús Misericordioso

Dulce con los pecadores arrepentidos.

¡Oh Jesús, qué dulce eres con los pecadores que se arrepienten! Tú buscas a la oveja perdida por todas partes y vas hasta los lugares en que se ha enlodado y lastimado y la rescatas y la curas y la cargas sobre tus hombros y la llevas a un lugar seguro. También has hecho así conmigo, que con el pecado me había alejado por caminos tortuosos, siguiendo al engañador. Y he sufrido mucho Señor, porque sin Ti la vida es desesperante. ¡Pobres pecadores que no conocen tu dulzura y tu bondad, Señor! Están hambrientos y sedientos y no saben que Tú eres lo que necesitan Ayúdame a buscarlos y a traértelos a tus pies, para que recuperen su felicidad y la paz del alma junto con la gracia santificante. Enséñame a ser como esos perros que ayudan al pastor a tener en orden las ovejas, defenderlas de los lobos, rastrearlas cuando se han salido del rebaño para que, al encontrarlas, con mis ladridos te llame a ti, Pastor, en su ayuda, amén...