lunes, 21 de noviembre de 2016

Deatalles...

Los pequeños detalles

El alumno, según él, había terminado el cuadro. Llamó a su maestro para que lo evaluara. Se acercó el maestro y observó la obra con detenimiento y concentración durante un rato. Entonces, le pidió al alumno la paleta y los pinceles. Con gran destreza dio unos cuantos trazos aquí y allá. Cuando el maestro le devolvió las pinturas al alumno el cuadro había cambiado notablemente. El alumno quedó asombrado; ante sus propios ojos la obra había pasado de mediocre a sublime. Casi con reverencia le dijo al maestro:

- ¿Cómo es posible que con unos cuantos toques, simples detalles, haya cambiado tanto el cuadro?

- Es que en esos pequeños detalles está el arte. Contestó el maestro.

Si lo vemos despacio, nos daremos cuenta que todo en la vida son detalles. Los grandes acontecimientos nos deslumbran tanto que a veces nos impiden ver esos pequeños milagros que nos rodean cada día. Un ave que canta, una flor que se abre, el beso de un hijo en nuestra mejilla, son ejemplos de pequeños detalles que al sumarse pueden hacer diferente nuestra existencia.

Todas las relaciones -familia, matrimonio, noviazgo o amistad- se basan en detalles. Nadie espera que remontes el Océano Atlántico por él, aunque probablemente sí que le hables el día de su cumpleaños. Nadie te pedirá que escales el Monte Everest para probar tu amistad, pero sí que lo visites durante unos minutos cuando sabes que está enfermo.

Hay quienes se pasan el tiempo esperando una oportunidad para demostrar de forma heroica su amor por alguien. Lo triste es que mientras esperan esa gran ocasión dejan pasar muchas otras, modestas pero significativas. Se puede pasar la vida sin que la otra persona necesitara jamás que le donaras un riñón, aunque se quedó esperando que le devolvieras la llamada.

Se piensa a veces que la felicidad es como ganar el premio de la lotería, un suceso majestuoso que de la noche a la mañana cambiará una vida miserable por una llena de dicha. Esto es falso, en verdad la felicidad se basa en pequeñeces, en detalles que sazonan día a día nuestra existencia.

Nos dejamos engañar con demasiada facilidad por la aparente simpleza. NO desestimes jamás el poder de las cosas pequeñas: una flor, una carta, una palmada en el hombro, una palabra de aliento o unas cuantas líneas en una tarjeta. Todas estas pueden parecer poca cosa, pero no pienses que son insignificantes.

En los momentos de mayor dicha o de mayor dolor se convierten en el cemento que une los ladrillos de esa construcción que llamamos relación. La flor se marchitará, las palabras quizá se las llevará el viento, pero el recuerdo de ambas permanecerá durante mucho tiempo en la mente y el corazón de quien las recibió.

¿Qué esperas entonces? Escribe ese email, haz esa visita, haz esa llamada con tu teléfono, envía ese whatsapp. Hazlo ahora, mientras la oportunidad aún es tuya. NO lo dejes para después por parecerte poca cosa. En las relaciones no hay cosas pequeñas, únicamente existen las que se hicieron y las que se quedaron en buenas intenciones...

jueves, 17 de noviembre de 2016

Salmo...

Salmo 149(148),1-2.3-4.5-6a.9b.
Canten al Señor un canto nuevo, 
resuene su alabanza en la asamblea de los fieles;
que Israel se alegre por su Creador 
y los hijos de Sión se regocijen por su Rey.

Celebren su Nombre con danzas, 
cántenle con el tambor y la cítara,
porque el Señor tiene predilección por su pueblo 
y corona con el triunfo a los humildes.

Que los fieles se alegren por su gloria 
y canten jubilosos en sus fiestas.
Glorifiquen a Dios con sus gargantas;
ésta es la victoria de todos sus fieles. 
 

miércoles, 16 de noviembre de 2016

Fructificar...

“Hacedla fructificar”

“Señor, aquí tienes tu pieza de oro, la guardé en un pedazo de tela”. ¿De qué se va a ocupar después este hombre si ha abandonado su instrumento de trabajo? De manera irresponsable optó por la solución más cómoda, la de devolver lo que había recibido. ¡Se dedicará a matar el tiempo: los minutos, las horas, los días, los meses, los años, la vida!  Los otros se han esforzado mucho negociando, preocupándose noblemente por devolver a su amo más de lo que recibieron, el fruto legítimo, porque la recomendación fue muy concreta: “Hacedlo fructificar hasta que yo vuelva”; encargaos de este trabajo para sacar provecho hasta que vuestro amo regrese. Pero él, en revancha, no hace nada con la pieza; este hombre estropea su existencia. 

¡Qué lástima no vivir más que para matar su tiempo, ese tesoro de Dios! Nada puede excusar un comportamiento semejante. San Juan Crisóstomo escribe: “Que nadie diga: no dispongo más que de un talento, no puedo hacer nada con él. Con un solo talento puedes actuar de forma meritoria”. Triste cosa es no sacar provecho, hacer rendir todas las capacidades, pequeñas o grandes, que Dios concede al hombre para que se dedique a servir a las almas y a la sociedad! Cuando, por egoísmo, el cristiano se encoge, se esconde, se desinteresa, en una palabra, cuando mata su tiempo, se arriesga mucho a matar su cielo. El que ama a Dios no se limita tan sólo a poner todo lo que posee, todo lo que es al servicio de Cristo: se da él mismo.

lunes, 14 de noviembre de 2016

Pobreza...

La casa bonita

casita de madera Aquel era un sábado como cualquier otro: el trajín de siempre: correr, comprar rápido y escapar del tumulto y el bullicio de la ciudad en un destartalado autobús... Me sentía cansada y ofuscada por el inmenso calor y toda la gente a mi alrededor transpiraba como si estuvieran sumergidos en un mar de sudor.

Abordé el autobús y me senté en el primer asiento para refrescarme un poco con la brisa del camino.

Todo transcurrió normalmente hasta que a mitad del camino una mujer abordó el autobús. Vestía harapos, estaba sucia y sostenía un bebé de meses en sus brazos y a su lado llevaba un niño de no más de cuatro años. Ella se sentó a mi lado con el bebé, el otro niño se sentó en el asiento contiguo, al otro lado del pasillo. Observé aquella mujer discretamente: era delgada y podría decirse que había aún restos de juventud en su expresión; pude ver sus facciones: un rostro en el cual aún se vislumbraba unos rasgos bonitos, ojos claros, se notaba que aún era joven, sin embargo el peso del dolor podía verse a través de sus arrugas prematuras. El niño mayor se veía saludable, vivaracho y muy simpático.

El viaje se convirtió en una "excursión de silencio" en cuanto la señora abordó el bus, todos los pasajeros la observaban con preocupación e incluso con cierto desprecio e incomodidad por la suciedad de sus ropas. De pronto en medio del silencio una chispa de luz brilló en los ojos del niño, miró sonriente por la puerta del autobús y gritó: "¡Mira, Mami, qué casa tan bonita!".

Inconscientemente, todos los pasajeros del autobús miramos hacia donde el niño señalaba y solo había un pequeño rancho, con unas pocas tablas, con hendijas por todas partes, sin suelo y con unas latas herrumbradas y rotas por techo".

¡Mira, Mami! ¡Qué bonita y hasta tiene luz! ¡mira tiene un cable!"

La mujer con ojos tristes le dijo "Si, hijo, si" y se volvió avergonzada hacia mí y se disculpó por su pobreza diciendo "No ve que como vivimos tan pobres y nos alumbramos con candelas, él todo lo ve bonito" e inclinó su rostro avergonzada. En aquel momento deseé que el asiento del bus se abriera y me ocultara, ¡Cómo podría quejarme yo después de esto!.

Deseé quitarme las pocas cosas valiosas que llevaba encima y dárselas para que cubriera sus necesidades básicas. ¡Qué vergüenza! ¡Qué derecho tengo yo a "colgarme" adornos y alhajas de oro cuando otros no tienen con qué cubrir sus cuerpos del frío!

En la siguiente parada la mujer bajó, pero todos en el autobús quedamos con el corazón estrujado y un inmenso nudo en la garganta. Y los que nos llamamos "cristianos" con una sensación de culpa por no haber cumplido el mandato: "lo que a uno de estos hiciéreis, a Mí me lo hacéis".

Descubrí que la pobreza te hace apreciar y valorar muchas más cosas de las que a diario vemos y que la belleza está donde la encuentres.

viernes, 11 de noviembre de 2016

Evangelio...

Evangelio del día.

Viernes 11/NOV/16.
Lc 17, 26-37.
Buena preparación.
Jesús dijo a sus discípulos: “En los días del Hijo del hombre sucederá como en tiempos de Noé. La gente comía, bebía y se casaba, hasta el día en que Noé entró en el arca y llegó el diluvio, que los hizo morir a todos. Sucederá como en tiempos de Lot: se comía y se bebía, se compraba y se vendía, se plantaba y se construía. Pero el día en que Lot salió de Sodoma, cayó del cielo una lluvia de fuego y de azufre que los hizo morir a todos. Lo mismo sucederá el Día en que se manifieste el Hijo del hombre. En ese Día, el que esté en la azotea y tenga sus cosas en la casa no baje a buscarlas. Igualmente, el que esté en el campo no vuelva atrás. Acuérdense de la mujer de Lot. El que trate de salvar su vida la perderá; y el que la pierda la conservará. Les aseguro que en esa noche, de dos que estén en el mismo lecho, uno será llevado y el otro dejado; de dos mujeres que estén moliendo juntas, una será llevada y la otra dejada”. Entonces le preguntaron: “¿Dónde sucederá esto, Señor?”. Jesús les respondió: “Donde esté el cadáver, se juntarán los buitres”.
Reflexión:
En muchos mensajes de la Santísima Virgen y de Jesús, se nos dice que estamos cerca del Día del Señor y de la Segunda Venida de Cristo. Y en este Evangelio se nos dice también que en aquellos días sucederá como en tiempos de Lot, que cayó fuego del cielo. Pues bien, la Virgen dice también en algunos de sus mensajes que vendrá un castigo sobre la humanidad: caerá fuego del cielo y gran parte de ella será destruida. Por eso no hay que perder tiempo, tratemos de convertirnos lo antes posible para estar preparados en el momento oportuno, pues nadie sabe el día ni la hora, pero sí sabemos que ese día llegará como el ladrón, que nadie sabe a qué hora va a llegar. Aprovechemos bien el tiempo, hagamos una buena confesión y tratemos de vivir SIEMPRE en gracia de Dios, para que ese Día no caiga la ruina sobre nosotros.
Pidamos a la Santísima Virgen la gracia de vivir seriamente nuestra vida cristiana y no andar despreocupados y divirtiéndonos como necios que creen que todo estará bien. No, los tiempos son difíciles y hay que irse preparando para enfrentar bien los acontecimientos que nos esperan.
Jesús, María, os amo, salvad las almas.
 
 

miércoles, 9 de noviembre de 2016

Nada...

Nada escapa a Dios.

Nada escapa a Dios, y aunque a veces nos parezca que estamos solos y que Dios no se ocupa de nosotros o nos tiene olvidados, Él no pierde detalle de nuestra vida, de lo que nos pasa, de los que nos hacen bien, y de quienes nos hacen mal, y no caerá en vacío ni una lágrima de nuestros ojos, ni un suspiro de nuestra alma, ni un lamento; como así también el Señor ve también nuestras sonrisas, triunfos y consuelos, y bendice a quienes nos los proporcionan. 
¡Qué diferente sería en nuestra vida y para nuestro consuelo, si creyéramos esta verdad de que Dios se interesa por nosotros, que está pendiente del menor detalle de nuestra vida, y de las vidas de quienes amamos! 
Porque cuando llega el sufrimiento a nosotros o a los que queremos, nos parece que Dios no ve esas cosas, y nos sentimos los seres más desgraciados del mundo, siendo que el Señor ve y sabe, y no permitirá que seamos probados más allá de la medida que Dios ha dispuesto, permitiendo el mal por motivos que quizás no comprendamos en la tierra, pero que con el correr del tiempo, o en la eternidad, comprenderemos. 
Lo que nos queda a nosotros es confiar, confiar, confiar en Dios, y aprovechar todo lo que nos suceda para dar gloria a Dios. Ya lo dijo el apóstol que todo lo que hagamos, lo hagamos para gloria de Dios. Si nos suceden cosas buenas, alabemos a Dios. Y si nos suceden cosas menos buenas o incluso malas, no desesperemos porque Dios sabe, y si permite esa prueba es porque ve el fruto que obtendremos al superarla. 
Pero muchas veces nos sucede que cuando estamos en la noche del dolor, nos queremos valer por nosotros mismos, dejando de lado a Dios, ya sea porque aturdidos por la situación no caemos en la cuenta de llamar al Señor en nuestra ayuda; o porque creemos que Dios no se interesa de nosotros, o incluso llegamos a creer que Dios es malo. 
Es el demonio y los hombres los que causan dolor, nunca Dios. ¿Y por qué Dios lo permite? En parte lo podremos entender en este mundo, pero la respuesta definitiva la tendremos en el más allá. Sólo tenemos que mirar la cruz de Cristo y vislumbraremos un poco la respuesta, ya que ni el mismo Hijo de Dios se libró del padecer toda clase de maldades de los hombres y del demonio. 
Lo que pasa es que no tenemos una idea cabal y objetiva de lo que es el pecado, de lo que significa esa realidad del pecado, que con sólo un pecado mortal un alma merece una eternidad de tormentos inexplicables en el Infierno, y que es la causa del infinito padecer de Jesucristo. 
El pecado es un misterio, y para “entender” algo de lo que es el pecado, tratemos de “entender” el misterio de Cristo crucificado. Es imposible para nuestra mente humana entender estas realidades que son verdaderos y propios misterios, superiores a la razón humana. 
¿Entonces qué debemos hacer? Si estamos felices y nuestra vida se desarrolla en paz, demos gracias a Dios y alabemos al Señor. Si nuestra vida es una cadena de sufrimientos, sepamos que el padecer es fuente de gracias de todo tipo, como lo entendieron los santos y las víctimas que se ofrecieron en holocausto a la Justicia de Dios. 
Pero como no somos tan fuertes como los mártires, pidamos a Dios que nos aliviane el sufrimiento y, de ser posible que pase de nosotros el cáliz de dolor sin que lo tengamos que beber. Dios es bueno y escuchará nuestro pedido, haciendo más liviana nuestra cruz cuando ello sea un bien para nosotros, no tanto en el tiempo, sino para la eternidad. Amén.