sábado, 15 de julio de 2017

El mal...

El verdadero mal.

El verdadero mal es el pecado. Por el pecado, el Hijo de Dios tuvo que sufrir infinita y atrozmente. Por el pecado vienen todas las calamidades al mundo, a nuestras familias y a nuestras vidas. Por el pecado se merecen una eternidad de tormentos en el Infierno, o siglos y siglos en las llamas del Purgatorio.
Siendo esto así, tenemos que darnos cuenta de que aquí hay en el mundo una gran astucia del Maligno, que nos esconde la “peligrosidad” del pecado y la gran maldad que es.
También Eva, en el paraíso terrenal, creyó que el pecado era inofensivo, y que Dios daba sus mandamientos sin razón.
Nosotros a veces pensamos que si cometemos el pecado “no pasará nada” y que no es tan grave. Esto es un gran engaño del mundo y del demonio para llevarnos por el camino de la perdición.
Ya lo ha dicho el Señor en el Evangelio que quien lo ama es aquél que cumple los Mandamientos dados por Dios a Moisés, y también los mandamientos dados por Jesús en el Nuevo Testamento.
¡Cuánta gente engañada que cree amar a Cristo, pero no trata de cumplir los Diez Mandamientos! Y ya Jesús ha dicho que aunque muchos hablen en su Nombre, o hasta incluso que hagan milagros en su Nombre, si no cumplen la voluntad de Dios, la voluntad del Padre expresada en los Mandamientos, no se salvarán.
Pensemos un poco en estas verdades y reflexionemos si en realidad no estamos dejándonos llevar un poco por la mentalidad del mundo, que a todas horas y por todos los medios masivos de comunicación nos incitan al pecado, tratando de convencernos de que es bueno transgredir las Leyes de Dios, de que es un ejercicio de la libertad. ¡Qué engaño colosal y diabólico que hay aquí! Y su cantinela a todas horas, inculcando por todos lados esta diabólica insinuación de que no es tan grave pecar, sino que incluso es bueno.
Abramos los ojos antes de que sea demasiado tarde, antes de que la corriente anticristiana que todo lo quiere arrasar, nos arrastre también a nosotros por el mal camino.
Dios no cambia. El demonio no cambia. El pecado no cambia ni cambiará, y lo que antes era pecado, hoy lo sigue siendo. Tengamos esto en cuenta para no caer en las fauces del Maligno.
Aprovechemos la Misericordia de Dios para levantarnos del pecado, pero no para pecar diciendo “después me confieso y listo”. No hagamos así, porque no sabemos si tendremos tiempo y modo de confesarnos antes de nuestra muerte. Aparte cada pecado cometido va dejando como heridas en el alma, y si bien la confesión sacramental perdona los pecados, es cierto también que no conviene pecar más, acudiendo a los sacramentos y a la oración para no volver a caer.
Hay que entrar por la puerta estrecha, la puerta del cumplimiento de los Diez Mandamientos, que son diez, y no dos o tres, sino diez.
Que Dios nos ayude a ver estas verdades y nos dé la fuerza para ir por el buen camino, aunque nos cueste mucho, porque el premio es grande, es desmesurado; y en cambio el castigo del pecado es eterno.
 

viernes, 14 de julio de 2017

Roberto Goyeneche - María

Sacrificios...

Pequeños sacrificios.

Basados en las palabras de Jesús que nos ha dicho en su Evangelio que quien sea fiel en lo pequeño, también será fiel en lo grande; tenemos que acostumbrarnos a realizar pequeños sacrificios, pequeñas renuncias y vencimientos, para estar preparados por si alguna vez tenemos que hacer grandes renuncias o sacrificios, e incluso por si nos tocara el mismo martirio.
Este camino de los pequeños sacrificios lo recorrió Santa Teresita, y nos lo enseña a nosotros.
Consiste en hacer pequeñas cosas por amor, para vencernos y con espíritu de caridad.
Por ejemplo tenemos sed y nos servimos un vaso de agua, pero esperamos cinco minutos para beberla.
Nos llega una carta o un email, y esperamos una hora para leerlo.
La tecnología actual nos permite también ejercitarnos en el autodominio y así podemos evitar la curiosidad, y si conviene de vez en cuando pasar delante de una vidriera y no mirar, también podemos hacer otro tanto en Facebook, quizás postergando el ingreso por un par de horas.
Son cosas simples, como privarse de un bocado más de comida, o del postre, sabiendo que con esa renuncia un hermano nuestro recibirá alimento en alguna parte, porque todo está relacionado en la economía de la salvación, y lo que nos privamos de hacer por amor, otro hermano se beneficia de ello.
Por ejemplo si pasamos frente a un escaparate que nos llama la atención y, por amor hacemos el pequeño sacrificio de pasar de largo sin detenernos a mirar, entonces quizás alguna persona en alguna parte evite una mirada de codicia, mirada que le puede llevar a hacerse ladrón y luego asesino.
Los pequeños sacrificios nos ayudan a ir adquiriendo las virtudes y el dominio personal, y como no son grandes cosas, no nos puede venir de ellos ninguna soberbia, puesto que son cosas pequeñas y el diablo no puede tentarnos con el orgullo.
En lugar de estar recostados en el sillón favorito, sentémonos en una silla común, al menos por un rato. Y así tenemos miles de oportunidades de ir haciendo estas pequeñas y fructíferas renuncias durante el día, recordando que no queda todo en el acto mismo, sino que tiene repercusiones en todo el cuerpo místico, en toda la humanidad, porque el bien que hacemos es como una piedra arrojada al lago, que produce ondas concéntricas que van cada vez más lejos, y ni siquiera sabemos hasta dónde llegaremos con la influencia de esa buena obra o pequeña renuncia.
Es un juego del amor, porque con esas nimiedades le demostramos al Señor que lo amamos, y que amamos a los hombres. Y además, como realizamos estos pequeños sacrificios muchas veces en el día, esto nos ayuda a tener más presente a Dios en el transcurso del día, viviendo en su presencia, y amándolo, que de eso se trata la vida cristiana.

jueves, 13 de julio de 2017

Estar...

Para qué estamos en este mundo

No son muchos los que hoy se hacen esta importante pregunta: “¿Para qué estamos en este mundo?”.
En realidad parece que fuera una pregunta inútil, pero de su respuesta y del valor que le dé a dicha pregunta, es lo que afectará o no nuestras vidas.
Porque hay muchísima gente que no sabe ni de dónde viene, ni hacia dónde va, y viven la vida por inercia, van andando por el mundo sin sentido y sin saber por qué están donde están.
Pero a nosotros los católicos no nos sucede eso, o por lo menos no debería sucedernos eso, ya que sabemos de dónde venimos y hacia dónde vamos.
¿De dónde venimos? Venimos de Dios, que nos ha creado por amor, porque nos ama y en su Pensamiento divino nació la idea de crearnos porque quiso que existiéramos. Y en nuestro lugar Dios habría podido crear infinitos hombres. Pero no. Él ha querido crearnos a nosotros y por eso estamos leyendo este mensaje espiritual. Así que si estamos en este mundo no es por azar ni por evolución, sino porque Dios, con un acto de su Voluntad soberana y libre, nos quiso crear, y solo por amor.
¿A dónde vamos? Vamos a gozar de Dios en el Cielo, pues para eso nos ha creado Dios. El Señor a nadie creó para el Infierno, sino que nos ha creado para el Cielo y nos tiene destinado a cada uno de nosotros un puesto en su Cielo. Pero de nosotros depende que aceptemos esta invitación y voluntad de Dios, porque si no cumplimos los Diez Mandamientos y morimos en pecado mortal, entonces perderemos ese Cielo para el cual hemos sido creados, y seremos los seres más infelices del universo.
¿Para qué estamos en este mundo? Para vivirlo de acuerdo a los mandamientos de Dios y así superar este tiempo de prueba y de espera que es la vida terrena. Muchos olvidan esto y toman esta vida en la tierra como la única vida que existe, y así pierden el sentido que debe guiar su vivir en este mundo.
Ya Jesús nos ha dicho en su Evangelio que quien va a Él, jamás tendrá hambre ni sed, porque conocerá su procedencia y su fin, y estará tranquilo, porque estará confiado en Dios que sabe que lo ama y que cuida de él en todo momento.
Entonces, ahora que sabemos estas cosas o las hemos refrescado si ya las sabíamos, vivamos de acuerdo con esto que sabemos, para no ser unos eternos fracasados, y ser así felices ya en esta tierra, y luego para siempre en el Paraíso. Porque la voluntad de Dios es que seamos felices para siempre.

miércoles, 12 de julio de 2017

Purgatorio...

Las almas del purgatorio.

Por medio de la Comunión de los Santos estamos muy unidos a las almas que se purifican en el Purgatorio. Y ellas pueden hacer mucho por nosotros pero, nosotros, al no tenerlas en cuenta ni solicitarles su ayuda, desaprovechamos un mar de gracias y favores de todo género.
Es tiempo de que pensemos más en las almas del Purgatorio, ofreciendo por ellas todo lo que vamos haciendo en el día, y entonces veremos cómo nos auxilian y protegen de manera admirable.
También tenemos que encomendarnos a ellas cuando realizamos un viaje, o también encomendar a nuestros seres queridos que viajan, pues los accidentes los causa el demonio, y las Benditas Almas protegen a las personas de accidentes.
Si supiéramos todo lo que las almas purgantes pueden y quieren hacer por nosotros, no seríamos tan tibios en socorrerlas con nuestras oraciones, haciendo celebrar misas por ellas y también oyendo misas en su favor, y aliviándolas con el ofrecimiento, no sólo de pequeños sacrificios, sino haciendo las más pequeñas cosas de todos los días en su favor, para aliviarlas.
Tenemos un tesoro inagotable por descubrir: Las Almas del Purgatorio. Si nos encomendamos a ellas y encomendamos también a quienes amamos, a nuestro país y al mundo entero, entonces veremos lo que son milagros.
Pero no sólo ellas ayudan en lo espiritual, sino que prodigan favores en lo material, de modo que quedaremos pasmados de lo que pueden y quieren hacer ellas por sus benefactores.
No perdamos más tiempo, y ya que tenemos tantas necesidades de todo tipo, no dejemos pasar esta oportunidad de comenzar, a partir de ahora mismo, a ofrecer todo para el alivio de las Benditas Almas del Purgatorio.
Si tenemos que salir de casa, dejemos a las Benditas Almas el encargo de que cuide de ella. Si tenemos que hacer un viaje o tarea riesgosa, pongámoslo bajo el patrocinio de las almas purgantes. Y en todo peligro o apretura en que nos encontremos, no nos olvidemos de que las Almas del Purgatorio nos pueden ayudar y mucho. Ofrezcamos el Rosario por ellas, y cuando queramos alguna gracia, hagamos como hacía la Madre Teresa de Calcuta: ofrecía el Rosario a las Benditas Almas y ellas se encargaban de obtenerle todo.
Ellas sufren muchísimo y son infinitamente agradecidas para quienes las alivian. Y si por nuestras oraciones y sacrificios, alguna de ellas logra salir del Purgatorio y alcanzar el Cielo, tendremos un alma santa que desde el Cielo nos protegerá incondicionalmente durante toda nuestra vida, y protegerá también a quienes amamos.
Rezar por las Benditas Almas y aliviarlas es un “negocio redondo”, porque saldremos ganando y los bienes de todo tipo no se harán esperar en nuestras vidas y en las de nuestros seres queridos.

martes, 11 de julio de 2017

Cansancio...

No nos cansemos de hacer el bien

Muchas veces hacemos el bien y parece que nadie lo nota. Entonces nos llega el momento en que se nos caen los brazos y queremos abandonar y dejar de hacer el bien.
Pero debemos saber que si ningún mortal nota el bien que hacemos, hay quienes sí lo notan. En primer lugar lo nota Dios, que nos bendice por el bien realizado y nos premia, ya en este mundo, ya en el mundo futuro.
Y también otro que nota el bien que hacemos es el diablo, y pone todo su esfuerzo en desmoralizarnos para que dejemos de obrar el bien. Nos pone frente a nosotros todo el bien que hemos realizado, y la poca o ninguna repercusión que hemos tenido. Y así nos sugiere y susurra: “¿Para qué seguir haciendo esto o aquello por esta o aquella persona? ¿No ves que no sirve para nada? ¿No ves que no te lo agradecen?”
Y ésta es la técnica que usa el Maligno para infundirnos el desánimo y que nos acobardemos y dejemos de hacer lo bueno. También ha usado este método con Jesús, mostrándole para cuántos hombres sería inútil Su sacrificio en la Cruz. Y eso era una realidad, pues para muchas personas es inútil la Redención.
Pero ¿cómo respondió el Señor?, continuando su camino como si se salvaran todos los hombres.
También nosotros debemos continuar haciendo el bien, sin prestar oídos al tentador que nos quiere amilanar y asustar para que desistamos de hacer el bien. Y aunque sean pocos los que se beneficien de lo que hacemos, al menos tenemos el consuelo de que la obra realizada la ve Dios, y es Dios quien nos premiará. Porque Dios no premia tanto por el fruto obtenido, sino más bien premia por el trabajo y el esfuerzo puesto en realizar esa obra, aunque tenga pocos frutos.
Aprendamos de los Santos, que hacían todo a la vista de Dios y no para ser vistos y agradecidos por los hombres. Santa Teresa de Jesús barría los lugares más escondidos de su celda, que los hombres no miraban, pero que sí veía Dios.
Y así hay que hacer, actuar y obrar para Dios. Entonces no bajaremos los brazos cuando el desagradecimiento o la indiferencia nos lleguen de nuestro prójimo beneficiado.
Y recordemos que siempre es el amor el motor: amor a Dios y amor a los hombres. Si hacemos todo por amor, entonces no nos cansaremos de hacer el bien.

lunes, 10 de julio de 2017

Escándalos...

¡Ay de los escandalosos!

Jesús dijo a sus discípulos: “Es inevitable que haya escándalos, pero ¡ay de aquél que los ocasiona! Más le valdría que le ataran al cuello una piedra de moler y le precipitaran al mar, antes que escandalizar a uno de estos pequeños. (Lc 17, 1-2).
Hoy son legión los que escandalizan a todos, principalmente a los niños. Desde los medios de comunicación social masiva se incita a la juventud a invertir todas las verdades, a poner al placer como mayor objetivo en la vida.
Pero es que desde los gobiernos se quiere borrar a Cristo y a su Iglesia, dejando una humanidad bestializada por las potencias del Infierno.
No falta mucho para que sobre este mundo caiga un gran castigo, porque como en otro tiempo en Sodoma y Gomorra, hoy la humanidad está pervertida.
El mundo camina hacia su evolución espiritual: los buenos se hacen más espiritualmente buenos; y los malos, se hacen más espiritual y diabólicamente malos. Es necesario que se cumpla todo el bien y todo el mal que debe suceder. Pero ¡ay de quienes sean instrumentos del mal!, más les valdría no haber nacido.
Si muchas almas santas pasaron largo tiempo en el Purgatorio por cosas insignificantes, ¿qué podemos pensar de esta humanidad que vive en el pecado y que no quiere levantarse a pesar de todas las llamadas del Cielo?
Los gobernantes de la tierra tienen el mismo plan de aniquilar la Iglesia y combatir contra Cristo. Los reyes de la tierra se han confabulado, como bien lo dice el salmista. Pero Dios se ríe de esta locura y presunción humanas, y en su momento Dios hablará en su furor, y los que confían en los demonios, serán abandonados por ellos.
No creamos que Dios no ve todo el mal que se comete, a la vista y escondido; ni creamos que el Señor no castigará ejemplarmente a los escandalosos. Sólo que Dios tiene paciencia porque no quiere que los pecadores se pierdan, y da tiempo para que al menos algunos reaccionen y se conviertan y salven. Porque Dios tiene toda la eternidad para castigar a los malos en el Infierno; pero ahora usa de Misericordia y paciencia.
Y tenemos que darnos cuenta de que también con nosotros ha usado de misericordia y paciencia, pues si nos hubiese castigado ni bien pecamos, no estaríamos en este mundo. Pero Dios tiene paciencia con los pecadores. Ya tendrá la eternidad para dar a cada uno lo que le corresponde.
En cuanto a nosotros, tratemos de no perder el rumbo, sino sigamos por el camino del bien, que es estrecho y cuya puerta es angosta, pero que es el único que conduce al Paraíso.
En un abrir y cerrar de ojos Dios hará justicia. Tratemos de obrar bien para que su espada no caiga sobre nosotros ni en el tiempo ni en la eternidad.