jueves, 23 de agosto de 2018

Dios...

Dios y nosotros.

¿Quién es Dios? Y ¿quiénes somos nosotros?
A veces olvidamos hacernos estas preguntas para poder darles una respuesta correcta.
Dios es el Ser todopoderoso que nos creó por amor, nos conserva en la existencia por amor, y nos tiene preparado el Cielo por amor.
Nosotros somos criaturas de Dios, que dependemos en todo de Él.
Siendo esto así, ¿cómo es que tenemos tan poca fe en Dios?, ¿tan poca confianza en Él?
Sencillamente porque no hemos caído en la cuenta de las respuestas a estas dos preguntas. Porque Dios es el Riquísimo, y nosotros somos los Pobrísimos. ¿Por qué entonces no pedimos lo suficiente a Dios, ya que Él se ha comprometido a escucharnos y a darnos lo que necesitamos y más todavía? Porque tenemos poca confianza y seguridad de la bondad del Señor y de su generosidad sin límites.
Dios nos quiere dar todo, pero también quiere que pidamos las cosas en su orden: primero lo espiritual, la salud del alma para vivir en amistad con Dios y alcanzar al fin el Cielo; y después también lo material y la salud del cuerpo, si es que conviene a nuestra salvación eterna.
Dios nos escucha. Así que no nos desanimemos en pedir e insistir, día y noche, porque Dios oye nuestros lamentos, nuestros ruegos, y no tiene un corazón duro sino que nos dará lo que nos hace falta. También nos dará el don que pedimos cuando ello sea conveniente a nuestra salvación y la de otros.
No creamos que Dios sea duro con nosotros, sino que Él lleva cuenta hasta del menor suspiro que damos y la más pequeña lágrima que derramamos. Pero a veces el Señor no nos quiere dar lo que pedimos, por varios motivos de los cuales algunos comprenderemos más o menos en este mundo, y otros motivos los sabremos en la eternidad. Y sepamos que siempre deberemos estar agradecidos con Dios porque todo lo hace por nuestro bien.
Si hacemos lo que Dios quiere, Él hará también lo que nosotros queremos. Porque la mejor manera de obtener gracias de Dios es hacer lo que Él quiere, es decir, siendo obedientes a sus mandamientos, a su voluntad. Pensemos si nosotros estamos haciendo lo que Dios quiere, y entonces quizás descubramos una de las razones por las que no somos atendidos favorablemente por Él.
Volvamos nuestro corazón a Dios, porque lo importante, lo único importante, es salvar la propia alma. Todo lo demás es añadidura, que también se debe pedir, pero primero la salvación del alma. Porque si perdemos el Cielo, lo habremos perdido todo para siempre, y Dios no quiere eso porque nos ha creado para el Paraíso, para que seamos felices no por una hora o unos años, sino por los siglos de los siglos.

miércoles, 22 de agosto de 2018

Salmos...

Salmo 23(22),1-3a.3b-4.5.6.

El Señor es mi pastor,
nada me puede faltar.
El me hace descansar en verdes praderas,
me conduce a las aguas tranquilas
y repara mis fuerzas;
me guía por el recto sendero,

Aunque cruce por oscuras quebradas,
no temeré ningún mal,
porque Tú estás conmigo:
tu vara y tu bastón me infunden confianza.
Tú preparas ante mí una mesa,
frente a mis enemigos;

unges con óleo mi cabeza
y mi copa rebosa.
Tu bondad y tu gracia me acompañan
a lo largo de mi vida;
y habitaré en la Casa del Señor,
por muy largo tiempo.

lunes, 20 de agosto de 2018

Galletas...

EL PAQUETE DE GALLETAS
El monstruo de las galletas
Cuando aquella tarde llegó a la vieja estación, le informaron que el tren en el que ella viajaría se retrasaría aproximadamente una hora. La elegante señora, un poco fastidiada, compró una revista, un paquete de galletas y una botella de agua. Para pasar el tiempo buscó un banco en el andén central y se sentó preparada para la espera.

Mientras hojeaba su revista, un joven se sentó a su lado y comenzó a leer un diario. Imprevistamente la señora observó como aquel muchacho sin decir una sola palabra estiraba la mano agarraba el paquete de galletas lo abría y comenzaba a comerlas una a una despreocupadamente.

La mujer se molestó por esto, no quería ser grosera pero tampoco dejar pasar aquella situación, así que con un gesto exagerado sacó una galleta, la exhibió frente al joven y se la comió mirándolo fijamente a los ojos.

Como respuesta el joven tomó otra galleta y mirándola la puso en su boca y sonrió.

La señora, ya enojada, tomó una nueva galleta y con ostensibles señales de fastidio volvió a comer otra manteniendo de nuevo la mirada en el muchacho.

El diálogo de miradas y sonrisas continuó entre galleta y galleta. La señora cada vez más irritada y el muchacho cada vez más sonriente.

Finalmente la señora se dio cuenta de que en el paquete sólo quedaba la última galleta. "No podrá ser tan descarado", pensó mientras miraba alternativamente al joven y al paquete de galletas.

Con calma el joven alargó la mano tomó la última galleta y con mucha suavidad la partió exactamente por la mitad. Así con un gesto amoroso ofreció la mitad de la última galleta a su compañera de banco.

- Gracias, dijo la mujer tomando con rudeza aquella mitad.
- De nada, contestó el joven sonriendo suavemente mientras comía su mitad.

Entonces el tren anunció su partida. La señora se levantó furiosa del banco y subió a su vagón. Al arrancar desde la ventanilla de su asiento vio al muchacho todavía sentado en el anden y pensó: "¡Qué insolente, qué mal educado ser de nuestro mundo!"

Sin dejar de mirar con resentimiento al joven sintió la boca reseca por el disgusto que aquella situación le había provocado. Abrió su bolso para sacar la botella de agua y se quedó totalmente sorprendida cuando encontró dentro de su cartera su paquete de galletas intacto.

sábado, 18 de agosto de 2018

Una luz...

 María Madre Misericordiosa

Una luz encendida.
Si por el pecado nos hemos alejado de la casa paterna, del camino de Dios, sepamos que María Santísima, nuestra Madre, nos ha dejado una luz encendida para que al regresar la veamos desde lejos y no equivoquemos el camino de retorno.
María es nuestra Madre llena de misericordia, que espera siempre el retorno de los hijos que se han marchado del camino del bien. Ella ruega por todos y nos pide a quienes aún quedamos en la casa, que la ayudemos a recuperar a sus hijos que están extraviados y que no aciertan a encontrar el camino de retorno a la casa de Dios.
No podemos decir que amamos a María, que amamos a la Virgen, si no trabajamos por la conversión de los pecadores, porque ellos son sus hijos que, extraviados, también son amados por María, y Ella los quiere a su lado ahora en la tierra, y luego también a su lado para siempre en el Cielo.
Si amamos realmente a la Virgen no podemos quedar indiferentes ante tantos hermanos nuestros e hijos de María, que andan dispersos por el mundo, errantes por los caminos del mal y del pecado.
Un buen hijo se preocupa por los sentimientos de su Madre, y María derrama incluso lágrimas de sangre en sus imágenes para hacernos comprender que sufre por los pecadores.

viernes, 17 de agosto de 2018

Sto Evangelio...

Evangelio según San Mateo 19,3-12.
Se acercaron a él algunos fariseos y, para ponerlo a prueba, le dijeron: "¿Es lícito al hombre divorciarse de su mujer por cualquier motivo?".
El respondió: "¿No han leído ustedes que el Creador, desde el principio, los hizo varón y mujer;
y que dijo: Por eso, el hombre dejará a su padre y a su madre para unirse a su mujer, y los dos no serán sino una sola carne?
De manera que ya no son dos, sino una sola carne. Que el hombre no separe lo que Dios ha unido".
Le replicaron: "Entonces, ¿por qué Moisés prescribió entregar una declaración de divorcio cuando uno se separa?".
El les dijo: "Moisés les permitió divorciarse de su mujer, debido a la dureza del corazón de ustedes, pero al principio no era así.
Por lo tanto, yo les digo: El que se divorcia de su mujer, a no ser en caso de unión ilegal, y se casa con otra, comete adulterio".
Los discípulos le dijeron: "Si esta es la situación del hombre con respecto a su mujer, no conviene casarse".
Y él les respondió: "No todos entienden este lenguaje, sino sólo aquellos a quienes se les ha concedido.
En efecto, algunos no se casan, porque nacieron impotentes del seno de su madre; otros, porque fueron castrados por los hombres; y hay otros que decidieron no casarse a causa del Reino de los Cielos. ¡El que pueda entender, que entienda!".

Extraído de la Biblia: Libro del Pueblo de Dios.