martes, 3 de julio de 2012

Meditación...


MEDITACIÓN DE HOY
Conquistar las almas. 
San Francisco de Sales, con su trato amable, conseguía cuanto pretendía, hasta llevar a Dios a los pecadores más empedernidos. Igual hacía San Vicente de Paúl, que solía decir a los suyos: “La afabilidad, el amor y la humildad tienen una fuerza maravillosa para conquistarse los corazones e inducirlos a abrazar hasta lo más repugnante a la naturaleza.” Cierto día encomendó a uno de sus misioneros la conversión de un gran pecador; mas el padre, por más esfuerzos que hizo, no consiguió nada, por lo que rogó al santo que le dirigiera él algunas palabras; hízolo así San Vicente y lo convirtió. El pecador en cuestión afirmaba después que le había cautivado el corazón la dulzura y caridad del P. Vicente. Por eso el santo no podía tolerar que sus misioneros tratasen a los penitentes ásperamente, asegurándoles que el Demonio se sirve del rigor para llevar las almas al Infierno.
 “Práctica de amor a Jesucristo” – San Alfonso María de Ligorio 
Comentario: 
Y esto no es otra cosa que lo que el Señor ha dicho en el Evangelio, que tenemos que poner en práctica. Efectivamente Jesús nos dijo que no hagamos a los demás lo que no queremos que nos hagan a nosotros. Y entonces, si nos hiere y nos desagrada cuando alguien nos reprende con rigor y ásperamente, así tampoco debemos hacerlo nosotros con los demás.
Veamos los ejemplos de Jesús con los pecadores, cómo los trata, como los prefiere y los defiende contra la maledicencia del mundo, que después de hacer pecar a los hombres, se burla de ellos, y cuando éstos vuelven a Dios, los escarnecen.
Un ejemplo de la dureza contra los pecadores y los hombres en general, lo tenemos en el trato que daban los doctores de la ley, sacerdotes, escribas y fariseos del tiempo de Jesús, a sus prójimos. Y de ello debemos sacar la conclusión de que éste no era el modo correcto de proceder, porque ¿qué fruto de conversión y salvación cosecharon estos hombres en las almas de los hermanos? Ninguno, sino que se cumplía en esto aquella palabra del Señor, de que buscaban por cielo y tierra un fiel, y cuando lo convencían, lo hacían más digno del Infierno que ellos mismos.
Es que con el modo áspero o rigorista, apagamos la mecha humeante y quebramos la caña cascada, cosa que no hizo ni hace jamás Nuestro Señor. Porque a quien está caído o cayendo, no se le debe empujar todavía más al fondo, sino que hay que sostenerlo y levantarlo; y con el trato duro lo hundimos más.


No hay comentarios:

Publicar un comentario