Vivamos armoniosamente
        
        
        Frena tu lengua para que no se desboque; 
        
        di siempre menos de lo que piensas. 
        
        Cultiva una voz baja y persuasiva;
        
        la forma como lo dices, a veces 
        
        cuenta más que lo que dices. 
        
        Nunca dejes pasar la oportunidad 
        
        para decir una palabra amable y alentadora. 
        
        Elogia el trabajo bien hecho, 
        
        sin importar quién lo hizo. 
        
        Interésate en los demás; 
        
        en sus ocupaciones, en su bienestar, 
        
        su hogar y su familia. 
        
        Haz que todo aquel que encuentres, 
        
        no importa cuan humilde sea, 
        
        sienta siempre que tú lo consideras 
        
        una persona muy importante.
¡Sé jovial!
¡Sé jovial!
        
        Oculta tus dolores, tus preocupaciones 
        
        y tus desengaños bajo una sonrisa, 
        
        animosa y sincera. 
        
        Mantén tu mente abierta respecto 
        
        a todos los problemas, 
        
        puedes discutir pero sin disputar. 
        
        Deja que tus virtudes hablen por si solas 
        
        y no menciones los vicios de los demás. 
        
        No alientes la murmuración. 
        
        Debes imponerte la regla de no decir nada 
        
        sobre otra persona si no es algo bueno. 
        
        Ten cuidado con los sentimientos 
        
        de los demás; los chistes y bromas 
        
        a expensas de otros, pocas veces 
        
        son acertados y pueden herir 
        
        donde menos esperas. 
        
        No pongas atención a comentarios 
        
        malévolos acerca de ti, simplemente 
        
        vive de tal modo que nadie los crea. 
        
        Los nervios trastornados, con frecuencia 
        
        ocasionan contestaciones mordaces. 
        
        No te desesperes por conseguir 
        
        lo que crees que mereces. 
        
        Realiza tu trabajo, sé paciente 
        
        y conserva tu buen carácter. 
        
        Considera a las demás personas 
        
        antes que a ti mismo y serás 
        
        respetado y recompensado. 
        
        Y por sobre todo, en todo momento
        
        y en toda ocasión, aférrate al Señor.

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