viernes, 14 de diciembre de 2012

Rayos de Fé...


Rayos de Fe

Felices los que creen sin ver.

Cuando Tomás, uno de los Doce, no estaba en el grupo apostólico cuando se apareció Jesús resucitado, no quiso creer a sus compañeros y dudó hasta que no tocó las heridas del Señor. Y Jesús le dijo a Tomás que ahora creía porque había visto, pero que serán felices quienes crean sin haber visto.

Y esta es una hermosa bienaventuranza para nosotros, hombres y mujeres de este siglo XXI, en que el racionalismo nos quiere robar la fe. Porque cuando la fe es más oscura, tanto más meritoria para el alma.

¿Por qué entonces buscamos milagros para creer? ¿Por qué buscamos lo extraordinario para tener fe? Los milagros Dios los hace para quien no tiene fe o tiene una fe débil, pero nosotros no necesitamos milagros, o al menos no deberíamos necesitarlos, porque tenemos fe.

Recordemos que la fe depende de Dios que la concede, pero también es una respuesta del hombre, que con su voluntad y su razón “quiere” creer, es decir, se propone tener fe.

¡Qué gran premio da Dios a quien tiene esta fe, que no necesita de pruebas para creer, sino que cree fuertemente!

Ojalá nosotros tengamos esta fe. Y si no la tenemos, pidámosla al Señor, que nos la aumente, pero también pongamos algo de nuestra parte, con el estudio de la doctrina católica, la lectura y meditación de la Santa Biblia, la recepción de los Sacramentos, y sobre todo la oración, porque si nos alejamos de los medios que aumentan la fe, entonces es lógico que nos vayamos enfriando y que hasta lleguemos a perder la fe.

Es un camino de bajada que al principio no se nota que va bajando, pero luego se hace precipitado y nos lleva de cabeza al Infierno. Y todo porque un día dejamos de rezar el Rosario, otro día no fuimos a Misa por otros intereses, y así en varias cosas vamos siendo infieles en las cosas simples y pequeñas, y luego terminamos siendo infieles también en las cosas importantes, porque el que desprecia lo pequeño, poco a poco caerá en cosas graves. Y así sucede también con la fe, que si no es alimentada y cuidada, termina muriendo.


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