viernes, 1 de febrero de 2013

Catecismo


APUNTES DE CATECISMO
Del Catecismo de la Iglesia Católica.
La entrada mesiánica de Jesús en Jerusalén 
559     ¿Cómo va a acoger Jerusalén a su Mesías? Jesús rehuyó siempre las tentativas populares de hacerle rey (cf. Jn 6, 15), pero elige el momento y prepara los detalles de su entrada mesiánica en la ciudad de "David, su Padre" (Lc 1,32; cf. Mt 21, 1-11). Es aclamado como hijo de David, el que trae la salvación ("Hosanna" quiere decir "¡sálvanos!", "Danos la salvación!"). Pues bien, el "Rey de la Gloria" (Sal 24, 7-10) entra en su ciudad "montado en un asno" (Za 9, 9): no conquista a la hija de Sión, figura de su Iglesia, ni por la astucia ni por la violencia, sino por la humildad que da testimonio de la Verdad (cf. Jn 18, 37). Por eso los súbditos de su Reino, aquel día fueron los niños (cf. Mt 21, 15-16; Sal 8, 3) y los "pobres de Dios", que le aclamaban como los ángeles lo anunciaron a los pastores (cf. Lc 19, 38; 2, 14). Su aclamación "Bendito el que viene en el nombre del Señor" (Sal 118, 26), ha sido recogida por la Iglesia en el "Sanctus" de la liturgia eucarística para introducir al memorial de la Pascua del Señor. 
Comentario: 
Así como Cristo entró en Jerusalén como un rey manso y bueno, sin violencias ni astucias; así también el Señor actúa con cada alma, ya que viene a ellas con la mansedumbre y el amor, y sólo en contadas ocasiones lo hace con violencia.
Es que Dios quiere enamorarnos, pues respeta nuestra libertad siempre, y así lo debe hacer también la Iglesia Católica, que tiene la misión, como Esposa de Cristo, de llevar a todos los hombres a la salvación.
Esto nos debe servir a nosotros, apóstoles de Jesús, que muchas veces nos impacientamos y queremos convertir por la fuerza, sin acordarnos que el secreto del apóstol es la perseverancia, la dulzura y la bondad.
Jesús aquí nos muestra cómo se conquista a los hombres. No con guerras y revoluciones, sino con el amor. Pero este amor exige un sacrificio, puesto que el Señor tendrá que morir, muy pronto, en la cruz.
Quien quiera conquistar almas para Dios, debe estar dispuesto al sacrificio, porque siempre será verdad que las almas se salvan con la oración y el sufrimiento.
Pensemos lo que habrá sentido en su interior el Señor, que oía esos gritos, y que muy pronto, esas mismas gargantas que lo alababan y bendecían, roncas todavía de esos gritos, lo maldecirían y condenarían a la muerte. Entremos en ese Corazón de Jesús y saboreemos la tristeza por tantas y tantas almas para las que es inútil la pasión de Jesús.

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