sábado, 23 de marzo de 2013

Tú eres Santo, mi Señor...


¡Tres veces Santo, mi Señor!

Promesa mesiánica felizmente cumplida.
Lo que otros esperaron durante siglos,
lo vimos y adoramos, pequeño en Belén,
hombre y Dios, Dios y niño….
y, hoy lo aclamamos de nuevo como Rey.

¡Tres veces Santo, mi Señor!
Glorificamos tu santo nombre,
meditamos tus Palabras, acogemos tus gestos,
seguimos tus senderos y los alfombramos
de ramos, y palmas con vítores siempre nuevos.
Pero ¿qué nos espera, Señor, en Jerusalén?
¿Días de vida o de muerte?
¿Dios derrotado o Señor que ha triunfado?
¿Horas de sufrimiento o de gozo?
¿Victoria o esclavitud?
¿Comprensión o traiciones?
¿Por qué te presentas montado en un asno
cuando, como Dios que eres, podrías
haber venido en brillante desfile real?

¡Tres veces Santo, mi Señor!
Porque no haces alarde de tu divinidad.
Porque disimulas tu gran majestad.
Porque sabes que, a la vuelta de la esquina,
se esconderán las palmas y los ramos
y los cánticos, por cobardía, enmudecerán.

¡Tres veces Santo, mi Señor!
Porque, humildemente, entraste en el mundo,
en la noche más silenciosa en Belén,
y, humildemente, quieres salvar al mundo,
entrando pobre y sorprendentemente, en Jerusalén.
Porque, una mula te dio aliento
en la noche más fría de tu nacimiento,
y de nuevo, un asno, te sirve como apoyo,
compañero y amigo en tus horas grandes y amargas.
¡Tres veces Santo, mi Señor!

P. Javier Leoz


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