domingo, 4 de agosto de 2013

Meditación de hoy...

MEDITACIÓN DE HOY
Dar gusto a Dios. 
Muchos hay, por el contrario, que quieren servir a Dios, pero en tal empleo, en aquel lugar, con determinados compañeros, en ciertas circunstancias; de otro modo, o no lo sirven o lo hacen de mala gana. Estos tales no disfrutan de la libertad de espíritu, sino que son esclavos del amor propio y, por ende, poco o ningún mérito tienen de cuanto hacen; viven inquietos porque, de suave que es, tornan en pesado el yugo de Jesucristo. Los verdaderos seguidores de Jesucristo buscan sólo lo que a Él le place y porque a Él place; cuando quiera, donde quiera y como quiera Jesucristo; sea que los quiera emplear en ministerios honrosos o bien en oficios viles y despreciables. Esto es amar a Cristo con puro amor y en esto debiéramos emplear todas nuestras fuerzas, combatiendo los desordenados apetitos del amor propio, deseosas siempre de lucimientos en grandes cosas, de mucha honra y conformes a nuestros gustos naturales. 
“Práctica de amor a Jesucristo” – San Alfonso María de Ligorio 
Comentario: 
Si queremos ser santos tenemos que amar a Dios y darle gusto, porque todo lo que hacemos, decimos y pensamos, siempre, siempre debe ser para darle gusto al Señor.
No miremos tanto nuestro gusto o provecho, sino más bien el gusto de Dios y el provecho de la salvación de las almas, porque para ser santos no es difícil, basta que hagamos coincidir nuestra voluntad con la Voluntad de Dios.
Y aquí quiero copiar una frase dicha por San Juan Bosco, que viene al caso de lo que decimos en este tema de hacer lo que Dios quiere: “Hace mucho el que hace poco, pero hace lo que debe. No hace nada el que hace mucho, pero no hace lo que debe hacer”.
Y es justamente una gran verdad que nunca debemos perder de vista, pues a cada momento tenemos que enderezar nuestra voluntad para hacerla coincidir lo más posible con la Voluntad de Dios, porque si no hacemos lo que Dios quiere que hagamos, entonces no estamos haciendo nada absolutamente, pues nuestra actividad no tiene valor para el Cielo.
Y muchas veces tenemos la tentación de creer que si no estamos rezando o meditando o haciendo algún acto de piedad, no estamos unidos a Dios. Pero esto no es así, sino que si estamos cumpliendo con nuestro deber, en cualquier circunstancia o actividad que nos hallemos, estamos con Dios. Y otros que se la pasan rezando todo el día y en el templo, quizás, si esa no es la voluntad de Dios, están equivocando el camino.
Por eso es tan importante que sepamos secundar las inspiraciones de la gracia, las mociones del Espíritu Santo y los consejos y guías de nuestro Ángel Custodio, para saber en cada momento lo que debemos hacer para agradar a Dios. Porque ser santo quiere decir amar a Dios, y quien ama, quiere complacer en todo al amado. Si queremos amar a Dios, debemos complacerlo en todo, y ésa es la santidad.

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