sábado, 4 de enero de 2014

Catecismo...

APUNTES DE CATECISMO
Del Catecismo de la Iglesia Católica.

Cumplir los mandamientos. 

580     El cumplimiento perfecto de la Ley no podía ser sino obra del divino Legislador que nació sometido a la Ley en la persona del Hijo (cf Ga 4, 4). En Jesús la Ley ya no aparece grabada en tablas de piedra sino "en el fondo del corazón" (Jr 31, 33) del Siervo, quien, por "aportar fielmente el derecho" (Is 42, 3), se ha convertido en "la Alianza del pueblo" (Is 42, 6). Jesús cumplió la Ley hasta tomar sobre sí mismo "la maldición de la Ley" (Ga 3, 13) en la que habían incurrido los que no "practican todos los preceptos de la Ley" (Ga 3, 10) porque, ha intervenido su muerte para remisión de las transgresiones de la Primera Alianza" (Hb 9, 15). 
Comentario: 
Hasta le venida de Jesús, no hubo ni siquiera un hombre que cumpliera a la perfección los Diez Mandamientos, y por ello recaía sobre toda la humanidad la maldición que traía la Ley a quien no la cumplía.
Pero Jesús vino a cumplir perfectamente la Ley, los Diez Mandamientos, y entonces hizo que recayera sobre él la maldición de la Ley, de modo que, a pesar de que Él no transgredió ni el más pequeño de los mandamientos, quiso tomar sobre Sí la maldición que pesaba sobre quienes no cumplíamos la Ley.
Y ahora sucede que quien quiere cumplir los Mandamientos, pero sin la ayuda de Dios, hace agua enseguida, puesto que para poder cumplirlos es necesaria la ayuda de la gracia de Dios. Y como las ayudas de Dios se obtienen por la oración, entonces quien no reza, jamás podrá cumplir los Mandamientos, porque antes o después caerá miserablemente.
Dios manda que cumplamos los Mandamientos, y Dios no manda imposibles, pero quiere que lo que no podemos hacer por nosotros mismos, se lo pidamos a Él, pues Él está dispuesto a ayudarnos y a concedernos todas las gracias necesarias para que seamos perfectos.
Pero si dejamos a Dios de lado, y queremos ser “buenos” por nuestra cuenta, no llegaremos muy lejos, porque Dios es la fuente de toda bondad, y sin su ayuda no podemos decir siquiera “Jesucristo es el Señor”, como dice el Apóstol.


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