domingo, 14 de diciembre de 2014

Evangelio del día...


domingo 14/DIC/14

Evangelio del día 

Jn 1, 6-8. 19-28. 
Domingo 3º de Adviento. 
Apareció un hombre enviado por Dios, que se llamaba Juan. Vino como testigo, para dar testimonio de la luz, para que todos creyeran por medio de él. Él no era la luz, sino el testigo de la luz. Éste es el testimonio que dio Juan, cuando los judíos enviaron sacerdotes y levitas desde Jerusalén, para preguntarle: “¿Quién eres tú?”. Él confesó y no lo ocultó, sino que dijo claramente: “Yo no soy el Mesías”. “¿Quién eres, entonces?”, le preguntaron. “¿Eres Elías?”. Juan dijo: “No”. “¿Eres el Profeta?”. “Tampoco”, respondió. Ellos insistieron: “¿Quién eres para que podamos dar una respuesta a los que nos han enviado? ¿Qué dices de ti mismo?”. Y él les dijo: “Yo soy una voz que grita en el desierto: Allanen el camino del Señor, como dijo el profeta Isaías”. Algunos de los enviados eran fariseos, y volvieron a preguntarle: “¿Por qué bautizas, entonces, si tú no eres el Mesías, ni Elías, ni el profeta?”. Juan respondió: “Yo bautizo con agua, pero en medio de ustedes hay alguien al que ustedes no conocen: Él viene después de mí, y yo no soy digno de desatar la correa de su sandalia”. Todo esto sucedió en Betania, al otro lado del Jordán, donde Juan bautizaba. 
Reflexión: 
Juan el Bautista tenía la misión de preparar al pueblo de Israel para la venida del Mesías, para la venida del Reino de Dios. Y ahora nosotros tenemos los católicos tenemos una misión similar a la de él, que es la de preparar el mundo a la Segunda Venida de Cristo, que no sabemos cuándo acontecerá pero que está siempre próxima, pues Jesús nos dice en el Apocalipsis: “Vuelvo pronto”. Entonces nosotros, con nuestras buenas obras y evangelizando, preparamos el mundo a esta venida de Jesús. Pero Jesús también viene al final de la vida de cada hombre; con la muerte individual llega el juicio a cada hombre, y por eso debemos prevenirlos para que vayan preparados al encuentro de Cristo, es decir para que estén en gracia de Dios para ese momento tan importante de la vida, que es la muerte, y que es el momento que decide nuestro destino eterno: Cielo o Infierno.
Pidamos a la Santísima Virgen la gracia de ser imitadores de Juan el Bautista y ayudar a los hombres a encontrar a Dios, y no ser motivo de escándalo y de que los hombres se alejen de Dios.
Jesús, María, os amo, salvad las almas.

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