No nos olvidemos de la Virgen.
En
las bodas de Caná llegó a faltar el vino, y cuando ya parecía que la
fiesta se terminaba, Jesús, por pedido expreso de su Madre, la Santísima
Virgen María, convirtió el agua en vino. Y entonces la fiesta no sólo
continuó, sino que se hizo perfecta.
Así también ahora nosotros, en el mundo, vemos que se está acabando el vino, que la tristeza, al ver todo el mal, nos embarga. Es tiempo de pedirle a la Virgen que intervenga y convierta nuestros lamentos en danzas.
La Virgen lo puede hacer, porque es la Omnipotencia Suplicante, es decir que todo lo obtiene de Dios para los hombres.
Recordemos que lo que Dios puede por naturaleza, la Virgen lo puede por gracia. Esto es un gran misterio que pocos descubren, y por eso si estamos pasando un momento difícil, acudamos a María, que Ella nos traerá la paz y la alegría a nuestras vidas y a las vidas de quienes amamos.
María es la clave del milagro, y Cristo nos lo ha querido señalar en el milagro de las bodas de Caná, porque siempre es por María que recibimos todas las gracias del Cielo.
La Virgen adelantó los tiempos, hizo que se encarnara el Verbo en su seno, por la insistencia de sus súplicas omnipotentes. Logró que Jesús resucitara antes de lo previsto, y también acortará los tiempos de la prueba, y traerá el Reino de Dios al mundo antes de la hora prevista.
También en nuestra vida María nos traerá la solución antes de lo esperado, y quien confía en la Virgen, no se verá defraudado. Quien no lo crea así, que haga la prueba de pedirle con fe y constancia a María, y compruebe por sí mismo los resultados.
El secreto de María está oculto a los herejes y a los que le tienen poco o nada de estima a la Madre de Dios; pero en cambio es evidente este secreto para los que Dios quiere salvar y colmar de todas las gracias y dones celestiales.
Si hemos rezado todo, y hemos probado todo, pero seguimos igual, en el pantano del error, en el pozo de la desdicha, en la duda, en el sufrimiento y el dolor, nos queda una esperanza: acudir a María.
Primero fallarán el cielo y la tierra, antes de que se pueda decir que María Santísima dejó a la deriva a uno que confió en Ella y en su intercesión todopoderosa ante Dios.
Así también ahora nosotros, en el mundo, vemos que se está acabando el vino, que la tristeza, al ver todo el mal, nos embarga. Es tiempo de pedirle a la Virgen que intervenga y convierta nuestros lamentos en danzas.
La Virgen lo puede hacer, porque es la Omnipotencia Suplicante, es decir que todo lo obtiene de Dios para los hombres.
Recordemos que lo que Dios puede por naturaleza, la Virgen lo puede por gracia. Esto es un gran misterio que pocos descubren, y por eso si estamos pasando un momento difícil, acudamos a María, que Ella nos traerá la paz y la alegría a nuestras vidas y a las vidas de quienes amamos.
María es la clave del milagro, y Cristo nos lo ha querido señalar en el milagro de las bodas de Caná, porque siempre es por María que recibimos todas las gracias del Cielo.
La Virgen adelantó los tiempos, hizo que se encarnara el Verbo en su seno, por la insistencia de sus súplicas omnipotentes. Logró que Jesús resucitara antes de lo previsto, y también acortará los tiempos de la prueba, y traerá el Reino de Dios al mundo antes de la hora prevista.
También en nuestra vida María nos traerá la solución antes de lo esperado, y quien confía en la Virgen, no se verá defraudado. Quien no lo crea así, que haga la prueba de pedirle con fe y constancia a María, y compruebe por sí mismo los resultados.
El secreto de María está oculto a los herejes y a los que le tienen poco o nada de estima a la Madre de Dios; pero en cambio es evidente este secreto para los que Dios quiere salvar y colmar de todas las gracias y dones celestiales.
Si hemos rezado todo, y hemos probado todo, pero seguimos igual, en el pantano del error, en el pozo de la desdicha, en la duda, en el sufrimiento y el dolor, nos queda una esperanza: acudir a María.
Primero fallarán el cielo y la tierra, antes de que se pueda decir que María Santísima dejó a la deriva a uno que confió en Ella y en su intercesión todopoderosa ante Dios.
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