Agradecidos con Dios.
La verdad es que SIEMPRE debemos ser agradecidos con Dios. Lo dice la liturgia, que es necesario dar gracias a Dios siempre y en todo lugar. Y efectivamente ésta es una gran verdad que poco meditamos, y que menos aún llevamos a la práctica.
Porque todo lo que Dios nos manda es por su bondad, y si permite algún mal en nuestras vidas, será también un designio de su amor y misericordia, que si no lo entendemos mientras vivimos en este mundo, sí quedará patente en el mundo venidero.
¡Cuánto valora Dios el que le demos gracias!
Si sabemos dar gracias a Dios, entonces tendremos mucha influencia amorosa sobre el Corazón divino, pues Dios no se deja ganar en generosidad, y sabe premiar la fe y confianza de un hijo agradecido.
¡Cuántas veces hacemos algún favor, evitamos un mal a alguien o salimos en su defensa, y esa persona a veces ni se percata del mal de que la libramos, o incluso no en pocas ocasiones toma el bien realizado, como un mal hacia ella!
Es la precariedad de la vida humana, y Don Bosco lo expresó claramente en esta magistral frase suya: “¡Ay de quien trabaja esperando el pago del mundo!, el mundo es mal pagador y paga siempre con la ingratitud. Trabaja por amor a Jesucristo.”
También nos pasa con Dios, que dispone todo lo nuestro de modo divino, y a veces a nosotros nos parece que obra en nuestra contra, que Dios es malo, o que quiere nuestra ruina.
Dios es bueno, infinitamente bueno, y está en nosotros creer firmemente esta verdad para no juzgar a Dios ni volvernos malos y huraños por los reveses de la vida.
En el Cielo podremos agradecer a Dios el primoroso camino por el que nos fue llevando. Pero ya que somos católicos y decimos tener fe, demostrémosla creyendo en la bondad infinita de Dios y en su Inteligencia perfecta, y démosle gracias ya desde ahora, siempre y en todo lugar, porque es nuestra salvación el dar gracias a Dios.
Pensemos en estas cosas y recordemos el milagro de aquellos diez leprosos curados por Jesús, de los cuales sólo uno volvió a darle gracias. Pero Jesús premió a este hombre agradecido, con la curación total, con la salvación completa de cuerpo y alma.
¡Qué bueno es ser agradecidos con Dios!, porque solemos dar gracias al que nos barre la vereda, al que nos ayuda en algo, ¿y no daremos gracias a Dios, que nos mantiene en la existencia, que nos da todo, y que dispone todas las cosas y personas que debemos encontrar, para adelantar en la virtud y así hacer méritos para alcanzar el Paraíso?
Cuando nos sucede algo malo, o muy malo, quizás en el momento, y hasta después de un tiempo, quedamos como atolondrados y no sabemos dar gracias a Dios. Pero cuando pase un tiempo largo, o quizás en la otra vida, comprobaremos que lo que Dios dispuso para nosotros fue todo por amor, y entenderemos muchas cosas que en este mundo están veladas para nosotros.
Demos, entonces, el salto de la fe, pues si sabemos que las cosas son así, que Dios dispone todo por amor a nosotros, tratemos de dar gracias ya siempre al Señor y vivamos contentos porque Dios nos ama. Nadie nos ama más que Dios, pues su amor por nosotros es infinito, aunque el diablo nos quiera hacer creer lo contrario.
Seamos agradecidos con Dios y entonces sí que veremos milagros grandiosos en nuestras vidas y en las vidas de quienes amamos.
Porque todo lo que Dios nos manda es por su bondad, y si permite algún mal en nuestras vidas, será también un designio de su amor y misericordia, que si no lo entendemos mientras vivimos en este mundo, sí quedará patente en el mundo venidero.
¡Cuánto valora Dios el que le demos gracias!
Si sabemos dar gracias a Dios, entonces tendremos mucha influencia amorosa sobre el Corazón divino, pues Dios no se deja ganar en generosidad, y sabe premiar la fe y confianza de un hijo agradecido.
¡Cuántas veces hacemos algún favor, evitamos un mal a alguien o salimos en su defensa, y esa persona a veces ni se percata del mal de que la libramos, o incluso no en pocas ocasiones toma el bien realizado, como un mal hacia ella!
Es la precariedad de la vida humana, y Don Bosco lo expresó claramente en esta magistral frase suya: “¡Ay de quien trabaja esperando el pago del mundo!, el mundo es mal pagador y paga siempre con la ingratitud. Trabaja por amor a Jesucristo.”
También nos pasa con Dios, que dispone todo lo nuestro de modo divino, y a veces a nosotros nos parece que obra en nuestra contra, que Dios es malo, o que quiere nuestra ruina.
Dios es bueno, infinitamente bueno, y está en nosotros creer firmemente esta verdad para no juzgar a Dios ni volvernos malos y huraños por los reveses de la vida.
En el Cielo podremos agradecer a Dios el primoroso camino por el que nos fue llevando. Pero ya que somos católicos y decimos tener fe, demostrémosla creyendo en la bondad infinita de Dios y en su Inteligencia perfecta, y démosle gracias ya desde ahora, siempre y en todo lugar, porque es nuestra salvación el dar gracias a Dios.
Pensemos en estas cosas y recordemos el milagro de aquellos diez leprosos curados por Jesús, de los cuales sólo uno volvió a darle gracias. Pero Jesús premió a este hombre agradecido, con la curación total, con la salvación completa de cuerpo y alma.
¡Qué bueno es ser agradecidos con Dios!, porque solemos dar gracias al que nos barre la vereda, al que nos ayuda en algo, ¿y no daremos gracias a Dios, que nos mantiene en la existencia, que nos da todo, y que dispone todas las cosas y personas que debemos encontrar, para adelantar en la virtud y así hacer méritos para alcanzar el Paraíso?
Cuando nos sucede algo malo, o muy malo, quizás en el momento, y hasta después de un tiempo, quedamos como atolondrados y no sabemos dar gracias a Dios. Pero cuando pase un tiempo largo, o quizás en la otra vida, comprobaremos que lo que Dios dispuso para nosotros fue todo por amor, y entenderemos muchas cosas que en este mundo están veladas para nosotros.
Demos, entonces, el salto de la fe, pues si sabemos que las cosas son así, que Dios dispone todo por amor a nosotros, tratemos de dar gracias ya siempre al Señor y vivamos contentos porque Dios nos ama. Nadie nos ama más que Dios, pues su amor por nosotros es infinito, aunque el diablo nos quiera hacer creer lo contrario.
Seamos agradecidos con Dios y entonces sí que veremos milagros grandiosos en nuestras vidas y en las vidas de quienes amamos.
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