viernes, 5 de febrero de 2016

Cualquier cosa...

Cualquier cosa.

La Santísima Virgen ha dicho en uno de sus mensajes que “si los hombres supieran lo que es el Cielo, harían cualquier cosa para salvarse”. 
Detengámonos en este “cualquier cosa”, porque la verdad es que, como dice el Apóstol “ni el ojo vio, ni el oído oyó, ni vino a la mente del hombre, lo que Dios tiene preparado para los que le aman”. 
Con sólo pensar que en el Cielo todos los sentidos gozan, ya se nos da una idea de lo que puede ser, pero igualmente estamos infinitamente lejos de imaginarnos lo que es el Paraíso, el Cielo. 
Hagamos, entonces, “cualquier cosa” para salvarnos e ir allí a gozar para siempre, por toda la eternidad. 
¡Qué locura la nuestra, que por un placer miserable aquí en la tierra, a veces perdemos el verdadero Placer que es gozar para siempre del Cielo, donde, según la definición del Catecismo, se dice que el Cielo es “todo bien sin mezcla de mal alguno”! 
Lamentablemente tenemos una idea muy pobre de lo que es el Cielo, y las representaciones que se hacen de él no entusiasman a nadie para ir allí. Porque se muestra a las almas sentadas sobre nubes, con los pies colgados y vestidos de blanco, con aureola en la cabeza y un par de alas quizás. 
Sí, efectivamente el demonio ha logrado no sólo deformar la noción del Infierno, haciendo que los hombres lo vean menos terrible de lo que en realidad es; sino que también ha desvirtuado la idea de lo que es el Cielo, mostrando un Paraíso que no entusiasma a ninguno. 
Entonces recordemos estas palabras amorosas de María, que nos dice que si supiéramos lo que es el Cielo, haríamos cualquier cosa para salvarnos e ir allí. 
No es necesario que, como muchos santos, nos retiremos del mundo a hacer penitencia, porque quizás no nos pide eso Dios. Pero sí tenemos que evitar el pecado y vivir siempre en amistad con Dios, en su gracia, para que si nos sorprende la muerte, nos salvemos. 
Pensemos en estas cosas y entusiasmémonos por ir al Cielo, haciendo absolutamente TODO lo que esté en nuestro poder para alcanzarlo, con la ayuda de Dios y su misericordia.

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